- Entre la excitación tras un partido bronco, el mal resultado y los periodistas reincidiendo en preguntas sobre su futuro, o el estilo, Ronald Koeman más o menos intentó decir trastabillando las palabras: ¿pero no habéis visto lo que había en el campo? Y ciertamente sobre el campo se pudo ver a Dest, Araujo, Eric García, Balde, Mingueza, Riqui Puig, Luuk de Jong, Demir o Gavi, es decir, un Barça desconocido con respecto a los últimos años, con mucho pipiolo y poca experiencia, o poca categoría para un club tan grande (Luuk de Jong, aquel suplente del Sevilla); con Coutinho de vuelta, aunque mermado tras su larga lesión y la incógnita; o Piqué saliendo en la segunda parte (y de una lesión) como delantero centro...

A los dos minutos, el Granada anotó su gol tras un despiste defensivo de los azulgrana y el Barça tardó 88 en lograr el empate, cuando Araujo logró meter en la portería rival uno de los 54 centros contabilizados que los futbolistas del Barça lanzaron a la olla como único argumento futbolístico.

"¿Jugar al tiki-taka cuando no hay espacio en el medio y no tenemos jugadores para jugar al uno contra uno o con velocidad? No voy a decir nada más sobre esto porque parece que tengo que dar argumentos para todo", se quejó luego Koeman a modo de autodefensa, como queriendo decir que el ponderado estilo Barça, con el 4-3-3 como dibujo, herencia de Johan Cruyff, es ahora imposible.

De momento, el técnico azulgrana seguirá al mando de la tropa porque no hay tregua posible dada la acumulación de partidos: Cádiz, Levante, Benfica y Atlético de Madrid en apenas diez días. También porque su despido le costaría a las maltrecha tesorería del club 12 millones de euros, y los dos técnicos que desde hace tiempo se barrunta como idóneos a criterio del presidente Joan Laporta tienen contrato en vigor. Xavi Hernández sigue al mando del Al-Saad catarí y Robert Martínez dirige a la potente selección belga, con la inminencia de la Liga de las Naciones y el Mundial de Catar en el horizonte cercano.

Entre tanto ruido mediático, Laporta agita la turbulencia dando a entender que Koeman no es su entrenador, pero que no queda otra que apechugar con el técnico que se encontró tras recuperar el poder, lo caro que resulta su despido y lo absurdo del mismo, porque tampoco tiene a mano la alternativa deseada. Y si no despide al neerlandés, sería lógico que le ofrezca su apoyo público por el bien del equipo.

Koeman está a la espera, y la afición culé también, de saber qué pasará cuando futbolistas de fuste como Jordi Alba, Ansu Fati, Dembelé, Pedri o el Kun Agüero se integren en el equipo, y no falta mucho. Entonces, con todos los que están, es decir, con la plantilla disponible y superada la nostalgia de Messi, el Barça de la economía de guerra podrá mostrar hasta dónde puede llegar y si el actual entrenador merece el cargo que tiene.