Hoy se cumple el quinto aniversario del fallecimiento de Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna. El histórico alpinista pamplonés descansa en la pared sur de la montaña tras el intento de ascensión fallido. Ochoa de Olza, 41 años, permaneció cinco noches a 7.400 metros de altitud en estado grave afectado por una lesión cerebral complicada por otra pulmonar.

El montañero navarro tenía una amplia experiencia en el Himalaya, había hecho cima de doce ochomiles y le quedaban el Kangchenjunga y el Annapurna para completar los catorce.

El intento de rescate de Ochoa de Olza movilizó a un grupo de alpinistas que, unidos por la amistad al alpinista pamplonés y el profundo sentido de la responsabilidad, intentaron rescatarles. El ya afamado documental Pura Vida recoge esta vertiginosa experiencia.

Hace tan solo una semana, uno de los héroes de aquella intentona, el alpinista ruso Alexei Bolptov, murió tras precipitarse al vacío mientras trataba de abrir una nueva ruta por la cara suroccidental del Everest. La gran figura de Bolotov, que formaba en 2008 equipo junto a Iñaki Ochoa de Olza y Horia Colibasanu, aún creció más al narrar aquellas experiencias. "Regresar para ayudar a Iñaki era mi deber", dijo entonces: "Los humanos se tienen que ayudar en cualquier caso, en cualquier situación. Subir a la cima no es ningún deber, no se lo debo a nadie, pero ayudar es una obligación y no depende de mi estado de salud. Lo tengo que hacer esté como esté".

SOS Himalaya es uno de los legados, una de las tareas que ha dejado Ochoa de Olza a los herederos de su amistad. "Nosotros que seguimos su huella, construimos una escuela en NEPAL y reconstruimos otras dos escuelas como punto de partida de un proyecto de dar un futuro algo más alejado de la miseria a 500 niños de una región remota", dice la web del proyecto, cuya idea original es crear un orfanato en Katmandú (Nepal), un hospital infantil en el norte de Pakistán y una escuela en Dharamsala (sede del exilio tibetano).

"Me parece que ya se ha hecho tarde para cambiar de rumbo, y además no tengo ganas. Creo que somos tipos tercos, de esos que nunca aprenden aunque les muelan a palos. Sostengo que la escalada ha rescatado mi vida de las garras de una existencia burguesa, mediocre o insignificante, o todo ello a la vez. Aunque haya quien piense que sólo somos los niños malcriados de una sociedad decadente, yo no lo creo así, y sólo espero el momento de subir bien alto para mirar una vez más con infinita libertad dentro de mí, y para robarles energía a estas montañas sin par que me alimentan y enriquecen cada vez más. Esta vida, que yo mismo he elegido, me llena profundamente". Escribió Iñaki Ochoa de Olza en una de sus últimas cartas desde Nepal.