Hace mucho que no toca por Gipuzkoa.

-No sé ni cuándo fue la última vez (risas). Iba a tocar en La Cripta (Covent Garden), pero se canceló por el covid, así que tengo muchas ganas. Bueno, ganas y terror.

Quizás los sitios en los que más gente le pueda conocer sean los más difíciles de tocar.

-No solo por la gente que te conoce, sino por cómo te conocen (risas).

Viene a presentar 'Ese éxtasis', que todavía no había podido mostrar en Gipuzkoa, y del que, asegura, no es coherente con sus 20 años de trayectoria aunque forme parte del mismo pop de autora.

-En los discos siempre tiene que haber una concepción circular que los atañe a un cierto periodo de la vida y al que se le busca algo unitario para justificarlo. Cuando empiezo y cuando acabo las canciones de un disco me hago la pregunta de si es coherente y esta vez sentía que no. Sí que tienen un hilo que lo atraviesa todo, pero nada más. Todas comparten una sensación de extrañeza, de marginalidad de alguien que está al otro lado, que hay se queda. Por eso, en cierta manera es coherente, pero en otra no.

El disco lo grabó en verano de 2020, cuando la pandemia daba un respiro, pero justo después volvió una nueva ola que lo cambió todo. ¿Puede deberse esa incoherencia a ello?

-Sinceramente, no. Lo grabamos en julio, cuando ya se podía pasar de Comunidades Autónomas y pensábamos que se había acabado todo. Me parece un poco forzado pensar eso, aunque no lo diría con toda seguridad. Creo que la incoherencia viene más de antes, de fábrica (risas).

Sigue siendo un trabajo muy representativo suyo, con letras muy autorreflexivas. Solo hay que ver el título del primer adelanto, 'Autorretrato'.

-Sí. Ahí también hay cierto hilo conductor en el disco: alguien que está tratando de buscarse y de situarse respecto a los demás. Para mí esa siempre es una idea fundamental.

¿Cuánto influye en ello ser psiquiatra?

-Seguro que tiene algo que ver, porque cuando vas a componer una canción no puedes esconderte de tu otra piel. Cuando escribes un verso pones todo tu ser, así que inevitablemente va a estar ahí. De todas formas, nunca hago cosas muy explícitas, porque me divierto con otro lenguaje y tampoco le veo sentido. Es verme como una paciente (risas).

¿Y qué ve cuando mira al espejo de una misma?

-Casi todo lo del disco, aunque he incluido algunas mentiras que juegan con lo que querría que fuera. Con los años he adquirido algunas habilidades que me permiten irme más lejos de la protagonista que está viviendo las historias. Por eso, hay mucho de mí, pero también está la imaginación y la ficción.

A ese respecto, ha dado un paso más en el uso de la ironía y el hacer reír, sobre todo en temas como 'Tres venenos' y 'La piscina'.

-Sí, es algo natural cuando adquieres esa distancia que te decía antes. Si vives una canción en carne viva es muy difícil que tenga un vuelo irónico. Pero cuando das un pasito para atrás es mucho más fácil. Además, a mí me gusta mucho reírme, así que sería raro que no hubiese algo de ello en las canciones.

Es un disco muy conectado con su tiempo, no solo en sonido, sobre todo en las letras, con expresiones como "ver un tutorial de YouTube".

-Los dos primeros discos fueron muy deliberadamente graves y solemnes en los que no había espacio para el pop auténtico, que tiene mucha conexión con la actualidad, y estaba más relacionado con arcaismos. Y ahora es más cercano, lo que es muy bonito porque ves como puedes añadir esas palabras a los relatos.

Comenzó en Electrobikinis con un sonido más punk rock que ha ido evolucionando hacia el pop auténtico que comentaba, pero, ¿sigue el mismo espíritu vigente?

-Yo diría que sí (risas). Es gracioso, pero lo siento bastante cerca. Juntarte con la gente que quieres y contar con el mismo núcleo es algo que tengo muy claro. La composición es muy solitaria, pero una vez que salgo a tocar necesito tener una familia en la furgoneta. Lo hago demasiado poco y me gustaría hacerlo más, pero no siempre económicamente es posible.

¿Cree que si no hubiera ido a Madrid habría podido tener la misma carrera que ha tenido?

-No vine buscando eso, lo hice buscando la gran ciudad como experiencia vital. Estoy segura de que sí podría haberla tenido. A veces he tenido la sensación de que en Madrid los músicos tocan en mil proyectos, por lo que te vuelves completamente loca con las agendas. En esos casos pensaba que en Donostia sería mucho más fácil, aunque igual luego no sea así.

¿Ha habido en este tiempo un cambio en cuanto a presencia femenina en la industria?

-Ha habido muchos pasos, pero me he dado cuenta de que va por olas. Cuando tocábamos con Electrobikinis estaban cerca las Pussycats, Nosoträsh, Dover y muchos grupos más, pero luego hubo un silencio largo en cuanto a grupos femeninos. Cuando han aparecido Cariño, Las odio, Ginebras... parece como si fueran pioneras y piensas qué capacidad de olvido. Está muy bien que haya esta ola, pero si hay otro silencio, ¿nos van a volver a tratar con condescendencia siempre? Hay que luchar para que haya una permanencia. Estoy muy contenta porque cuento con una banda muy femenina y es una forma de recuperar unos códigos que echaba de menos y que necesitaba.

Para evitar esas pausas será fundamental divulgar y conservar la historia musical de estos grupos.

-Sí, es importante que no se diga que ya no está de moda un grupo de chicas. Es algo que se ha llevado a aceptar. Hay que generar una continuidad en todo, en técnicas de sonido y en músicas. Las mujeres tienen que animarse a tocar repertorios de otros porque parece que nos hacen creer que para un grupo de chicas sí, pero para lo otro no. He vivido con esa inseguridad mucho tiempo y me ha costado quitármela de encima. l

"Cuando vas a componer una canción no puedes esconderte de tu otra ?piel, aunque nunca hago ?cosas muy explícitas"