donostia - Hubo un tiempo, en que la única referencia del ciclismo inglés fue la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux. El ciclista fulminado entre productos dopantes en el gigante de Provenza. De Simpson quedó una lápida, un obituario que le recuerda en la montaña calva, en la mole que se parece a la luna. Después de aquello, la nada. Sean Kelly, un irlandés ultracompetitivo, apodado King Kelly, otorgó altura al ciclismo de las islas con un palmarés estupendo. Stephen Roche, en los 80, logró la Santísima Trinidad. El irlandés ganó Giro, Tour y Mundial como en un endecasílabo en 1987. Después de aquello, apenas hubo noticias de los ciclistas británicos y de los aledaños. El ciclismo británico era un desierto, un paraje muy similar al de la última visión que tuvo Tom Simpson antes de morir en una montaña pelada, inanimada.
Entonces, cuando nadie lo esperaba, aunque el eje gravitacional del ciclismo viró hacia lo anglosajón a través del latifundio de Lance Armstrong y el ciclismo hablaba en inglés, germinó una idea novedosa, tal vez alocada, en el seno de la Federación Inglesa de Ciclismo. David Brailsford ideó un modelo que comenzó en el velódromo. A través de la cultura ciclista en la pista, Brailsford levantó una factoría para transformar a los pistards en los mejores corredores por etapas del mundo. Construyó una fábrica de campeones. Patrocinado por el conglomerado del Sky, la idea, revolucionaria, creció tanto que se convirtió el hilo conductor del Tour en los últimos años. La tendencia, convertida en norma, se ha extendido en una campaña única, histórica con el dominio absoluto en las tres grandes. Campeones tres británicos en el Giro, el Tour y la Vuelta. Lo nunca visto.
En el pórtico de la gloria Chris Froome era un habitual. Froome, el hombre de los cuatro Tours, lo quiso todo y se embarcó en el doblete Giro y Tour después de su positivo en la Vuelta. En una exhibición estratosférica en la Finestre volteó una carrera que parecía de Simon Yates, que dejó su primer apunte como hombre capaz de ganar una grande. Obtenido el Giro, Froome participó el Tour de Francia tras ser absuelto por la UCI a instancias de la AMA por el asunto del salbutamol. Sin embargo, la batalla legal entre el Sky, que defendió su inocencia con una legión de abogados y científicos, y la UCI hizo mella en el ciclista que había hecho del Tour su jardín. Froome no pudo con el Tour, pero en el Sky, pensando en todas las opciones, incluso que Froome no pudiera estar en la salida, se anticiparon a ese escenario. Esa fue la gran victoria del Sky.
Escogieron a Geraint Thomas como relevo. El plan B mudó en la mejor opción: la ganadora. El galés, el mejor alfil de Froome, era el hombre Tour por si al monarca de la Grande Bou-cle no le alcanzaba para ensortijar su quinto triunfo. Brailsford acertó en sus cálculos y la victoria del Tour se quedó en el Sky, la casa de la ronda gala entre 2012, con el triunfo de Wiggings y 2018, salvo el año que Nibali evitó la tradición. Froome, que conquistó París en 2013, 2015, 2016 y 2017, alcanzó la tercera plaza. Thomas, al que recientemente le robaron el trofeo de ganador, demostró su potencial y se exhibió para un triunfo sin mácula. El galés siguió con la dinastía del Sky en Francia.
Simon Yates no pertenece al equipo británico, pero Brailsford lo quiso en sus filas. Simon Yates rechazó la oferta. El inglés que renunció al Sky para apostar por liderar el Mitchelton, cedió en el Giro que parecía suyo cuando Froome, en una de las etapas más recordadas de los últimos tiempos, pulverizó a Yates para consagrarse. Simon Yates aprendió aquella dura lección y se desquitó con un triunfo en la Vuelta a España, cerrando el círculo del poderío británico.
El contrapeso al monocultivo británico llegó desde Holanda, en la figura de Tom Dumoulin, probablemente el ciclista más notable del curso si se atiende a sus actuaciones en todas las grandes citas. Dumoulin fue segundo en el Giro de Italia y en el Tour. El holandés logró la plata en el Mundial de contrarreloj. Solo un extraordinario Rohan Dennis fue capaz de batirle y fue cuarto en el Mundial de ruta.
También destacó el respingo de Primoz Roglic. El esloveno ha crecido varios palmos y después de demostrar su capacidad en las pruebas de una semana, logró la cuarta plaza en el Tour de Francia. Solo Froome pudo arrancarle del podio final en la contrarreloj de Senpere. Otro ciclista que sobresalió fue el colombiano Egan Bernal. El joven del Sky aparece como una de las más firmes promesas del ciclismo mundial. En el año de los británicos, también se sumó la figura eterna de Alejandro Valverde, al fin campeón del mundo. El murciano lo logró a los 38 años en el que fue su mejor éxito y cerró con su arcoíris una campaña en la que el imperio británico se extendió más que nunca.