La superación diaria de Taquan
gbc el escolta completa los entrenamientos del equipo con una estricta rutina de trabajo personal
donostia - Ayer jueves, la plantilla del Gipuzkoa Basket estaba citada a las 11.15 horas en Illunbe para realizar la única sesión del día, de aproximadamente dos horas, como preparación de cara a la visita del domingo al Iberostar Tenerife. Para cuando todos los jugadores llegaron, estiraron y se pusieron a las órdenes de Jaume Ponsarnau y el resto del cuerpo técnico, uno de ellos ya había roto a sudar desde hacía rato: Taquan Dean. Y es que el escolta nacido en Red Bank (New Jersey) el 6 de agosto de 1983 sigue una estricta y diaria rutina de entrenamiento que compagina con la labor junto a sus compañeros y de la que fue testigo, por un día, NOTICIAS DE GIPUZKOA. Un entrenamiento que refleja un espíritu de lucha y superación encomiable, labrado desde que era muy joven y posiblemente debido a una infancia terriblemente difícil y que va desgranando mientras se ejercita.
Son las 9.00 horas cuando Taquan sale de su casa situada en Riberas de Loiola. “Mi rutina habitual es correr durante 25-30 minutos e ir al gimnasio (el Soccer World de Riberas) para hacer pesas. Luego subo a Illunbe a hacer una sesión de 500 o 1.000 tiros con Jon (Txakartegi) y después ya entreno con los demás”, explica. “Normalmente me levanto a las cinco de la mañana para rezar. Soy musulmán y la religión es muy importante para mí. Rezo, desayuno algo y salgo a correr. A veces a las 5.30, otras a las 6.00... Hoy he salido más tarde para haceros un favor”, bromea.
Esta exigente y prácticamente diaria rutina entre semana -solo se la salta en ocasiones cuando hay doble sesión- la ha hecho en todos los equipos en los que ha militado. Solo en Málaga no la entendieron y le pusieron problemas para compaginar su trabajo personal con los entrenamientos del equipo. Pero en los otros diez clubes en los que ha militado como profesional la han aceptado. Y es que Taquan solo entiende el éxito a través del esfuerzo: “Si quieres superarte, tienes que trabajar más duro que los demás. Les suelo decir a mis compañeros de equipo que si hay atletas o nadadores que entrenan seis u ocho horas al día, también podemos hacerlo nosotros”. Al escolta del GBC no le vale con las tres horas de media que se suele ejercitar al día un equipo de baloncesto. Él trabaja cuatro o cinco. Uno de sus espejos es Kobe Bryant: “Míralo. Tiene 36 años, ha ganado cinco anillos y tiene un montón de dinero, pero trabaja muy duro y es muy competitivo. No entiendo a los jugadores que se dejan llevar”. ¿Y los madrugones? “Podría hacerlo más tarde, es verdad, pero siento que así estoy sacando ventaja a los demás. Mientras ellos duermen, yo estoy entrenando”, responde.
Desde que está en el basket profesional (2006), ningún jugador ha solido acompañar a Taquan Dean en sus particulares entrenamientos. Sí encontró, en cambio, un compañero en la Universidad de Louisville, donde militó de 2002 a 2006: Francisco García, alero dominicano que actualmente milita en los Houston Rockets. “Entrenábamos duro. Llegamos incluso a dormir una época en el mismo pabellón, en unas tiendas de campaña que nos pusieron. Nos levantábamos temprano y hacíamos ejercicios y sesiones de tiro”, cuenta. Juntos lograron incluso jugar la Final Four de la NCAA en 2005 a las órdenes de Rick Pitino, mítico entrenador americano, con el escolta como máximo anotador del equipo.
una infancia muy dura Los aproximadamente 25 minutos de running por Riberas de Loiola, el parque de Cristina Enea y el Paseo del Urumea dan para hablar de sus entrenamientos y hasta de su infancia, de donde surge ese espíritu de trabajar duro que marca su personalidad. Porque es difícil imaginar un niño con unos primeros años de vida tan duros y con tantos reveses. No conoció a su padre, pero eso no es lo único, ni mucho menos. Él mismo cuenta cómo fue su vida.
“Con seis años vi morir a mi madre delante de mí. Quedarme sin ella fue extremadamente duro. Fui a vivir con mis abuelos. Mi hermana, cuatro años mayor, fue a vivir con su padre. Mi abuelo murió cuando yo tenía siete años y mi abuela un año después. Fui con mi tío, que falleció cuando yo tenía nueve años”, relata con una cierta tranquilidad, la que le dan más de dos décadas que han pasado desde todas esas desgracias. Pero su historia sobrecoge y uno se queda sin palabras. “Me adoptó un matrimonio, Kevin y Jackie, que tenían dos hijos. Me cuidaron bien, no me puedo quejar”.
Encajar todos esos golpes a una edad tan tierna le hizo más fuerte. “Hay veces que me sentía solo, muy solo. No entendía muy bien qué pasaba, pero todo eso me obligó a ser más independiente y a trabajar para superar cualquier otro obstáculo”. Con diez años, llegó a sus manos una biografía sobre Larry Bird, en la que entre otras cosas contaba que se solía levantar temprano para correr. Y el pequeño Taquan empezó a hacerlo. Asumió el trabajo extra como algo habitual.
En sus años de instituto su única pasión no era el basket. “Me gustaba estudiar y sobre todo el fútbol americano. ¡Era muy bueno!”, comenta. Pero se decantó por el baloncesto. “El fútbol americano me obligaba a desarrollar mucho más los músculos y tampoco quería eso”. También estaba la referencia de uno de sus primos, Raheem, que jugaba a basket. En Neptune, un instituto de New Jersey, empezó a destacar, y fue reclutado por una universidad potente en lo baloncestístico, Louisville.
Allí brilló como el que más. Él y Francisco García -su compañero en los entrenamientos bien temprano por la mañana- llegaron a la citada Final Four de la NCAA en 2005, donde cayeron en semifinales, pero todo eso no fue suficiente para salir elegido en el draft de la NBA un año después. Quizás sus 193 centímetros de altura no resultaban suficientes para jugar de escolta en la mejor Liga del mundo. “No sé por qué no me eligieron, la verdad. Creo que me esforcé al máximo, defendí fuerte y también anoté (hasta nueve triples en un partido). Pero así sucedió”. Otro revés que superar. Uno más.
once equipos profesionales Su decisión fue dar el salto a Europa, concretamente a Italia, el Angelico Biella. De ahí al Dynamo Moscú y luego vuelta a Italia, el Monferrato de Segunda División. En 2008 fichó por el Murcia, donde su impacto fue inmediato. Acabó como cuarto máximo anotador con un promedio de 16,7 por jornada y en el recuerdo están exhibiciones como la que dio en Menorca, donde metió ocho triples sin fallo. Le sirvió para recalar en un grande, el Unicaja, pero en Málaga no funcionó. Tampoco en Vitoria, así que acabó la temporada 2009-10 en el Kavala griego.
En el verano de 2010 regresó a Italia, en este caso al Avellino, donde permaneció cuatro temporadas salvo dos breves incursiones en el Aliaga Petkim turco y en el Valencia, con el que se midió al GBC en los históricos play-off del curso 2011-12. Así hasta recalar en Donostia, su undécima parada en el basket profesional. Sorprende tanto cambio. “Bueno, me adapto bien a los sitios, pero puede decirse que no he llegado a asentarme en ninguno. Quizás aquí lo consiga, me gustaría jugar en el GBC al menos esta temporada y otra más”. Tantos vaivenes no se deben solo a motivos deportivos: “He tenido bastantes problemas de impagos y es algo que no entendía. He cambiado varias veces de agente y algunos de ellos no han gestionado bien este asunto. Me daba mucha rabia. No entendía tanto esfuerzo y que luego no cumplieran su palabra. Por ejemplo, en Moscú estuve varios meses y no cobré nada. Cero”. También en el Avellino tuvo problemas de pago.
El repaso a su carrera llega ya en el gimnasio de Soccer World. Pesas en press banca, fondos de tríceps, dominadas... en ocasiones hasta 500 repeticiones de cada ejercicio. “Antes solía hacer el doble, pero hace dos años me rompí la muñeca en el Avellino y he tenido que bajar a la mitad para no forzar demasiado la zona”. Le costó recuperarse de la operación en la muñeca: “Tardé tiempo en volver a sentirme bien. Lo peor de todo es que se resintió muy tiro. Lo pasé mal”. Nada que el escolta no pueda superar: “Este año estoy volviendo a encontrar las buenas sensaciones”.
Trabajar el tiro es precisamente el siguiente paso en su rutina diaria. Va caminando desde el gimnasio a su casa, donde come algo y sube en coche a Illunbe, donde llega a las 10.30 en punto. La alimentación es otro factor importante en su entrenamiento: “Como sano. Mucha verdura y también fruta, tanto en entera como en zumo. Por mi religión no puedo tomar carne procedente del cerdo, pero sí como pollo. También me gusta el pescado y de vez en cuando me permito algún dulce. Es importante cuidarse. Creo que hoy en día lo hacen casi todos los jugadores”.
“voy a mejorar” En la cancha se encuentra con uno de los ayudantes de Jaume Ponsarnau, Jon Txakartegi, que es quien le suele acompañar en las sesiones de tiro. Más de media hora de lanzamientos en parado, tras bloqueo, de dos, de tres... “Todos los días trabajamos antes del entrenamiento. Solemos variar el tipo de ejercicios, pero Taquan quiere tirar todos los días. Con algunos igual hemos hecho un par de sesiones extra a la semana, pero con él es todos los días. Hay pocos como Taquan”. Se refiere Txakartegi a su ética de trabajo, a su capacidad para superarse.
El jugador nacido en New Jersey no elude la autocrítica. “Empecé la temporada con porcentajes bajos, pero creo que en los últimos cuatro partidos tanto mi juego como mi lanzamiento han mejorado y seguiré haciéndolo. Las sesiones de tiro con Jon están siendo importantes”.
Jaume Ponsarnau ha comentado en alguna ocasión que Taquan asume demasiadas responsabilidades y que está tratando de descargarle de trabajo para que se centre en anotar. El aludido sonríe: “Puede ser, pero es que no lo puedo evitar. Me gusta defender. Es importante en un equipo y quiero dar ejemplo porque, por experiencia, me siento uno de los líderes de este equipo. De todas maneras, sé que debo anotar más”. Siente que se encuentra en el lugar ideal para encontrar su mejor juego y acercarse al nivel con el que maravilló en Murcia hace seis cursos: “Hay cosas que me recuerdan a entonces. Un entrenador que confía en mí, un equipo que va creciendo...”. Toca ahora reflejar esa mejoría individual y grupal en victorias: “Van a ser unas Navidades intensas. Tenemos que ganar un par de partidos de los próximos cuatro (Tenerife, Valencia, Fuenlabrada y Murcia)”.
Tras la derrota ante el Joventut, escribió en su cuenta de Twitter, repleta de frases motivadoras: “Estoy orgulloso del corazón que ha mostrado el equipo. Iré a la guerra con mis compañeros cada día de la semana”. “Fue una pena la derrota”, reflexiona. “Forcé la prórroga con el triple pero luego fallé un tiro libre en la prórroga. El basket está lleno de momentos de estos. Hay que superarlos. Lo que vale es el siguiente partido”.
Conociendo su historia y su ética de trabajo, es difícil dudar de que Taquan Dean -acompañado ahora ya por su mujer y su hija pequeña de cuatro meses, aunque aún sin su hijo de cinco años, que sigue en Estados Unidos- subirá su nivel en las próximas fechas. Por falta de trabajo no será y él confía en hacerlo porque el GBC es el “entorno ideal” para él. “Es un club muy profesional y serio”. Donostia es su 11ª parada como profesional dentro de una vida personal dura, pero ejemplar: “La verdad es que no suelo contar mucho mi historia. Creo que ni siquiera la conocen algunos de mis compañeros de equipo. Espero que les sirva como motivación”.