Aimar Morgaetxebarria (Amorebieta, 22-X-2002) se estrena el sábado en la pelota a mano profesional. Lo hará en el frontón de su pueblo, que registrará un llenazo. Debido a los problemas físicos de Unai Laso, aún no sabe si el campeón le hará de padrino.

Llevaba tres años entrenando con Baiko Pilota. ¿Cómo le llegó la noticia del debut?

—Fue una sorpresa. Me avisaron un lunes. Recuerdo que entrené por la mañana y no me dijeron nada. Por la tarde, como estaba de recuperaciones, estuve en la biblioteca estudiando. Al terminar, mis padres me mandaron un mensaje que Garai me había llamado para ir a la oficina. Estaba preocupado, porque llevaba un tiempo sin entrenar bien. Al día siguiente, me explicaron que habían pensado hacerme debutar. Me cambió la cara. Ese mismo jueves firmé el contrato.

¿Qué significa para usted el debut?

—Es lo típico que se dice, pero es un sueño. Llevo quince años jugando a pelota y ha habido momentos buenos y malos. Al principio, mi objetivo era disfrutar y hacer deporte, pero en los últimos años sí que veía que tenía condiciones. Estoy muy contento.

¿Cuál es su primer recuerdo en la pelota?

—Empecé con cuatro años. El aitite me apuntó con mis dos primos. Mi primer recuerdo es un partido que jugué con mi primo Oier Astorkia.

“El sábado le dedicaré el partido a Kepa Arroitajauregi. Era un entrenador y un amigo”

¿Viene de familia pelotazale?

—Los abuelos jugaron a pelota entre amigos. Y los abuelos de mis padres, también.

La pelota es monotema, ¿no?

—Mi padre y yo siempre hemos tenido bastante claro que Aimar Olaizola era el mejor, pero había piques con otra parte de la familia cuando jugaba finales contra Martínez de Irujo.

Reconoce que le gustaba Aimar y ahora lo tiene de técnico... 

—De hecho, me llamo así por él. En un partido en Zarautz, hace 19 años, mi padre se acercó a Olaizola II y le dijo que el niño que iba en la tripa de mi madre se iba a llamar como él. Se lo recordamos la primera vez que estuvimos con él. Sonrió.

¿Cómo espera el debut?

—No siento nervios ni presión por ahora. Tengo muchas ganas de que llegue el día; sobre todo, por el ambiente y el día especial que va a ser.

¿Cómo se comporta en este tipo de encuentros?

—De cabeza suelo ser bastante frío, pero las piernas se me agarrotan. Me cuesta moverme. Calentaré bien para salir fluido.

“En 2017 tuve una sinusitis que me llevó a la UCI. Pasé varios meses con la hospitalización a domicilio”

¿En qué ha hecho hicapié estos últimos años de trabajo junto a Baiko?

—En todo. Tanto en el apartado físico como en el mental. He avanzado bastante físicamente. Siempre he sido bastante lento y con el material actual es esencial andar rápido. También he mejorado en la coordinación.

Es un zaguero largo.

—No tengo un golpe rompedor como Zabaleta. Mi pelotazo se podría parecer más al de Albisu, dándole altura y alargándolo. Por lo general, además, fallo poco. Antes no tenía fuerza y solo podía ganar metiendo a buena.

2022 no ha sido fácil para usted. A principios de año estuvo parado con problemas de manos.

—Me lesioné a final de 2021. En enero jugué un torneo y reventé las manos. Tuve que estar quieto tres meses y, entretanto, pasé el covid. Al principio, iba a entrenar y no tenía confianza. No avanzaba. Después, cada semana me he sentido mejor.

¿Dónde radica la mayor diferencia entre el campo aficionado y el profesional?

—Diría que en el ritmo y en la preparación física. Aquí todas las pelotas te vienen tocadas. Nadie regala nada. Respecto al material, a mí personalmente me gusta la pelota viva.

Se acordará de mucha gente que le ha ayudado en su formación.

—Iñigo Etxebarria, Markel Atutxa, Kepa Arroitajauregi, Iker Hormaetxe o Ekhi Ziarrusta, pero quizás el más importante fue Kepa –falleció en 2020–. El sábado le dedicaré el partido. Me ayudó mucho al salir del hospital. En 2019 saqué nueve txapelas con él. Era un técnico y un amigo.

Estuvo varios meses medicalizado...

—Fue en febrero de 2017. Fue una sinusitis que me provocó un bulto en la cabeza. Me estaban empezando a entrar los mocos al cerebro. Por suerte, no tuvieron que operarme. Tuve que estar en la UCI. Pasé dos semanas ingresado y unos meses con la hospitalización a domicilio. Hasta octubre. Físicamente estaba fatal.