josé Luis Cobreros Morales (Donostia, 1933), hijo de los también pintores Vicente Cobreros Uranga e Isabel Morales, presenta en el Museo Diocesano de Donostia (calle 31 de Agosto s/n) once esculturas en bronce de tamaño medio, con repertorios religiosos y humanos, de carácter figurativo expresionista. Fiel a su propia cosmovisión, el escultor desarrolla su obra en los parámetros de la tradición figurativa vasca de sus amigos Julio Beobide y Carlos Elgezua, y de los escultores que él siempre ha admirado, como Mariano Beinllure, Julio Antonio, Isidoro Uribesalgo y Augusto Rodin.

Realizó sus estudios de Dibujo de Estatua con modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Donostia, donde descubrió su verdadera vocación al contemplar al escultor José Lopetegui meter sus manos en barro. Conoció y trató también a los escultores figurativos del País Vasco y creó la Academia Cobreros en su ciudad natal. Realizó en el año 1971 el retablo de la Iglesia de El Salvador de Zumarraga con escenas evangélicas: Cristo resucitado, Trinidad, Bautismo, Las tentaciones de Jesús, El sermón de la montaña, La resurrección de Lázaro y La pesca milagrosa. En la década de los 80 realizó también diversas muestras individuales en Donostia y Vitoria.

En la presente exposición muestra dos expresivas Piedades, una de Cristo y otra de humanos, así como la imagen del busto de María y del patrono de la ciudad, San Sebastián. Todas ellas de un realismo expresionista en el tratamiento de las formas y las texturas.

Y junto a ellas, un conjunto de obras como Maternidad, El pensador, El timonel, Naúfragos, Abrazándose las piernas, Ochote y Bailarina. Fiel a la escultura figurativa clásica y moderna, amante del cuerpo humano, es un creador entre la serenidad y el abismo. Ha realizado también un magnífico busto de su Padre, el pintor y crítico de arte, de diversos niños e industriales de Gipuzkoa. Buen dibujante, se ha dedicado los últimos años a la creación de Ex libris y a la técnica del pirograbado, realizando notables obras con esta técnica de pintar con fuego.

Begoña del Teso lo calificó como “escultor solitario, introvertido, creador apasionado por la vida, sus criaturas de barro, bronce o marmolina, sus nueve hijos, su esposa, su perra Rula, los toros, las motos, la gimnasia y otras maravillas”.

La línea de la escultura realista figurativa siempre ha estado presente en el País Vasco, junto a la escultura más abstracta de sintaxis cubista, constructivista, minimalista u objetualista. l