En solitario o con The Stooges ha dejado para la historia himnos imperecederos como The passenger, Lust for life, Raw power o I wanna be your dog, pero Iggy Pop se niega a jubilarse. A sus 75 años sigue igual de rebelde y antisistema, con el torso desnudo incendiando escenarios, como hará en la próxima edición del Azkena Rock de Gasteiz, un festival que contará también con Lucinda Williams, Rancid, Steve Earle, Incubus o The Pretenders. El de Detroit presentará su último disco, el vigoroso y ganador Every Loser, que acaba de publicar.

Es tan larga y variada la carrera de Iggy (Jim Osterberg en su DNI), iniciada en 1960 y marcada por una actividad frenética, que hay problemas hasta para concretar si el actual es el 19º o 20º disco del rockero de Detroit, que se anticipó al punk al frente de los incendiarios The Stooges. Lógico, en tantos años los números y los estilos van y vienen, como confirman algunos de sus últimos trabajos, caso de Après, donde cantaba clásicos en francés, a su mezcla de rock, experimentación y jazz en Free o sus colaboraciones con Clio, Bill Laswell, Elvis Costello, Lonnie Smith, Mat Sweeney, The Crystal Method o Josh Home en Post Pop Depresion.

Precisamente, esa colaboración con el líder de Queens of the Stone Age, con la que recuperó el reconocimiento de crítica y generaciones más jóvenes, es la más cercana a su disco actual de los últimos años. El autodenominado “tipo sin camisa que hace rock”, que ya había titulado Loser un tema de su disco Skull Ring, vuelve en Every Loser al rock, a la energía y a la búsqueda de una libertad que le presenta como un grano en el culo de una sociedad autocomplaciente y de la que él se desmarca con saña. “Sé que es una ilusión, y que la libertad es solo algo que sientes, pero he vivido hasta ahora creyendo que lo que sientes es lo que vale la pena perseguir. No necesariamente felicidad o amor, sino la sensación de ser libre. Así que este disco es simplemente algo que ha pasado, y he dejado que suceda”, explicaba sobre Free.

Vale para el actual, en el que ha tirado de agenda y se acompaña por varios de esos rockeros que vieron en la Iguana un modelo a seguir en su adolescencia. Nos referimos a Duff McKagan (Guns & Roses), Chad Smith (Red Hot Chilli Peppers), Dave Navarro (Jane’s Addiction), Stone Gossard (Pearl Jam), el fallecido Taylor Hawkings (batería de Foo Fighters) o Travis Baker (Blink-182), por citar a algunos.

Con un par

Dirigido por el treintañero Andrew Watt, que ha colaborado con Morrissey, Elton John o Post Malone, Iggy vuelve a las andadas con un disco que debe escucharse a todo volumen desde su inicio con Frenzy, donde canta, en nuestra cara y con mala hostia, entre amagos de distorsión y guitarras y ritmo crudos, casi hard rock: “tengo pene y dos pelotas, eso es más que lo vuestro”. ¡Glups! Bueno… canta o berrea. Sí, a sus 75 tacos, con el vigor y el sentimiento kamikaze de los Stooges. “Estoy en un frenesí, y el odio que siento es real”, prosigue.

Iggy conoce todos los entresijos del rock, y lo confirma en Strung out Johnny, donde rememora antiguas adicciones y navega, con su voz de crooner, entre guiños a Nirvana y el oscuro after punk de Lords of the New Church, mientras que en la urgente Modern day ripoff se autohomenajea a lo Raw Power y en Neo Punk nos fusila con ritmos del 77, feroz y airado, con una letra hiriente que reparte a diestro y siniestro, especialmente a la degeneración del término punk, copado por celebridades enganchadas a las marcas y a quienes se les permite todo, incluso que ni canten. “No tengo que cantar, conseguí publicar discos”, escupe. Y, al final, se descojona.

Hay más ritmos en Every Loser, de los medios tiempos con pianos y derivaciones pop en New Atlantis a la balada Morning show, pasando por rocks de ritmos funk como All the way down, ejercicios casi nuevaoleros en Comments, y guiños a ese spoken word que borda con su voz profunda y sabia. En los textos se sigue mostrando como un outsider, con críticas a la mentira y a la falsedad que nos conduce, a la dependencia de las redes sociales –“busco un alma gemela”–, a la depresión que nos embarga y a la propia Industria musical que tan bien conoce.

“Que se joda”, le canta en The Regency al final, antes de concluir con un “sigo vivo, sin compromisos y libre, salgo por la puerta”. Ni cuando loa a Miami, su residencia actual, Iggy evita referirse a ella como sede de “traficantes y asesinos colombianos, estafadores estadounidenses y asesinos eslavos”. El chaval sigue “pateando culos”, con “la mente en llamas”, tal cual canta. “¿Me jubilaré algún día? Me lo estoy pasando muy bien, me voy a quemar”, nos previene. Seguro que no; antes, la muerte.