donostia - A Richard Carapaz, flamante ganador del Giro, no le ha ayudado su nacionalidad. Nacido en la provincia de Carchi, en el norte de Ecuador, muy cerca de la frontera con Colombia, creció en un país de escasa tradición ciclista, una circunstancia que sin duda retrasó su aparición en la elite. Estaba a punto de cumplir 22 años cuando emigró a Colombia para correr en el Strongman-Campagnolo, una estructura amateur en la que se salió del mapa para llamar la atención de los técnicos europeos. Un día le llamó Eusebio Unzúe y Richard pensó que se trataba de una broma telefónica. Nada de eso. El capo del Movistar quería reclutarle. De inicio, para correr en el Lizarte navarro, filial del equipo en aficionados.

Fue este el origen de la afectuosa relación que Carapaz guarda con las carreteras de Gipuzkoa, cuna de sus buenas prestaciones en el viejo continente. A punto de cumplir los 23, el ecuatoriano dejó en su Carchi natal a esposa y dos hijos para instalarse en Iruñea, recién comenzada la primavera de 2016. Debutó con los colores del Lizarte en el Durangoko Sari Nagusia, siendo segundo tras su compañero Óscar Rodríguez (ahora en el Euskadi Murias). Y una semana después llegó el Memorial Valenciaga, en Eibar. “Fue una carrera muy tranquila de inicio. La fuga llegó a tener siete minutos de renta. Pero al final el pelotón cogió a los escapados casi a pie de Ixua”, recuerda el ciclista jienense José Manuel Díaz Gallego, ganador de aquella edición.

“Le creía colombiano”

Resultó el último año en el que la cima eibartarra se coronaba desde Bizkaia, a solo diez kilómetros de meta. Y el demarraje de Carapaz fue de los que dejan huella. “Arrancó con muchísima fuerza. En el pelotón no le conocíamos aún, era un recién llegado. Por su físico pensé que era colombiano”, explica Díaz Gallego, enrolado actualmente en las filas de un modesto equipo profesional de Dinamarca, el Vorarlberg. “Afortunadamente, pude saltar yo también y mantenerle a una distancia prudencial. Le cogí a kilómetro y medio de la cima, le solté en las últimas rampas, y aumenté la ventaja bajando”, agrega el ciclista andaluz. Carapaz cruzó la línea de meta segundo en solitario, a 17 segundos del vencedor. Fue su presentación en sociedad. El anticipo de lo que vendría después.

El reciente maglia rosa afrontó aquel abril varias citas de la Copa de España, con una segunda plaza en Torredonjimeno como mejor resultado. Y a finales de mes regresó al circuito vasco. El día 30 se plantó en la salida de la Lazkaoko Proba, puntuable para el Torneo Euskaldun. “Fue una exhibición en toda regla. Atacó en Lazkaomendi. Se marchó solo. Y completó como cabeza de carrera la vuelta final, con ascensión a Urkillaga. Llegó a meta y no lo celebró. Ni levantó los brazos. Cruzó la línea y se perdió entre las vallas, buscando a los auxiliares del equipo”. Quien recuerda así el primer triunfo de Carapaz en Europa es Gurutz Barandiaran, miembro de la organización de una prueba cuya txapela suele suponer un notable espaldarazo. “Siempre lo digo. Ganar en Lazkao te abre las puertas del pelotón profesional”.

“Abierto y humilde”

Lo que ocurre es que lo del ciclista ecuatoriano son palabras mayores. No es que diera el salto a la elite, que también. Es que ha terminado ganando un Giro. “Sí, es cierto. Quedó claro que el chaval andaba mucho. Pero lo de ganar un Giro no lo podíamos imaginar entonces”, reconoce Barandiaran, quien no oculta su felicidad por el desenlace de la corsa rosa. “Me alegro mucho por él. Aquel año, más que a tareas organizativas, me dediqué a gestionar el asunto de la meta y del podio. Pude hablar con Richard con motivo de la entrega de premios y me pareció una muy buena persona, muy humilde y abierto”. Este último calificativo choca con la imagen ofrecida por Carapaz en Italia, donde se ha mostrado más bien reservado. “Supongo que vendría a Europa con mucha responsabilidad, y que la victoria le llevaría a soltarse un poco. Estaba feliz y hablador. Fue muy amable y simpático”.

Aquello ocurrió un 30 de abril, víspera de la Santikutz Klasika de Legazpi. 24 horas después de cantar victoria en Lazkao, el ecuatoriano intentó el doblete. Y estuvo cerca de lograrlo. Las rampas de Deskarga sucedieron a las de Ixua y Lazkaomendi como escenario de su ataque. “Arrancó muy muy fuerte. Fortísimo”, rememora el ganador de aquella carrera, el leaburutarra Jon Irisarri. “Mi compañero Josu Zabala andaba muy bien en aquella época. Fue él quien llegó primero a su rueda. Luego conecté yo con Antonio Angulo, que era el líder de la Copa de España”, agrega el actual corredor del Caja Rural, quien entonces integraba la estructura amateur de la escuadra navarra.

El cuarteto coronó en cabeza Deskarga y se lanzó cuesta abajo hacia la meta de Legazpi. El previsible sprint no beneficiaba a Carapaz, el escalador del grupo. “Pero la verdad es que entraba al relevo como el que más. Tiraba del grupo y lo hacía con fuerza”, subraya Irisarri, quien ya conocía al ecuatoriano, al haber coincidido con él en varias carreras previas. “Andaba muchísimo. Cuesta arriba y en llano. Pero le faltaba esa punta de velocidad que podíamos tener otros”, añade. En la Santikutz Klasika, el ecuatoriano terminó tercero. Buen resultado para inaugurar un mes de mayo definitivo.

“Ha progresado mucho”

Transcurridos siete días desde la cita de Legazpi, el siguiente domingo, Carapaz se adjudicó en suelo azpeitiarra la Subida a Urraki (Torneo Euskaldun). Y a las tres semanas se adjudicó la general de la prestigiosa Vuelta a Navarra con etapa incluida, un final en alto en Otsagabia. “Se veía que era muy bueno”, repasa de forma global una de las voces más autorizadas del pelotón amateur guipuzcoano, Ismael Echarri, alma máter del Jira-Bira zarauztarra (actual Grupo Eulen). Durante los apenas dos meses en que el ecuatoriano destacó en el circuito aficionado vasco-navarro, Echarri siguió desde el coche de su escuadra las notables actuaciones de un corredor “con muy buenas maneras”, pero cuyo nivel “no aseguraba nada aún”. “Lo que hizo entonces no era sinónimo de nada. Con aquello no valía. Lo importante es lo que ha hecho después: dar continuidad a la evolución que traía. Y así ha conseguido ganar todo un Giro de Italia”.

Lo ha logrado con el maillot del Movistar, equipo que, en junio de 2016, recién concluida la mencionada Vuelta a Navarra, no quiso perder el tiempo. Unzúe incorporó a Carapaz a su estructura profesional. Hasta final de curso, como staggiare. Y a partir de 2017, como integrante de pleno derecho. El crecimiento experimentado durante estos dos años y medio ahí queda. Pero no parece que vaya a cambiar a Richard, pamplonés a tiempo parcial. Cuando vive en Europa y no en Ecuador, de marzo a septiembre, reside él solo en las afueras de Iruñea. No tiene coche. Y es frecuente verle utilizando el transporte público para moverse por la ciudad. A partir de ahora, pasará menos desapercibido. La gente le conocerá, como ya lo hacían, desde hace tiempo además, en los círculos ciclistas de nuestro territorio, esa Gipuzkoa que, curiosamente, Carapaz solo ha pisado una vez como profesional, en la Clásica de San Sebastián de 2017. Fue 56º, a seis minutos de Kwiatkowski.