Desde la presente edición, el ciclo de Cine y Ciencia organizado por la Filmoteca Vasca y el Donostia Physics Center (DIPC) ha incluido las humanidades entre los temas que vertebran las proyecciones cinematográficas. El asunto que abordarán las sesiones de este viernes y sábado en Donostia y Bilbao, y el martes que viene en Iruñea, no podría ser de mayor actualidad: el auge del fascismo. El pasado interpelará al presente mediante la proyección de Vincere (2009), de Marco Bellochio, un biopic sobre el ascenso y caída de Benito Mussolini, a través del punto de vista de la que fue su primera esposa y amante, Ida Dalser. Julián Casanova, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza y analista habitual de actualidad, será el encargado de presentar la película esta tarde en la sala Z de Tabakalera y mañana en el Bizkaia Aretoa del campus bilbaino de la UPV/EHU.

En una conversación con este periódico, Casanova opina que el largometraje de Bellochio es “una buena introducción” a la cuestión por su forma, mucho más accesible a la juventud que otras películas como puede ser Novecento, de Bernardo Bertolucci (1976). A partir de una biografía de Ida Dalser y de un hijo jamás reconocido por Mussolini –de hecho, los servicios de inteligencia del Duce destruyeron todos los documentos que relacionaban al dictador con su primera mujer–, para trazar el relato del auge de un fascismo y de “la construcción de un mito”, “no a través de la movilización de masas”, sino mediante “la eliminación de aquello que molesta”. En este caso y entre otras cosas, aquello que le impedía prosperar como dictador era el hecho de tener una mujer y un hijo.

Antes de participar en la Primera Guerra Mundial, Mussolini ya tenía una amante, Rachele Guidi, con la que también tuvo descendencia y que, finalmente, adoptaría como su consorte oficial. El hecho de que tuviese amantes, una vez ya construido el mito durante la década de los 20, se relacionaría con la idea de la “virilidad”. “Era igualmente conquistador de imperios que de mujeres”, explica Casanova sobre los distintos affaires que mantuvo.

Benito Mussolini: del socialismo al fascismo

No obstante, la existencia de Dasler le perjudicó en el momento en el que abandonó el socialismo para abrazar la ideología fascista, algo que ocurrió tras terminar la primera gran guerra.

“Está claro que hubo un agravio”, explica el catedrático sobre el cambio de ideología del Duce, que se puede trazar por “etapas”. Mussolini, como el Partido Socialista Italiano, se declaró partidario de la no intervención, aunque acabó abogando por intervenir “en favor de las democracias”. Intentó justificarlo diciendo que el marxismo era una ideología ajena a Italia y que su país necesitaba una “revolución diferente”, a la que triunfó en Rusia con los bolcheviques. Una vez terminada la contienda, Musollini aún no era importante, no como Gabriele D’Annunzio, del que el Duce heredaría ciertos preceptos que ayudarían a Mussolini a abrazar el fascismo, aunque en sus inicios, “era muy poco respetado”.

Dos elementos de posguerra le harían elevarse. Por un lado, las consecuencias de lo que denominaron “la victoria mutilada” tras el Tratado de Londres de 1915, creó un hummus favorable. Y, por otro, lo hicieron los movimientos bolcheviques en Italia. Así, inmerso en el escuadrismo y “la violencia”, comenzó “a ser importante para los grupos de poder”. Y esta es una de las claves, a juicio de Casanova: “Sin violencia, no pudo haber fascismo en Italia”. Para hacer que la “violencia” de outsider que vino del socialismo fuese respetable, tuvieron que actuar los grupos de poder y, concretamente, el rey Victor Manuel III, que no impidió La marcha de Roma que terminó aupando a Mussolini al poder.