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La etapa de Luchón acaba en Pau

Contador y Andy Schleck cierran la polémica con un abrazoLance Armstrong buscó un triunfo que se llevó Pierrick Fedrigo en la meta de Pau

Pierrick Fedrigo (BTL) 5h 31" 43"

Sandy Casar (FDJ) 1:20"

Rubén Plaza (GCE) m.t.

GENERAL

Alberto Contador (AST)78h 29" 10"

Andy Schleck (SAX)a 8""

3º Samuel Sánchez (EUS)a 2:00""

Hoy, día de descanso.

PAU. La etapa de Bagnères-de-Luchón fue la más larga del Tour. En una habitación del hotel Acevi Val D"Aran de Vielha, por ejemplo, duró hasta cerca de la 1.30 de la mañana. Los mecánicos del Saxo Bank, Iñaki Etxebarria a la cabeza, desvelados, repasando una y otra vez el instante en el que la cadena saltarina de la bicicleta amarilla de Andy descarrila e incendia el Tour. Horas de análisis, para, rebobina, dale, para, rebobina, para determinar, finalmente, que no fue el chico el que al cambiar desencadenó el incidente en el Port de Balès, sino un bache en un instante inoportuno. La mala suerte también corre. Mientras unos ven el vídeo una y otra vez, Alberto Contador, que se refugia en el Hotel Tuc Blanc de Baqueira Beret, donde el personal le recibe como a un héroe, ovación que le arranca una sonrisa sincera, la primera del día, lo graba en su cuarto, sentado sobre la cama, para pedir disculpas por lo que ha sucedido, para reconocer que se equivocó -aunque no se sepa muy bien en qué- y para recordar que el fair-play es algo "importantísimo" -rescata la etapa de Spa, donde levantó el pie para esperar a Andy, malherido tras caerse en el descenso de hielo de Stockeu-. La etapa duró una eternidad para el líder, que colgó el vídeo en internet sobre las 22.00 horas y se fue a la cama con los silbidos de parte, importante, del público taladrándole el tímpano. Contador es duro, pero no una roca. Siente. Goza y padece. Es un hombre. "Estas cosa le afectan", dicen en el Astana. Hay, incluso, quien le sugiere que al día siguiente se pare sobre la línea de meta y no la cruce hasta que pasen 39 segundos. Contador se va a la cama. Una etapa larguísima la de Bagnères-de-Luchón.

También para Andy, que se acostó masticando la rabia, la venganza en los puños, el odio en las venas, farfullando que todo aquello era injusto, como si fuera Eddy Merckx en la noche de hace 41 años, cuando su compañero de equipo Van den Bossche le dijo que cambiaría de equipo al año siguiente y el belga se acostó furioso. Y así se levantó y se presentó en la salida de Bagnères-de-Luchón, el Peyresourde, el Aspin, el Tourmalet y el Aubisque por delante. Un campeón despechado. Una etapa de culto. 140 kilómetros de Merckx desatado. Ocho minutos de ventaja en Mourenx.

Ayer, el mismo paseo por la leyenda, los Pirineos centenarios, Pau en el horizonte, un campeón furioso y resentido, se espera una hecatombe, auténtico fuego, y lo que hay, los tiempos han cambiado, Merckx es una figura de papel, de cuentos fantásticos, es un día de desgaste bajo el sol, 199 kilómetros al ritmo machacante de los chicos de Contador, que dejan el grupo en 14 ciclistas en el Peyresourde, nada más arrancar, las piernas quejosas, los corazones alborotados, el pulso desorbitado.

El de Samuel Sánchez, por ejemplo, en el Aspin, donde se prodiga la batalla. "Se salió a tope y fue complicado. Salvé el día pero me quedé porque hizo daño el ritmo, que no fue de ataques sino de desgaste", comprime el líder de Euskaltel, a dos días, mañana el Tourmalet y la crono de Burdeos el sábado, de trepar al podio de París. A la sombra de Contador y Andy, los machos alfa, los amos del pelotón que una vez, siete años seguidos, fue propiedad de Armstrong, viejecito ahora, el macho desplazado que a seis días de abandonar la manada tiene un último gesto de orgullo y, como en el ciclo vital, vuelve a la infancia de la gloria efímera, a pelearse por una etapa como lo hacía en la primera mitad de los noventa, en plena era Indurain, los hombros cuadrados, el cogote de boxeador, la fuerza bruta, el instinto asesino. Así ganó dos etapas. En 1993, jovencito, 22 años, y en 1995. Luego llegó el cáncer. Y la resurrección. Y los siete Tours. Y la segunda resurrección, el podio, y el destino de los campeones: la derrota final, el último puerto. Antes de atracar, lo intentó en el Tourmalet, un escenario acorde con su grandeza.

"Me recordó al Armstrong de aquellos tiempos", dijo Contador. Habló el respeto, la admiración. La carretera no entiende de eso. Menos, la del Tourmalet, que entierra a cualquiera, que no distingue entre solados y patricios. Desplegó las alas Armstrong. Fascinante. Bello, por emotivo. Mucho, pero poco más. Moreau, Plaza, Casar, Fedrigo, Horner, Van de Walle, Cunego y Barredo le siguieron. La vejez. En el Tourmalet, altitud 2.114 metros, la mirada pétrea de Jacques Goddet, la sonrisa finísima, dicen que maligna, sufrid, sufrid, de su busto, y, después, en el Aubisque.

Sprint de Fedrigo En Pau, un sprint irremisible incluso para Barredo, que se tragó tropecientos kilómetros de llano en solitario para caer a las puertas de una llegada que encumbró a Pierrick Fedrigo, Góngora ciclista, un hombre a una nariz pegado. Lance Armstrong, el delgadito, no aquel animal de hace más de quince años, sólo pudo ser sexto en la meta.

Casi siete minutos después llegó el pelotón de Contador, los silbidos, menos, de nuevo en el podio hacia el maillot amarillo. Y en el estruendo, la confusión, las opiniones encontradas, Andy y Contador rivales, al fin, piensan algunos, totales, dentro y fuera de la carretera, Hinault y Lemond, Anquetil y Poulidor, el senado dividido, el debate encendido, leña y leña, de nuevo la educación del luxemburgués, que irrumpió en el set de la televisión francesa cuando entrevistaban al líder y se fundió en un abrazo que cerró la herida abierta por una maldita cadena en el Port de Balès.

schleck, conciliador "No le silben más a él, ni tampoco a mí", bromeó Andy, que, aplacada la cólera, se mostró de nuevo gentil, habló de un suceso en carrera que "son cosas que pasan" y que con las disculpas de Alberto Contador se da por satisfecho. "No tenía necesidad de hacerlo y si lo hice fue porque me apetecía y no me encontraba cómodo en esta situación. Andy y yo tenemos una relación, hemos hablado y solucionado el problema. No podíamos permitir que este asunto rompiese nuestra amistad", dijo el chico de Pinto en Pau, donde acabó la larguísima etapa de Luchón.