o está el asunto para frivolizar con la pandemia ni para sostener que semejante crisis le haya venido bien a nadie. Faltaría más. Pero entre los efectos del coronavirus en algo tan banal como el deporte figura el nuevo recorrido de la Itzulia: si comparamos el de 2021 con el previsto para 2020, la noche y el día. Hacer una crono en Bilbao exigía organizarla en festivo. El año pasado, Sábado Santo. Es decir, la sexta y última etapa. Pero se suspendió la carrera, lo dejamos para esta temporada y ha habido que adaptarse al calendario. Esta vez la contrarreloj tenía que disputarse, sí o sí, en Lunes de Pascua, inaugurando la prueba. Mejor que mejor.

Desde que en 2018 la Itzulia adoptara semejante formato, con una corta y nerviosa jornada de montaña para poner el broche, el espectáculo de la traca final está asegurado. La contrarreloj previa establece diferencias que los ciclistas deben recuperar. Sienten licencia para atacar desde su casa cuando miran el libro de ruta y ven que la etapa apenas tiene cien kilómetros. Y sus piernas hacen luego el resto. Recuerdo al caído Roglic remontando bajo la lluvia con el culotte roto, hace tres años. A Ion Izagirre dándole la vuelta a la general de una edición dominada hasta entonces por el Bora, en 2019. Y recordaré siempre el duelo esloveno que nos brindaron ayer Pogacar y su vencedor compatriota. Un duelo cuyo banderazo de salida dio Alex Aranburu en el descenso de Gorla.

Promover una carrera ciclista implica responder a condicionantes que escapan de la materia meramente deportiva y atienden en mayor medida a la económica o a la logística. Pero los organizadores deben tomar nota y mantener la fórmula. Porque funciona. La edición que ayer nos levantó a todos del sofá podía haber sido otra, mucho más aburrida y bloqueada, con una contrarreloj el último día. Y en cambio ha terminado deparando una batalla de primer nivel mundial a la que se han conectado centenares de miles de espectadores desde cualquier parte del planeta. Esta Itzulia engancha, enamora, hace afición. Esta Itzulia no se toca. Por favor.