Su exuberante ascensión el sábado al Mont Ventoux, -la meta estaba situada a cinco kilómetros de la cima-donde fijó una marca mejor que la que Marco Pantani grabó en el Tour de Francia 1994, (28:12 por 28:20), emparentan a Quintana con el Nairo de la juventud, apagado en las últimas campañas, las del abrumador dominio de Chris Froome y sus herederos: Geraint Thomas y Egan Bernal. Al colombiano no le sonreía una victoria en una carrera por etapas desde que alzara el tridente de la Tirreno-Adriático en 2017. De aquello hace casi tres años. Su último triunfo databa del 24 de agosto de 2019, cuando se hizo con la segunda etapa de la Vuelta a España. Escalador puro, Quintana se reivindicó en la ascensión a la montaña del viento, la que Eolo convierte en un calvario de aspecto lunar. Un viaje al espacio en la Provenza.

En el gigante, Nairo fue Gülliver con un ataque al que solo contestó Sepp Kuss hasta que el norteamericano, incapaz de continuar el respingo del líder del Arkéa, se resquebrajo frente al vuelo del colombiano. Desabrochado de los tiempos recientes, sin grilletes, dueño de su destino, redactor de su suerte, se rompió la camisa Quintana a 7,2 kilómetros en una aparición con su marca de agua. Con un vuelo lejano. Dejó su sello, el que deslumbró tiempo atrás, cuando Quintana significaba el ataque y el arrojo en las montañas. En su nueva piel, la misma que mostró cuando irrumpió en el escaparate, se proyecto el mejor Nairo en el Ventoux, donde dejó a enfriar el champán para el festejo de ayer, envuelto en un maillot con reminiscencias a aquel de La Vie Claire, tejido con las inspiración provocada por la pintura de Mondrian. Con ese zamarra abrazándole en el Ventoux, Quintana apuntó que "esto da mucha felicidad y confianza. No solo para mí, sino para todo el equipo. Sabíamos que podíamos hacer un buen trabajo y eso es lo que logramos hacer. Cuando tienes confianza y acompañan las piernas? hay muchas posibilidades de que el resultado sea bueno. Hicimos las cosas bien", radiografió Quintana sobre su victoria en una de las montañas sagradas del ciclismo.

Con 30 años en las alforjas, el colombiano, segundo en los nacionales de Colombia de contrarreloj, parece haber encontrado la válvula de escape necesaria para desplegarse de la mejor manera. Dichoso en su nuevo equipo, recuperado el estatus que demandó en sus últimas campañas en el Movistar, Quintana pretende seguir siendo una referencia en las grandes vueltas, su hábitat natural. Campeón del Giro de Italia de 2014 y de la Vuelta a España de 2016, tres veces podio en el Tour de Francia, segundo en 2013 y 2015, y tercero en 2017, el colombiano quiere conquistar la Grande Boucle su mayor obsesión. Emmanuel Hubert, mánager del Arkéa, tiene fe ciega en el colombiano y avisó tras la exhibición en el Ventoux: "Todavía está a un 15% de su mejor forma. Hay más por venir". "Que esta victoria sea el principio de una gran temporada", ambiciona Quintana tras su liberación.