Los nuevos 90. Es así como se titula la más reciente exposición temporal que ha inaugurado el Museo San Telmo de Donostia, en la que repasa a través del trabajo de más 160 artistas y colectivos una década de "efervescencia" artística, social y cultural en Euskadi. La exposición, que ha sido comisariada por la donostiarra Nekane Aramburu, ha sido presentada este viernes en el propio museo. Su directora, Susana Soto, ha reconocido que Los nuevos 90 es una exposición "atípica", pero que responde perfectamente a una de las principales líneas de trabajo de la institución, aquella con la que buscan relacionar las diferentes expresiones con su contexto.

Aramburu ha invertido más de dos años en crear esta muestra que deviene de su tesis doctoral, una traslación que, según reconoció, ha sido “complicada”. Así, la de San Telmo es “la primera exposición en Europa” centrada en las expresiones artísticas desarrolladas desde finales de los 80 hasta los inicios del nuevo milenio, unos años que se caracterizaron por perspectivas alternativas, periféricas y transfronterizas a partir de compromisos sociales, políticos, intelectuales, feministas y ecologistas, y también por el desarrollo en Euskadi de lo que más tarde se etiquetaría en el marco europeo como “estéticas relacionales”.

La muestra repasa las múltiples disciplinas que trabajaron los artistas durante aquellos años, desde pintura hasta el grafismo, pasando por el incipiente videoarte y el vídeo documental. Asimismo, se aborda la creación desde lo institucional, rescatando a obras y autores e, incluso, mobiliario de entidades como la desaparecida Arteleku, hasta lo autogesionado, con carteles, camisetas y pancartas que surgieron de espacios okupados como la casa Zapatari, casa del barrio de Benta Berri que desde 1988 fue utilizada por artistas, periodistas y estudiantes. Allí anduvo Detritus, del que se exhibe una pintura que refleja la escalera de esta casa. Junto a ese óleo, una gran pancarta cuelga del techo con la frase Marx, I Love U. Will U Marry Me? (Marx, te amo. ¿Te casarías conmigo?), la misma que el donostiarra Juan Pérez Agirregoikoa hizo exhibir con una avioneta por encima de la bahía de La Concha en el año 2011 dentro de la iniciativa Lalangue Lavion que elaboró con la Bienal de Angelu.

La irrupción de las llamadas nuevas tecnologías es fundamental para entender el arte que ocupa esta muestra. No en vano, Aramburu subraya la importancia de iniciativas como el festival Bideoaldia, que se celebró por primera vez en Tolosa, de mano de Bosgarren Kolektiboa, y que también acogió San Telmo en 1990 –en una televisión de tubo se emite el programa especial que Metrópolis dedicó a la edición que se celebró en el museo–. En paralelo, las capitales de la CAV crearon centros de producción y formación que propiciaron la producción de video arte. En el caso de Donostia, la casa de cultura de Larrotxene lleva tres décadas formando a personas interesadas en el audiovisual.

El itinerario expositivo se presenta mediante una narrativa cronológica diferenciada en tres grandes periodos. Entre 1988 y 1992 se apuntalaron hallazgos de las décadas anteriores. La época comprendida entre 1992 y 1997 estuvo marcada por la crisis, al tiempo que los artistas comenzaron a trabajar en red mientras el sector se profesionalizaba y se expandían los movimientos independientes. Hasta este momento, la exposición representa “los momentos difíciles”, de “lluvia” y de lucha. “Ese mundo oscuro acaba adquiriendo una luz social” y entre 1997 y 2001, además de la eclosión de las nuevas tecnologías y del uso de herramientas como el fax o las cámaras Polaroid para subvertir el sistema, se consolidaron los procesos relacionales.

Cronológico y conceptual

Los nuevos 90 busca contextualizar todos los movimientos que propiciaron la creación de vanguardia. Es por ello que la muestra se abre con un cronograma conceptual que sirve de aperitivo a las distintas salas en las que se hallan obras de consagrados artistas como José Ramón Amondarain, Mauro Entrialgo, Isabel Herguera, Fernando Postigo e Itziar Okariz, con otros creadores que no saltaron a la fama. Aramburu ha destacado el carácter “democratizador” de la exposición, al atender a la multiplicidad de las visiones de los movimientos y los artistas que, independiente mente de su fama, tuvieron un denominador común, “lo colectivo”.

A punto de cumplir los 80 años, una de las artistas de aquellos 90 que aún sigue en activo es Mariví Ibarrola, reconocida fotógrafa y video artista de La movida madrileña, que este viernes ha acompañado a Aramburu en una visita guiada a la exposición. De hecho, se proyecta un audiovisual con imágenes inéditas tomadas por Ibarrola de varios festivales de vídeo del Estado y que incluye instantáneas de aquel que Guadalupe Echevarría creó en el marco del Zinemaldia e 1982. También como aperitivo de lo que viene después, se exhibe un vinilo que nunca antes se había expuesto en el que la Banda de Música de Tolosa interpreta la música compuesta por el colectivo de experimentación sonora catalán Macromassa.

Aramburu también ha hecho un trabajo de “arqueología” y recuperación. Así, el eibartarra Asier Laspiur ha recreado y reactualizado una de las esculturas que confeccionó para la Sala de Vanguardia, un espacio que entre 1991 y 1995 se ubicó en la primera planta de San Telmo y en la que se programó a artistas jóvenes y emergentes del territorio.

Fuera del impulso institucional, los talleres fueron espacio central de desarrollo artístico para una generación de autores nacida del baby-boom que copaba las facultades de Bellas Artes e Historia del Arte. Si bien en Bilbao y en Gasteiz se situaron en locales de zonas céntricas degradadas, en el caso de Donostia, se movieron a otros municipios o a las afueras de la capital, como la ya citada Zapatari o el colectivo El gallinero, dedicado a la pintura y al grafismo entre 1991 y 2007, que se instaló en una antigua nave avícola de Igara. También fue el caso del taller Zelai Azpi de Zumaia, que compartieron, Barbara Stammel, Txiki Keixeta, Aran Santamaría y Ander Hormazuri. Dos de los residentes de Zelai Azpi han actualizado para la muestra dos de las obras que produjeron en su día en su taller para demostrar que los 90 siguen vivos 30 años después.