donostia - El legado rugbístico de Jesús Erro Castillo sigue siendo motivo de debate en Gipuzkoa. De carácter polémico e inflexible, recorrió numerosas localidades de este herrialde para dar a conocer el deporte del balón oval y fue el impulsor de un gran número de equipos. Esta labor hizo que en su día fuera calificado por un periódico como El Apóstol del Rugby.

Nacido en 1921 en Donostia como Jesús Castillo Erro, alteró el orden de sus apellidos en el Euskal Herriko Nortasun Agiria. Llegó a jugar como talonador en el primer club surgido en Gipuzkoa y en el Vasconia, y luego se fue a jugar a Hendaia. Para él, Iparralde era la tierra prometida del rugby.

Entre 1963 y 1966 y entre 1978 y 1997, Erro impulsó en Gipuzkoa la creación de unos 23 conjuntos por los que pasaron cerca de 1.500 jugadores en Donostia, Anoeta, Villabona, Errenteria, Lezo, Oiartzun, Tolosa, Ibarra o Azpeitia, por citar solo unos ejemplos.

En 1987 registró como asociación cultural la Euskalerriko Rugby Eskola Independientea, con el objetivo de ocupar “el tiempo libre entre los jóvenes, en las localidades que más sufren la carencia de expectativas culturales” y “sacar a los jóvenes de su ámbito cotidiano por medio del contacto y conocimiento de otras personas y lugares, especialmente estrechando los vínculos con Euskadi Norte, siendo el medio y excusa el rugby, con carácter meramente amistoso y no competitivo”. A partir de entonces, englobó en esta entidad a sus equipos.

En su primera etapa, Erro contribuyó a la creación de varios equipos en colegios y barrios de Donostia, que estuvieron totalmente integrados en la estructura federativa.

En su segundo período de actividad, por el contrario, se negó a participar en cualquier competición que dependiera en última instancia de un organismo estatal. La mayoría de sus creaciones fueron bastante efímeras con la excepción de los Beltzak, que, en contra de la filosofía de su impulsor, se constituyó como club en 1984 bajo el nombre de Lasarte-Oriako Rugby Taldea, y que en la actualidad funciona como una escuela de rugby.

El carácter duro e inflexible de Erro, difícil de soportar, hizo que se fuera alejando de muchas personas y de muchos de sus equipos. Tal y como describió uno de sus conocidos, vivió la vida “en ferocidad”. Además de ser profundamente creyente y abertzale, el circo fue su otra gran pasión, pero el deporte del balón oval llegó a convertirse en una obsesión para él, hasta el punto de que en su casa casi no existía un rincón donde no hubiera algo relacionado con el rugby.

En contraste con su carácter, sus amigos destacan también que tenía “un corazón de oro”. Se preocupaba por los jóvenes más desfavorecidos, y en las noches más frías del invierno solía acoger en su domicilio a personas sin techo.

Su peculiar personalidad le hizo protagonizar numerosas anécdotas. En una ocasión, por ejemplo, en un amistoso disputado en las Landas, la banda de música interpretó El Porompompero en honor al equipo visitante y Erro, furioso, interrumpió a los músicos gritando “¡Que no somos españoles!”.

Erro trabajó durante varios años en una empresa de materiales de construcción, y también ejerció como monitor de halterofilia, culturismo y espectáculos circenses. También viajó a India y Extremo Oriente para aprender medicina oriental, y allí también difundió el deporte del balón oval a su paso.

Sus conocidos coinciden en afirmar que era “imposible” trabajar con él. Josetxo Iriondo, excompañero de Erro en varios equipos, asegura que, directa o indirectamente, “influyó en el 90% de los clubes de Gipuzkoa”, impulsando equipos o formando a jugadores que luego estuvieron en los inicios de clubes más estables. “Habría sido mucho más efectivo si hubiera trabajado con la Federación. Pero un hombre, entre comillas, normal, tampoco habría fundado 23 equipos. Toda su vida la entregó al rugby, y es triste, porque la vida de una persona que se entrega así a solo una cosa es pobre”. Erro falleció el 25 de septiembre de 2013 a los 82 años. Sus amigos solicitaron que le enterrasen con un balón de rugby. - I.A.