"lo cierto es que por ahora está estancado", señala Juan Carlos San Román, ingeniero de comunicaciones y socio fundador de G-93, empresa dedicada a la innovación en el tema de telecomunicaciones. Habla del ojo de halcón en los frontones, de Begira, que mide el bote exacto y la trayectoria de los cueros ante situaciones problemáticas para los jueces. El proyecto, fundamentado en la necesidad de eliminar las jugadas dudosas de las canchas por medio de un sistema intrincado de cámaras, ordenadores y sensores, tiene la misión de captar la oscilación del cuero entre el cielo y el infierno, entre el bien y el mal, entre el tanto colorado y el azul, entre el acierto y el error. Sin embargo, ese sistema, que facilita el rearbitraje de los partidos como una herramienta más al alcance de los jueces, no encuentra cabida "aún" en las canchas. "Algún día estoy seguro que saldrá, pero las empresas ahora están centradas en otros menesteres y no se pueden meter en un sistema como este", afirma San Román.

La propuesta, nacida al abrigo de la vista de pájaro que reina en el tenis, de las discusiones televisivas, de los pálpitos del juez, de los gritos a pie de cancha, de esta manera, queda varada a la espera de que mejores tiempos económicos vuelvan a la pelota. Y es que "si no se puede sacar un rédito monetario de Begira, no se van a lanzar a ello. El sistema de por sí cuesta dinero y, si además no da beneficios...". La crisis. La maldita crisis. Y el halcón se queda tuerto, sin apenas haber echado a volar en los frontones profesionales.

La aplicación del sistema, que en el tenis empezó por necesidad de las televisiones, comenzó por el análisis de una sola de las líneas que delimitan la cancha, la chivata blanca que separa el cemento de la madera de la contracancha entre el frontis y el cuadro número cuatro. "En el caso de que se quieran medir más partes del frontón, tendríamos que necesitar más material y eso conllevaría más costes", afirman desde G-93. Lo ideal debería ser una cámara por línea: y sumar a la línea de contracancha una para el pasa y otra para el fleje lateral. "El caso de las chapas sería diferente, porque suena", enfatiza San Román, quien apostilla que con estos tres focos quedaría "prácticamente cubierto" todo el frontón, "un 90%". "Nos faltaba definir y medir todas las líneas. Era el siguiente paso del proyecto para instaurar el ojo de halcón en las canchas", declara Juan Carlos.

"El coste todavía no lo tenemos valorado", sentencian desde G-93, aunque la instalación fija del proyecto Begira en una cancha está tasado en 30.000 euros. El escollo, de esta manera, es el tema económico. Un mal que azota la burbuja pelotazale con furia desde hace unos años -"si hubiera sido antes, estoy seguro de que Begira estaba en las canchas"-. "Las empresas y las productoras están ahora mismo en un periodo de reducción de gastos, es entendible que no se hayan metido en un gasto como este, pero es seguro que cuando las cosas estén mejor podremos instaurarlo", analiza San Román. "En el tenis se ha sabido usar el ojo de halcón de una manera rentable. Se patrocinan las decisiones del ojo de halcón, se colocan pantallas gigantes... La solución quizá pase por ahí, convirtiéndolo también en un soporte publicitario, con el que las empresas que explotan la pelota saquen rentabilidad a su apuesta económica por este sistema", desgrana.

Asimismo, desde G-93, aparcada la idea del ojo de halcón por el coste económico, se quiere instaurar el sistema como una simple herramienta para los jueces. "No queremos inmiscuirnos en su trabajo. La intención es que sea un mecanismo que ayude a dilucidar las decisiones arbitrales", señalan desde la operadora de telecomunicaciones. "Nos hemos centrado mucho en la parte técnica del proyecto y nos ha faltado reunirnos con un comité de arbitraje que nos diera las claves hacia las que virar el proyecto. Centrarlo hacia lo que quieren los jueces".

centrados en el tenis Así las cosas, la empresa de telecomunicaciones, el pasado año, a la espera de la subvención que posteriormente le concedió el SPRI, ya realizó pruebas de entrenamiento en el Astelena de Eibar, que fueron satisfactorias para los pelotaris y las empresas, y, posteriormente, llevó a cabo dos pruebas más en los festivales de Deba y Bergara. Sin embargo, con la indecisión de las empresas, G-93 ha decidido pasarse a otro deporte que tiene aceptado ya el ojo de halcón. "Estamos volcándonos en los torneos de tenis y estudiando la manera de mantener de forma simultánea las cinco cámaras necesarias. El tenis no es como la pelota y todas las líneas tienen las mismas probabilidades de dar error. Por ello es necesario seguir de manera similar todas las acciones. Tratamos de dar un modelo de tres dimensiones aplicado al tenis", manifiesta Juan Carlos. G-93 no para y San Román es optimista: "si le damos tiempo, saldrá seguro".