Poco tiene que ver el actual Musikene con el que nació hace 20 años. El Centro Superior de Música de Euskadi abrió sus puertas el curso 2001/02 repartido entre varias sedes de Donostia, con, en su mayoría, alumnos del entorno, sin clases de jazz y con "todo, a nivel académico, por hacerse". Hoy en día, es un referente para estudiantes de todo el Estado, con una cada vez mayor vocación internacional, nuevas líneas de investigación y más oferta educativa y un edificio moderno.

"Los primeros años fueron turbulentos. Cambiábamos de sitio cada dos por tres, no había casi instrumentos y los profesores no nos veíamos entre nosotros", rememora Rodolfo Epelde, profesor de trompa a lo largo de estas dos décadas. Por aquel 2001, Musikene se dividía entre diferentes espacios de Donostia como la escuela municipal de Egia, las instalaciones del colegio de Benta Berri y, sobre todo, el Palacio de Miramar, la que fuera la sede oficial de la escuela. "Era otro mundo, con suelos de madera, ventanas de hierro... lo único positivo eran las vistas", apunta la directora, Miren Iñarga, sobre un lugar pequeño, incómodo y para nada acondicionado a la formación musical.

No obstante, a pesar de todos los problemas lógicos de poner en marcha una escuela de música desde cero, el centro se las ingenió para atraer a profesores de gran prestigio internacional desde el primer día. "Guardamos mucho cariño al Palacio de Miramar. Fueron unos inicios muy emotivos, con la ilusión que teníamos con una sede que sabíamos que era transitoria, aunque, al final, se alargase durante quince años", indica Iñarga.

En ese primer curso académico la oferta era únicamente de clásica, ya que el jazz y la música moderna no entrarían en la escuela hasta el segundo año. "Y de forma parcial, con únicamente la batería, el bajo eléctrico, el contrabajo, el piano y la guitarra. Para su totalidad habría que esperar al tercer año de vida", explica Gonzalo Tejada, profesor de contrabajo del centro desde 2002. "Era una época difícil, en la que había que hacer todo desde cero y en la que estar desperdigados por la ciudad no ayudaba. Nadie, salvo la ESMUC de Catalunya, se había atrevido con el jazz", asegura, alabando la valentía de un grupo de personas que, en aquel entonces, "apostó por la música moderna", algo que, dos décadas después, sigue sin poderse estudiar en prestigiosos conservatorios del Estado como el de Madrid.

Estos comienzos caóticos se tradujeron en un alumnado que, en su mayoría, era cercano a Donostia. "Recuerdo que durante mi primer curso tenía dos alumnas de Donostia y otra que era de por aquí cerca. En el segundo ya vino gente de Oviedo y de Valencia. Hoy en día, las pruebas de acceso se han disparado. Antes los alumnos venían porque lo tenían al lado de casa y ahora vienen expresamente aquí desde cualquier lugar", observa Epelde. "En jazz era algo diferente. Venían, sobre todo, músicos semiprofesionales que querían terminar su formación con una titulación y en su mayoría eran de fuera de Euskadi. Con los años hemos ido viendo cada vez más gente de aquí", añade Tejada.

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Una vez que el proyecto de Musikene se fue consolidando, el centro fue acogiendo a cada vez más y más alumnos procedentes de cualquier rincón del planeta, por lo que la necesidad de contar con un nuevo espacio se fue haciendo cada vez más evidente. Finalmente, con el traslado en 2016 al actual edificio en el barrio de El Antiguo, Musikene pudo dar el salto a su siguiente nivel.

"Musikene es un árbol que llega al subsuelo cultural"

Un moderno edificio "hecho a la medida del músico", con salas personalizadas e insonorizadas, todas las disciplinas musicales reunidas en un mismo espacio, una oferta de conciertos abierta a la ciudadanía a lo largo todo el año y la cada vez mayor oferta formativa y de investigación engrosan el actual Musikene. "La nueva sede nos permitió organizarnos definitivamente a nosotros como profesores pero también a los propios alumnos. El jazz, por ejemplo, está ahora representado en una única planta, potenciando así la creación de formaciones entre los estudiantes", apunta el profesor de contrabajo.

El cada vez mayor reconocimiento de la escuela ha ido engordando la lista, tanto de alumnos como de profesores, que quieren formar parte de ella en cada curso. En total, durante estos 20 años se han titulado 1.236 estudiantes de 35 nacionalidades diferentes y han pasado por el centro 404 maestros, de los cuales 168, de catorce países diferentes, continúan ligados a él.

"Estamos muy orgullosos de que Musikene se haya convertido en 20 años en un referente, pero no podemos dejar pasar por alto que lo hayamos conseguido siendo una escuela tan joven", puntualiza la directora del centro, añadiendo que los alumnos y los profesores son los principales embajadores. "Los propios exalumnos son los que nos hacen la publicidad. Conocen a los profesores y hacen que otros músicos quieran venir. Luego se encuentran un edificio de mucha calidad, con una oferta de colaboración con otras entidades muy grande", añade Epelde.

Al mismo tiempo que la proyección del centro ha ido creciendo, lo ha hecho también la oferta educativa, incorporando los Másters en el curso 2014-2015 y ampliando las líneas de investigación, siempre con la prioridad puesta en los compositores vascos. "Nos movemos en un equilibrio entre la apertura internacional y la muestra de nuestro patrimonio. Queremos dárselo a conocer a la sociedad, pero también a los alumnos", explica Iñarga, al tiempo que reconoce la necesidad de seguir difundiendo también a los compositores en activo: "Nos fijamos en el pasado, pero el presente también debe estar vigente".

Para ello, desde la dirección de Musikene se ha tratado en los últimos años de abrir cada vez más el centro a la ciudadanía, y no solo a la donostiarra. "Musikene tiene una vocación de país. No solo es Donostia y por eso echa redes por toda Euskal Herria", indica Tejada. Así, solo durante el último año, el centro ha organizado 294 conciertos y eventos en su auditorio y más de 60 en otros escenarios. Además, se han programado 93 obras de compositores vascos.

"El 90% de los primeros proyectos que forman los músicos que vienen aquí salen de Musikene. Incluso más de la mitad de las bandas que se presentan cada año al Jazzaldia en el espacio para nuevos grupos son de aquí", apunta el profesor de jazz, para quien el atractivo de la escuela está más allá de únicamente su poder formativo. "Musikene es un árbol que llega al subsuelo cultural y social estando presente en todo tipo de colectivos", asegura.

Con todos estos ingredientes, la dirección del centro ya trabaja en el que, esperan, sea su siguiente paso: ofrecer estudios de doctorado en colaboración con la UPV/EHU. Mientras tanto, los egresados de Musikene continuarán siendo sus representantes por formaciones de todo el mundo. "Aprendo mucho de los alumnos. Experimentar con cada uno y luego verlos tocar en alguna orquesta o convertirse en profesores y traer una nueva generación a la escuela es lo más bonito", concluye Epelde. Esa, parece ser, la nota más certera de Musikene.