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De los barros de Spa

Contador, nuevo y polémico líder después de que una avería retrasara a SchleckAl luxemburgués se le salió la cadena al final del Port de Balès y Thomas Voeckler ganó en Bagnères de Luchon

Bagnères-de-Luchon. De estos barros llegarán aquellos lodos, decían los agoreros bajo la fría lluvia que empapó el día en Spa, se mezcló con el aceite de una moto accidentada minutos antes del paso del pelotón y convirtió el descenso de Stockeu en una pista de hielo. Cayeron los ciclistas como moscas. Todos. La guerra. Andy, el más perjudicado. Aquel día, segunda etapa del Tour, el pequeño de los Schleck lo tuvo todo perdido. Lo rescató la delicadísima ley no escrita del ciclismo sobre el fair-play, interpretada y extendida a su manera por Fabian Cancellara desde la autoridad que le confería su maillot amarillo. Todos esperaron a Andy, la etapa se neutralizó -incomprensiblemente, lastimosamente, todo hay que decirlo- y los aficionados que habían esperado durante horas bajo el aguacero silbaron la entrada pasiva de los ciclistas en meta, que pisaron aquel día un terreno pantanoso. Dos semanas después, en Bagnères-de-Luchon, otra vez los silbidos, cuanto menos rigurosos, esta vez direccionados a la figura delgadita y amarilla plantada sobre el podio, personalizados en Alberto Contador, nuevo líder del Tour tras un episodio kafkiano en los dos últimos kilómetros del Port de Balès.

Ayer, bajo el sol de nuevo, cuesta arriba otra vez, dilucidaban Andy y Contador su enésimo asalto por el Tour. El maillot amarillo se encontraba pletórico, también necesitado, porque su renta de 31 segundos sobre el madrileño era insuficiente para afrontar la crono del sábado, y había atacado a algo menos de cinco kilómetros para la cima con la convicción, ciega, y el resultado de siempre: Contador metido en su bolsillo.

Volvió la calma, regresaron los demás, por orden jerárquico, Samuel, Menchov, Van den Broeck, Gesink, Leipheimer… El grupo abandonó la foresta, la sombra deliciosa, y se adentró en un tramo final sin arbolado, el sol cayendo en picado sobre los ciclistas, apelotonados como ovejas en el estrecho asfalto que era como un río seco que nacía donde terminaba la vista, cerca de un cielo azul celeste amplísimo. Andy y Contador pedaleaban juntos, claro, lejos de la cabeza del grupo, pegados a la roca a la que se arrimó un poco más el líder, se levantó sobre los pedales y lanzó un nuevo misil que, sorpresivamente, pilló por sorpresa al líder del Astana, que se revolvió inquieto, quiso despegar las alas por la derecha, pero se tropezó con un muro insalvable de maillots sudorosos, reculó y encontró vía libre por la izquierda, pegado al barranco.

Cuando salió del barullo la visión fue preocupante. Andy corría dos decenas de metros por delante, desatado porque se había girado y, al fin, su pesadilla azul no estaba. Quiso exigirse más, sacar más partido de sus piernas zancudas, avanzar más metros en cada pedalada. Bajó un piñón. Un simple giro de muñeca empujó la maneta derecha para que el cambio entrara en funcionamiento y lo que realmente logró fue desencadenar la tragedia. La cadena vaciló, se agitó nerviosa, se atascó en algún lado y dejó de correr por las ruletas del cambio. Andy replegó las alas, se sentó y pedaleó en el vacío. En equilibrio sobre la bicicleta, no vio a Contador superándole por la izquierda, ni Contador se percató -según dijo después- de los problemas mecánicos del líder.

Schleck se baja de la bici Incapaz de devolver la cadena a su sitio, que había saltado del plato arrastrando su barriga hasta el suelo, Andy se bajó de la bicicleta, la agarró con las manos y la metió como pudo. Cuando arrancó de nuevo, Contador se había disparado montaña arriba, girando el cuello como un contorsionista inquieto, pedaleando, quizás, sobre un dilema moral inexistente. "Cuando me dijeron por radio que Andy había tenido una avería yo ya estaba por delante", justificó sereno el chico de Pinto, de amarillo en el Tour el mismo día exacto, 19 de julio, que el año pasado tras su vuelo rasante en Verbier. "Ya se paró en Spa, pero ayer no se podía", abundó.

No hubo tregua porque no cabía en ninguna cabeza que la hubiese -el ciclismo no es un partido de baloncesto y, como decía el malogrado Luis Ocaña, se puede atacar en cualquier lugar y momento salvo cuando tu rival está moribundo sobre la carretera -y hasta Contador llegaron Samuel Sánchez y Denis Menchov, los dos ciclistas más en forma de cuantos luchan por el tercer cajón del podio -y quién sabe si algo más, porque tras la etapa de ayer Andy, que sólo tiene ojos para Contador, está a 1:52 de Samuel y a 2:05 de Menchov-. Los tres coronaron juntos con apenas 17 segundos sobre Andy, que remontaba desesperado y poderoso, y se lanzaron, el líder de Euskaltel abriendo siempre el descenso, hacia Bagnères-de-Luchon, donde llegó antes que nadie Thomas Voeckler, la quinta victoria francesa en el Tour, y Contador recuperó 39 segundos y el maillot amarillo de Andy, que entró desencantado, decepcionado, "el estómago lleno de rabia", y una sed enorme de "venganza". "La carrera no ha terminado, queda montaña", amenazó. Es una certeza, anterior incluso a que su cadena se rebelara contra Andy. También lo es que la decisión de Spa creó un precedente peligrosísimo -por qué aquel día sí me esperaron y hoy no, venía a decir el líder-, que nadie se preocupó por nadie tras la caída de Frank en el pavés que benefició a Andy y, la más rotunda, que si Contador hubiese parado ayer el ciclismo habría perdido un poquito más de su esencia, la incertidumbre, el drama de los imponderables.

Thomas Voeckler (BTL)4h 44" 51"

Alessandro Ballan (BMC)1:20"

3º Aitor Pérez Arrieta (FOT)m.t.

GENERAL

Alberto Contador (AST)72h 50" 42"

Andy Schleck (SAX)a 8""

Samuel Sánchez (EUS)a 2:00""

Hoy, 16ª etapa. Bagneres de Luchon-Pau. 199,5 kilómetros. Teledeporte (11.25); Eurosport (11.29); ETB 1 (11.30).