La galería Kur presenta la obra figurativa expresionista y abstracta del pintor Luis Olaso (Bilbao, 1986), que posee ya un recorrido de exposiciones, premios y museos que empiezan a consolidar la valía y frescura de su obra, que se mueve entre lo deconstruido y lo desgarrado, entre lo crudo y lo no perfecto, y que ofrece imágenes entre lo no acabado y lo pretendido.

Sus repertorios iconográficos se mueven entre la vegetación, el bodegón y la abstracción, con gamas de colores fauves, amarillos, verdes, rojos y azules, y un dibujo expresionista un tanto deshilachado.

El resultado salta a la vida: una percepción de la realidad distorsionada y subjetiva, que nos ofrece una visión del entorno doméstico lleno de vitalidad, de frescura y de vida. Una vida un tanto desgarrada y bohemia, como en el inicio de la creación, o en el atardecer de la vida. De todo hay en la cosmovisión de este joven artista, que ha pasado por repertorios más oscuros y opacos que los que ahora ofrece en sus últimas telas.

En sus obras hay pinceladas y manchas contrastadas y enérgicas, acompañadas de textos añadidos (el vencedor). Hay como una lucha entre lo que se quiere plasmar y lo que se deja en el camino. Restos de un naufragio personal y artístico. Sobre fondos blancos, se trazan manchas, líneas y colores que flotan en el espacio, pintadas con acrílicos y óleos, cercanas a la action painting, dándoles gestualidad y movimiento a sus figuras, como pintadas a saltos y, en algunos casos, pintadas sobre el suelo, y utilizando el collage en algunas de ellas. Hay como un descontrol controlado, como un logro no perfecto, como una realidad en construcción, como algo vivo, en surgimiento.

Uno de los repertorios iconográficos más utilizados por el artista es el del jarrón-vasija, del que emergen de forma explosiva flores de brillantes colores a base de manchas que se expanden en el lienzo. En otros casos, las formas vegetales quedan reducidas a sutiles esquemas que sostienen la composición cromática de la obra. Obra a la que a veces enriquece con la superposición de telas, a manera de collage, y a la que acompaña con gruesas texturas o cargadas pinceladas.

Más lírico y despejado se muestra en sus lienzos de mayores dimensiones, en los que un conjunto de manchas centrales abstractas sirven al autor para crear composiciones dinámicas y volátiles. Puntos, manchas y pinceladas gestuales componen lienzos que enlazan con poéticas japonesas y orientalizantes.