El de Iñigo Díaz es un caso bien extraño en el mundo pelotazale. Licenciado en Ingeniería Técnica Mecánica por la UPNA, desde hace dos meses compatibiliza su condición de manista profesional con las prácticas en una empresa ubicada en Orcoien. "Resulta un poco duro", explica el propio Díaz, "porque entre los entrenamientos y el trabajo son muchas horas. Además, en el verano he tenido muchos partidos entre semana y no he querido faltar a ninguna de mis obligaciones, pero, si se quiere, se puede con todo". Y lo demostró el pasado sábado en el Santanape de Gernika, escenario donde conquistó su primera victoria en el Cuatro y Medio de la LEP.M después de dos intentos infructuosos. "Estoy muy contento, sobre todo porque este año pensaba que ni me iban a inscribir en el torneo", admite.
Asier Olaizola fue el rival ante el que Iñigo Díaz se estrenó hace dos años en el acotado de Primera. "Aquel partido no fue nada bueno", recuerda el protagonista de la historia. Pero el sábado se pudo desquitar de aquella derrota ante el goizuetarra merced a la especial motivación que el delantero pamplonés encontró al enterarse de que iba a jugar el campeonato -"cuando me lo dijeron, ni me lo creía", confiesa- y en el material que descubrió en el cestaño durante la elección previa al choque. "La verdad es que encontré un tipo de pelota que me gustaba y eso me dio más confianza para afrontar el partido". Su tesis se confirmó en el duelo. "Pensaba que podía hacerle sufrir con el saque y lo cierto es que me salió todo lo que intenté. Salí tranquilo y Asier se fue poniendo más nervioso cada vez que encajaba un tanto". El resultado, un 8-22 que coloca a Díaz en los octavos de final de la jaula.
Su próximo rival saldrá del enfrentamiento que el próximo domingo mantendrán en el Astelena de Eibar Aitor Zubieta y Mikel Urrutikoetxea. Díaz tiene una preferencia, pero se trata más bien de un imposible. "Me gustaría jugar contra el que pierda", anuncia con ironía. A continuación recupera la seriedad para su discurso y matiza que, "siendo un campeonato de Primera, cualquier rival es difícil, aunque estoy muy motivado". Eso sí, aunque admite que sueña con alcanzar los cuartos de final, ronda en la que espera el campeón del torneo, Sebástien Gonzalez, el pamplonés dice que tiene "los pies en el suelo". "No quiero pensar en nada más que no sea el próximo partido. Mi objetivo era ganar una eliminatoria y ya lo he conseguido".
de boda Tras triunfar en Gernika, Iñigo Díaz pasó como una flecha por los vestuarios para darse una ducha y emprender un fugaz viaje de regreso a Pamplona. Y es que tenía algo de prisa porque "el sábado se casó mi hermano y, aunque me dio mucha pena no poder ir a la ceremonia, quería ir a la fiesta posterior". Díaz explica que "mi familia entendió la decisión de no ir a la boda". "No quise decir nada a la empresa porque el partido salió a sorteo y entendía que no había forma de cambiar la fecha", añade. Mereció la pena porque "mi hermano me dijo que la victoria era el mejor regalo que le podía hacer". Y es que en Baluarte, el lugar donde se celebró el banquete de boda, se siguió con mucha atención el desarrollo del choque: "Tenía varios amigos en el frontón que iban llamando a la boda para informar del partido tanto a tanto. Cuando gané, alguien lo cantó por el micro. Fue un jaleo total, como cuando llegué a Baluarte y me subieron a hombros". El momento se convirtió en la traca final de una emotiva jornada para un pelotari, Iñigo Díaz, que ejerce de becario a tiempo parcial, condición que aparca en cuanto pisa la cancha de un frontón.