El arte es su lenguaje, su manera de comunicarse con el medio que le rodea y le ha inspirado a crear más de un centenar de obras. Precisamente por ello, ayer el jurado del Premio Xabier Sáenz de Gorbea a la dedicación artística resolvió conceder el galardón al artistas donostiarra Juan Luis Goenaga. Lo recogió en el Museo Bellas Artes, una pinacoteca que conoce bien. “Llevo yendo a Bilbao desde chaval. Imagínate las veces que he recorrido sus pasillos”, recordó.

Se inició en la pintura y el dibujo a una edad muy temprana ¿Por qué? ¿Qué le impulsó a coger el pincel?

Tenía cinco o seis años. Más que hablar, dibujaba, pero no tengo ni idea qué fue lo que me llevó a ello. No sé por qué uno empieza a pintar. Algunos dicen que lo hacen para entenderse, supongo que sería por algo así. Lo que sí sé es que, para mí, pintar era una necesidad física.

¿Es cierto que comenzó en el arte de manera totalmente autodidacta?

Sí. Hablando con otros pintores de Gipuzkoa me he dado cuenta de que era algo bastante normal. Todos hemos sido autodidactas. De todos modos, desde mi punto de vista, se aprende en los museos. Yo he visto muchos: el de San Telmo; el Bellas Artes, en Bilbao, todos los de París… A mí los museos me han ayudado a entender la pintura. Por otro lado, siempre me ha obsesionado la parte técnica del óleo. Me he tragado todos los tratados sobre el tema.

¿Y por qué en Gipuzkoa se ha dado esa tendencia a lo autodidacta?

No había escuela de Bellas Artes. Quizá eso nos haya llevado a ser más individualistas.

Desde que comenzó a pintar en el mundo del arte, han pasado más de seis décadas. En algún momento de este lapso temporal comenzó a ser catalogado como el gran referente del expresionismo estatal, pero usted prefiere huir de las etiquetas ¿Le incomoda algo de estas?

Es curioso. Cuando se habla de impresionismo, por ejemplo, hay que tener en cuenta que es algo que se le ocurrió a un crítico, pero en el fondo Manet o Monet eran pintores clásicos, fantásticos todos. Y Van Gogh, ¿qué es? ¿Impresionista? ¿Expresionista? A mi modo de ver, un buen pintor. Ya está.

Entonces, ¿encuentra algo limitantes las etiquetas?

A ver, en algún momento pueden tener sentido, pero yo he pintado de todo. Me interesan muchas cosas, el paisaje, la figura… Y la pintura rupestre. Me ha interesado tanto como Tiziano. Es como si cerrara el círculo: comencé con el arte rupestre, pasé por la pintura y volví a ese tipo de pintura. Ahí está la clave. Y es que ¡también era óleo! Era aceite con pigmentos.

Ha expuesto en París, Berlín y en varias ciudades de Estados Unidos, entre otros muchos lugares. Con todo, decidió establecerse en Alkiza. ¿Qué le han aportado todos estos lugares? ¿Y qué le aporta Gipuzkoa?

Siempre he tenido a París como referente. Es en esta ciudad donde empiezas a entender la pintura. A mí me dio las claves. Alkiza es la Euskadi profunda (ríe), es muy cabal, muy prehistórica. Mi vida ha transcurrido entre Donostia y Alkiza, pero siempre con París en la mente. Aun así he hecho muchas salidas. Además de donde dices, he expuesto en muchísimas ciudades de España. Y en Bilbao, desde muy joven, además... Llevo yendo (a Bilbao) desde chaval. Imagínate las veces que he recorrido los pasillos del Bellas Artes.

Buena parte de su obra nace de la observación de la naturaleza; de las hojas, de los árboles y, en definitiva, del medio ¿Qué es lo que le inspira de todos estos elementos? ¿Por qué son un campo tan fértil para su creación artística?

Al final son pretextos. No sé cómo explicarlo. Cada elemento me da una pista. También es cierto que cambio mucho, nunca me he ceñido a un tema o a una manera de pintar en concreto. A veces pinto varias cosas a la vez que no tienen nada que ver entre sí. No obstante, es cierto que la figura siempre está presente.

Además de todos estos, ¿qué otros temas le inspiran?

Hay cuatro o cinco con los que siempre he tenido cierta fijación. La arqueología, la mitología y la naturaleza, que siempre está presente. El erotismo también me ha interesado mucho, algo que ya estaba presente en la pintura rupestre. Todo me lleva a lo mismo.

¿A qué se debe esa obsesión con el mundo pétreo?

No sabría explicarlo con exactitud. No soy una persona teórica, parto del impulso y me cuesta razonar los porqués de las cosas. Me pierdo y, si tuviera que hacerlo, diría tonterías. Además, en la pintura nunca sabes a dónde te va a llevar, qué territorios nuevos te va a enseñar...

Además de la pintura, también ha expuesto series fotográficas o escultóricas en las pinacotecas ¿Qué implica, para usted, moverse entre diferentes modos de expresión?

La pintura es lo más importante, pero sí me he movido entre diferentes expresiones. Empecé a hacer fotos de joven, en el caserío. Recuerdo que era la época de las hierbas. Creo recordar que pasaba las noches pintando y, por el día, me iba a sacar fotos al campo. Todo se desarrolló de manera paralela.

¿Qué tiene la fotografía que no tenga la pintura?

La inmediatez más absoluta. Puedes pintarlo, pero el hecho de fotografiar algo dota a ese elemento de una realidad muy increíble.

Woody Allen se fijó en algunas obras suyas para una de sus películas, ‘El festival de Rifkin’ ¿Cómo valora esa experiencia?

Fue muy buena. En el fondo todo partía de un desnudo, de un cuadro erótico que, en el fondo, es la película. Fue bonito, me identifiqué mucho con todo ese proceso.

¿Podría concebir la vida sin arte?

No, estaría perdido. Es que veo el mundo a través de la pintura, para mí es una cuestión vital. l