Donostia - “¡Vive!”. Es lo que se pudo oír entre los murmullos mañaneros de un Labrit en dos colores: blanco y rojo, mientras el hipo se le contraía a más de un apostante por haber desconfiado un segundo, y con razón, de las posibilidades de Mikel Urrutikoetxea, un diésel ayer, gripado por el calor de una cancha sofocante en los tambores de guerra veraniego. “¿Vive?”. Es lo que debió pasar por la cabeza de Joseba Ezkurdia, cuando todo lo que había en el tapete iruindarra, en una explosión al toque de corneta, parecía suyo a cuatro palmos de llegar al 22 en la final del Cuatro y Medio de San Fermín, que se le escapó hace dos cursos ante Aimar Olaizola con un esquema muy similar, en el que su salida en tromba acabó aplacada con una voltereta.
“Vive”. Es lo que pudo pensar Pablo Berasaluze, desde la silla, cuando veía cómo se recuperaba en una resurrección espectacular su pupilo. Ni la primera ni la última. Ni la única en finales. Ya se lo hizo a un tótem de la talla de Juan Martínez de Irujo, al que arrebató una distancia parecida (10-20) y la txapela final con un epílogo de partido extraño en el que de Ibero asomó desactivado y Mikel, sin errores.
“Estoy vivo”. Es lo que tuvo que decirse de un bocado Mikel, impenitente, sobrio, con empaque, cabezota. El rey del salto mortal. Lo verbalizó así: “Siempre digo que hasta el 22 no se acaban los partidos y salgo a darlo todo hasta entonces”. Amén.
Estaba coleando Mikel, a pesar de las circunstancias. Revivió, dio la voltereta a sí mismo antes que al partido, porque, con su categoría, la mayoría de los resultados pasan por él. Es muy complicado anularle por su poder físico y más aún destronarle por su pegada. Ezkurdia le tuvo ahí, a un tris de romperle, a poco de llevarse la txapela, pero no fue capaz de tumbarle. Estaba 9-18 y se le escapó. Arena entre los dedos. La voltereta dejó al de Arbizu tocado.
El de Sakana, de nuevo, acusó un final de partido sin norte y en los choques cruciales es una situación que viene repitiéndose. Y es que, tras una arrancada espectacular, exprimiendo un físico cada vez más rápido y notable, con ideas a la hora de afrontar una eliminatoria de tamañas características, el desplome fue de altura. Tan alto estaba como fuerte fue la caída. Ya le pasó contra el propio Urrutikoetxea en los cuartos de final del Manomanista de este curso, con un esguince severo en un tobillo -del 12-17 al 22-19-, en el Manomanista de 2015 contra Oinatz -del 18-20 al 22-20-, en la final de la jaula navarra en 2014 ante Olaizola II -del 2-7 al 22-11- o en el Cuatro y Medio de 2013 contra Olaizola II -del 16-18 al 22-18- e Irujo -del 17-19 y 20-21 al 22-21-. El guion de Ezkurdia, un delantero trabajador y con grandes dotes en la cancha, ahora mismo el delantero más en forma de Aspe, tiene que aferrarse a continuar en los momentos más importantes del pleito ante adversarios de enjundia gigantesca. Urrutikoetxea es uno de ellos y ya van dos accidentes consecutivos contra él en partidos individuales. Porque Mikel es duro de pelar, correoso, y lleva impreso en el retrovisor el oficio que da la experiencia. No estaba enterrado cuando se levantó, después de una asfixia inmensa por el ambiente, después de verse superado en todas las suertes por un Ezkurdia mejor. Pero, ahí estaba él, recubriendo de una pátina de galones un pasado cercano oscuro. Del trabajo con el viento en contra, del tajo con el gaznate en el patíbulo, de aquellos polvos, nació la txapela del Cuatro y Medio de San Fermín para el vizcaino. Urrutikoetxea, de este modo, se coronó como el primer pelotari de fuera de Nafarroa, en la primera apertura a manistas de otros territorios, en conquistar la matinal del 7 de julio. Era la lana que le faltaba al de Zaratamo de las cuatro que se reparten en la élite manista de Primera. Todo en un año y diez días.
Eso sí, el comienzo no fue nada halagüeño para el todoterreno vizcaino. La incomodidad alumbró dudas en su porte y Ezkurdia impuso su golpe violento y una gran defensa. Un 0-4 de salida, con dos saques, un saque-remate de Joseba y un exceso de vista del zaratamoztarra, puso en harina a los dos contendientes. Fue una bofetada enorme, como la del calor de un Labrit ardiendo. Joseba sacó provecho de una primera mitad no demasiado peloteada. Llegó con buena tajada al descanso de la tele (5-12). Y, después, tuvo a bien escaparse. Ya entonces, el de Sakana sumaba cuatro saques y su adversario lamentaba una falta de saque.
Aunque el marcador se abrió (5-15) y se volvió abrir (9-18), las sensaciones cambiaron. Mikel explotó. Dominó el peloteo. Joseba se hundió de forma irremisible. Aun así, le tuvo en el 21-20. Erró una dejada al ancho (21-21). Urrutikoetxea estaba vivo. El final fue de bandera: una dejada en el aire mientras Ezkurdia estaba fuera de foco tras un buen gancho. Otra vuelta de tuerca. Otro salto mortal.