EL puerto de Donostia cuenta, desde el pasado julio, con un nuevo inquilino. Se trata, ni más ni menos, que del nuevo barco de la familia Isturiz, que se encarga del servicio de motoras que une el puerto con la isla de Santa Clara. La principal característica de la nueva nave es que posee dos cristaleras en la parte baja, las cuales permiten al pasajero observar el fondo submarino de la bahía.
La recién llegada puede transportar hasta 50 personas. El barco mide catorce metros de eslora y cuatro de manga, y cuenta con dos motores que le permiten desenvolverse con soltura en las concurridas aguas de la bahía donostiarra. La nave ha sido bautizada como Mary Uno, aunque Julián Isturiz, uno de los tres hermanos que, junto a su padre, dirigen la empresa, avisa de que es algo temporal. "Queremos llamarla Julián en honor a nuestro abuelo, que se llamaba como yo", explica el patrón.
Pero lo que realmente hace especial este barco son sus dos ventanas submarinas. "A través de las cristaleras se pueden observar diversas especies, como doncellas, nécoras e incluso hemos llegado a ver algún que otro pulpo", cuenta Julián Isturiz. "Es como mirar a través de unas gafas de buceo gigantes", afirma.
EL VIAJE
A bordo del "Mary Uno"
La nueva embarcación comparte muelle con las otras motoras de la familia Isturiz, las clásicas barcas que hacen la ruta directa entre el puerto y Santa Clara. El Mary Uno, sin embargo, da un pequeño rodeo para poder disfrutar de las vistas submarinas al tiempo que ofrece la posibilidad de contemplar Donostia a través de una perspectiva diferente. Si el tiempo acompaña, el paseo por la bahía puede resultar realmente agradable.
Nada más zarpar, el barco abandona el puerto para introducirse en la ciudad flotante que forman las naves ancladas en mitad de la bahía. "La mayoría de estos barcos son de gente de fuera, vienen sólo en verano", explica Julián mientras maniobra esquivando yates y veleros.
La primera parte del trayecto discurre plácidamente a través de las citadas embarcaciones. El Mary Uno navega en paralelo a la playa de La Concha hasta llegar a la altura del palacio de Miramar, donde gira en dirección a la isla. Según el estado de la marea, la nave se acerca más o menos hacia el Peine de los Vientos. En este punto Julián aminora la marcha, ya que se trata de la zona más atractiva para poder observar el fondo marino.
Casi al trantrán, mientras los pasajeros se asoman a las cristaleras en busca de vida submarina, la motora arriba a Santa Clara. La mayoría de viajeros desembarca, puesto que tienen opción de regresar a puerto más tarde a bordo de cualquiera de las otras motoras de los Isturiz. Con los que quedan a bordo, el barco regresa al abrigo del puerto de Donostia para poner punto y final a su trayecto. Las caras alegres de los pasajeros dan fe de lo agradable del paseo.
El Mary Uno realiza salidas diariamente a las 11.00, 12.00 y 13.00 horas. Por la tarde, funciona a las 16.30, 17.30 y 18.30 horas. El paseo cuesta cinco euros por persona.
LOS ISTURIZ
Tradición marítima
La familia Isturiz, propietaria del Mary Uno, ha vivido siempre muy unida al mar. El clan marinero lo componen el padre, Ángel, y sus tres hijos: Julián, Mónica y Borja. La tradición es su seña de identidad, puesto que llevan tres generaciones al frente de las motoras de la isla. El padre de Ángel, el abuelo Julián, fue quien dio inicio a la historia en 1939. A pesar de que en un principio existieron más socios, el tiempo ha terminado dejando solos a los Isturiz.
Según rememoran sus nietos, los primeros pasos del abuelo Julián al frente de la empresa no fueron nada fáciles. "Las primeras motoras funcionaban con gasógeno, ya que no había gasolina. Y cuando ésta apareció, estaba racionada, por lo que no era nada fácil acceder a ella", cuenta Borja. La improvisación y las soluciones caseras estaban a la orden del día. "El abuelo llegó a incorporar una caja de cambios de automóvil a una de las primeras motoras", relata Julián.
70 años ligados a una misma actividad se acaban notando. "Creo que la empresa familiar es la ideal para ofrecer este tipo de servicios", comenta Julián. Y no lo dice por ningún tipo de prejuicio, ni mucho menos. Según él, el negocio familiar permite un mejor trato personal, mayor cercanía con el cliente... Y eso, el pasajero, lo agradece.