Se puso en hora el Tour de Romandía con el despertador de un prólogo y se cerró con otra mirada al reloj, con una cronoescalada. Los relojes y las montañas definen Suiza, además del secreto bancario, la neutralidad, el queso y los plebiscitos, entre otros tópicos. También tiene su sede la UCI (Unión Ciclista Internacional).

A los países les envuelve la identidad la bandera. Un DNI que les ondea la simbología, la historia, sus grandezas y sus miserias, que no son pocas. En Suiza faltó la bandera rusa, proscrita desde la invasión de Ucrania por decisión de Putin. Aleksandr Vlasov, que se ha mostrado contrario a la guerra, no tiene patria en el ciclismo. Expatriada su bandera. Borrada. Al ruso le han pintado la nacionalidad de blanco, el color de la pureza y la paz. Esa es su bandera.

Vlasov, campeón del Tour de Romandía después de una exuberante exhibición en la crono, compite en un equipo alemán. Pero ningún ciclista, independientemente de su nacionalidad, puede correr en un equipo ruso. Así lo dictaminó la UCI. En ese galimatías, Vlasov agitó su orgullo y su determinación para conquistar Villars, la cima de la cronoescalada, donde anidó un triunfo incontestable. Fue el mejor del día y de la semana. Se entronizó en el Tour de Romandía, su primera vuelta WorldTour. Antes había sido el vencedor de la Volta a la Comunitat Valenciana y podio en la Itzulia. En la Flecha Valona logró la tercera plaza.

El ruso despellejó a Rohan Dennis, desnudo cuando tuvo que enfrentarse a la subida. Implosionó el australiano, ciego por el cansancio. Dennis palpó la llegada. No la vio. En cuanto atravesó la meta, derrengado, el cuerpo convertido en un amasijo de escombros y las piernas devoradas por las termitas, a punto estuvo de irse al suelo. Extenuado. Fatigado. El semblante deformado de puro esfuerzo y agonía.

El rostro de Vlasov, que bordeó los límites, tampoco parecía la mejor pose para la pasarela. Ofreció su mejor perfil, pero la fotogenia era imposible. Un patchwork de muecas de dolor le garabateaban el rostro. Jadeó y descolgó la cabeza sobre el manillar. La baba perfiló su barbilla. Vlasov y Dennis se parecían mucho en meta. El rostro les igualó, pero el tiempo les separó.

ROHAN DENNIS, SIN PODIO

El ruso restableció el semblante y sonrió su victoria. A Dennis le quedó la hiel de la derrota y la bilis de un esfuerzo inhumano que le echó a patadas del podio. No pudo sostenerse en el cajón. A él se encaramaron Gino Mäder y Simon Geschke. El alemán completó una actuación superlativa e inesperada. Fuera de lo común. Juan Ayuso, cuarto en la general, tampoco pudo asirse al podio, pero reafirmó su magnífica proyección. En la era de las prisas, el catalán necesita pausa y calma. Tiempo al tiempo.

En las manecillas se dio carpetazo a la cita suiza. En Aigle, sede de la UCI, se impulsaba el último día de competición para alcanzar la cima en Villars, un recorrido duro de 15 kilómetros, que exigía cambio de bicicleta. Dejar atrás la montura de crono del tramo inicial, el llano, para optar por la tradicional para escalar. Algo así como pasar de lo digital a lo analógico. En ese escenario, Ion Izagirre, al que le descartó una caída el segundo día, marcó un registro en el que se reflejaron los opositores a la corona de Romandía. Pinot, Kruijswijk y Caruso cogieron postura en la silla de tiempos.GESCHKE, SOBERBIO

Asomó, inesperadamente, Geschke, que aterrizó con turbina. El registro del alemán alteró el cuadrante. Le sirvió de pértiga para dar un respingo y clavarse en el podio. Mäder creció a medida que la rampa se hacía más dura. El suizo abrió la puerta del podio. En el duelo entre Dennis, el líder que vestía como campeón de Australia contrarreloj, sin el verde que premia al mejor el Tour de Romandía, y Vlasov, el hombre sin bandera, el de la nacionalidad en blanco, limpiada con lejía, el ruso no tuvo piedad.

Que Dennis, atosigado, desdibujado, no vistiera de líder parecía el tic de una premonición. Se indigestó, incapaz de masticar la crono. Al menos no se vio en la derrota vestido con el verde esperanza en un escenario desesperado, aunque el paisaje era de una belleza reconfortante. Vlasov se comió la subida a bocados y devoró a Dennis y al resto. Corrió sin bandera. Le dio igual. Él es su estandarte. Vlasov ondeó en lo más alto del Tour de Romandía.