35 años después del día en el que el Everest habló en euskera

Ajena al seguimiento mediático, la segunda expedición euskaldun al Everest hizo tocar el cielo a toda Euskal Herria el 14 de mayo de 1980. El hernaniarra Martin Zabaleta y el sherpa Pasang Temba hollaron ese día la montaña más alta del mundo, sellando un hito en la historia del alpinismo vasco. Tras ellos estaban el resto de protagonistas de aquella aventura que conquistó el techo de la Tierra con sus 8.848 metros: Juan Ramón Arrue, Xabier Erro, Xabier Garaioa, Juan Ignacio Lorente, Kike de Pablo, Ángel Vallejo Rosen, Luis María Sáenz de Olazagoitia, Felipe Uriarte, Joxe Urbieta Takolo, Emilio Hernando y Ricardo Gallardo (estos tres últimos ya fallecidos).

La gesta montañera vasca de 1980 era heredera de aquella pionera que también atacó el Everest en 1974 sin éxito. Los miembros de la expedición Tximist se quedaron a escasos 350 metros de la cima debido a las malas condiciones climatológicas. Pero seis años más tarde, el montañismo vasco se quitó la espinita que le había quedado clavada e hizo historia pisando la cumbre más alta del mundo. 35 años después la hazaña continúa viva. Su relato estremece cuando actualmente el mundo de la montaña dispone de medios impensables entonces, cuando se escalaba sin teléfonos satélites y los partes meteorológicos eran escasos y poco fiables.

En tan señalado aniversario, algunos de aquellos jóvenes alpinistas, hoy convertidos en distinguidos veteranos -los hay que participaron en ambas expediciones- se dieron cita ayer en el incomparable marco del santuario de Arantzazu para disfrutar de una comida, en este caso en el restaurante Goiko Benta, que acostumbran a celebrar por estas fechas. Y, como era de esperar, no tardaron en aflorar los recuerdos de la experiencia vivida hace más de tres décadas.

“Ha sido una de las cosas que más nos ha marcado positivamente; llegar a la cumbre fue un momento inolvidable y de gran satisfacción. Martin coronó la cima, yo llegué hasta los 8.500 metros, pero la alegría fue profunda para todos; éramos un grupo”, aseguraba ayer el gasteiztarra Juan Ignacio Lorente, jefe y médico de las expediciones de 1974 y 1980.

“Lo mejor fue, sin duda, es que todos regresamos en perfectas condiciones”, añadía Xabier Erro. El lesakarra, afincado en Hondarribia desde 1979, fue el primero en llegar al campo base y el último en abandonarlo. Estuvo seis meses en pleno fregado, contactando con más de cien porteadores, conviviendo con el shirdar de la expedición Pemba Tshering... Una experiencia imborrable.

Recuerdos lejanos en el tiempo y en algunos casos “difusos”. “Es como si fuera otra vida”, comentaba Julio Villar que tomó parte en la expedición Tximist del 74, después de que empujado por los vientos se convirtiera en la primera persona en dar la vuelta al mundo en solitario a bordo de un pequeño velero. Hombre de mar y de montaña, Villar se felicita por los amigos que le dio aquella aventura. “Lo que nos queda de nuestra expedición al Everest es esta gente -señala a su alrededor-; el Everest no es lo que era antes”, se lamentó.

“¿Lo mejor?, la gente con la que vives la experiencia”, apreciaba el pasaitarra Felipe Uriarte que vivió en primera persona las ascensiones vascas al techo del mundo de 1974, 1980 y 1990. “Tuve la suerte de conocer gente como Garaioa, siempre dispuesto a ayudar”, destacaba Uriarte, mientras regalaba un gesto de complicidad al navarro, con quien unas horas antes había cubierto un recorrido montañero por Akaitz, Botreaitz y Aloña que iniciaron en Oñati.

terremoto de nepal El desastre que vive Nepal como consecuencia de los dos devastadores terremotos que han azotado al país y sus réplicas posteriores tampoco pasó por alto en el encuentro de ayer. “Me impresiona lo que le está sucediendo a esa pobre gente que no tiene nada... Por otro lado, me parece una frivolidad pensar en el alpinismo viendo en la situación en la que se ha quedado la población”, consideraba Villar.

Uriarte, que sigue visitando “casi todos los años” el país asiático”, vive la tragedia “con una pena tremenda”. “Después de los dos terremotos, a primeros de junio viene el monzón, tres meses de ininterrumpidas lluvias... Es terrible”, manifestaba el pasaitarra, que sabe muy bien de lo que habla. No en vano le ha tocado sufrir en sus propias carnes al poderoso fenómenos meteorológico.

Algunos de los autores de la gesta montañera vasca de 1980 siguen en activo como es el caso de Uriarte, Villar (no escala pero hace de guía), Erro o el propio Zabaleta que reside en Montana (Estados Unidos). Otros, ya retirados de la actividad laboral se resisten a despegarse de lo que más les apasiona: la montaña. “Con nuestras limitaciones, porque la edad va para adelante -tiene 75 años-, pero en marcha hasta que el cuerpo aguante”, explicó un sonriente Lorente.

“De niño cuando pisé por primera vez la montaña vi que quería ser alpinista. Desde entonces lo he sido y lo seré hasta que me muera”, señalaba Ángel Landa, que se mostraba crítico con el modo de entender el alpinismo entre las nuevas generaciones.

Ascensiones a sus espaldas, compromiso, experiencia... La vida de la montaña y la de abajo no son separables para estos veteranos de las alturas. Han pasado 35 años de la fotografía que Zabaleta inmortalizó en el momento en el que el sherpa clavó la ikurriña en la cumbre. Pero estos brillantes alpinistas nunca se jubilan. Siguen siendo historia.

Juan Ignacio Lorente (Gasteiz, 1939)

Xabier Erro (Lesaka, 1946)

Martin Zabaleta (Hernani, 1949)

Felipe Uriarte (Pasai Donibane, 1944)

Xabier Garaioa (Iruñea, 1950)

Juan Ramón Arrue (Azpeitia, 1948)

Ricardo Gallardo (Donostia, 1940-1989)

Emilio Hernando (Bilbao, 1953-2013)

Kike de Pablo (Zamora, 1952)

Angel Rosen (Biarritz, 1942)

J. Urbieta ‘Takolo’ (Azpeitia, 1941-2000)

L. M. Saenz de Olazagoitia (Gasteiz, 1943)