En el año 1968 Jesús Jáuregui perteneciente al Grupo de natación Euromar tuvo una enorme idea para unir aún más dos localidades colindantes como son Zarautz y Getaria. El mar ha sido el estandarte de los dos municipios, y los organizadores pensaron que sería un buen reto cruzar a nado los 2,8 kilómetros que separan el puerto de Getaria de la playa de Zarautz, así que se pusieron el txaparro (bañador) y se zambulleron en el agua.

El número de participantes ha aumentado hasta más de 3.000. | FOTO: N.G

Así se creó la primera edición de la característica travesía costera. En aquella fecha solo nueve valientes cruzaron la meta, pero conforme han pasado los años el número de participantes ha ascendido hasta registrar más de 3.000. Lo que empezó siendo un experimento acabó resultando un éxito y nadie pensaba que este domingo se terminarían celebrando las bodas de oro.

50 ediciones no se cumplen todos los días; por ello Balea Elkartea ha implantado nuevas dinámicas. Por primera vez, la travesía contará con dos pruebas. La primera será el sábado, el día anterior a la gran fecha, y consta de un recorrido del puerto de Zarautz a Mollarri (isla paralela a la playa zarauztarra) y vuelta. La segunda será la carrera a la que están todos acostumbrados, los mismos 2,8 kilómetros de siempre, saliendo del puerto de Getaria para cruzar la meta en la playa de Zarautz. Ambas pruebas comenzarán a las 11.30 horas.

El conocido nadador donostiarra Jaime Caballero, llegando a meta de la playa zarauztarra en el año 2012. | FOTO: GORKA ESTRADA

De los nueve pioneros, solo uno no ha faltado a ninguna de las fechas. El donostiarra Carlos Santana, a sus 82 años, se prepara para esta fecha tan especial. Tras llevar toda su vida nadando, Carlos solo piensa en seguir cumpliendo años a la par de esta característica prueba. Este domingo el experimentado nadador guipuzcoano será recibido como se debe y llevará un gorro de un color diferente al resto para resaltar que es el único que ha disputado todas las ediciones. Y cualquiera que haya participado en 25 de las 50 ediciones recibirá un premio.

Un participante se lanza del puerto getariarra en el inicio de la prueba. | FOTO: JAVI COLMENERO

La travesía costera forma parte de la idiosincrasia del lugar. Desde 1968 la carrera ha acercado más los cuatro kilómetros que separan las dos localidades por tierra. Centenares de zarauztarras acuden al puerto de Getaria para ver el pistoletazo de salida y la misma cantidad de getariarras llegan al malecón del municipio colindante para ver a los nadadores culminar el reto. La travesía no es solo la carrera, también son las semanas previas a la gran fecha o la posterior fiesta que se organiza en la plaza Munoa, donde los competidores hablan con sus familias de las sensaciones de la prueba.

Detrás de cada número hay una persona y cada una de ellas guarda un sinfín de historias que hacen especial esta tradición. Cada participante tiene un motivo diferente para nadar, algunos deportistas buscan mejorar la marca personal de la edición anterior pero muchos otros nadan por seres queridos o como superación personal. Es el caso de José Antonio Pérez, quien nadó por Cris, su mujer, que no pudo participar, debido a que casi pierde la vida en un accidente de bicicleta. Ese año portó un dorsal pero cargó con dos.

Muchos otros no cuentan con anécdotas tan emocionantes, pero han hecho de la travesía un hábito. María Sonsoles Barroso siempre que cruzaba la meta veía a su padre orgulloso sentado en la terraza de un bar del malecón zarauztarra con su pintxo al lado y con el café en la mano antes de que su hija se zambullese en Getaria; se repitió la misma historia durante 25 años. También hay hueco para las cábalas; el gasteiztarra Luis Foronda tiene la costumbre de pintarse las uñas de un pie del mismo color del gorro que va a portar; este año al ser especial el color que ha escogido es el bronce.

Los dos municipios, volcados

La dos localidades se vuelcan en esta prueba, desde los que reparten los dorsales a los sanitarios de la DYA o los que distribuyen los refrescos en los puntos para hidratarse. Cada uno aporta su grano de arena como puede, y sin todo ese trabajo que hay fuera de plano sería imposible mantener esta costumbre durante tantos años.

A diferencia de otras pruebas, la competitividad por lograr los primeros puestos queda en un segundo lugar, cada uno lucha contra uno mismo, y la fiesta es la principal protagonista. El hecho de cruzar la meta ya es sinónimo de victoria. Una vez que los participantes acaban la carrera, saben que los seres queridos los recibirán en el malecón de Zarautz para felicitarles por el triunfo logrado, independientemente del puesto en el que hayan quedado.

Las cincuenta ediciones de la travesía definen la unión entre dos localidades muy características de la costa guipuzcoana y que siempre han estado ligadas por el mar. Este domingo todo el recorrido y la fiesta posterior será diferente a la de los otros años. Los más de 3.000 nadadores no olvidarán esta histórica fecha, todo el municipio se reunirá en el último tramo, para animar a sus amigos y familiares. Este 24 de julio se espera una máxima expectación, puesto que siempre se agradece que una tradición así siga cumpliendo años.