- Cuatro años después de haber sido estrenada, La naranja mecánica, la obra cumbre de Stanley Kubrick, seguía prohibida en España por la censura del régimen de Franco, a quien le quedaba poco tiempo de vida. Sin embargo, una sucesión de acontecimientos permitieron que la transgresora cinta fuera proyectada por primera vez en Valladolid, una de las ciudades más conservadoras del momento.

¿Cómo nació el proyecto?

-Nació como una propuesta de la cadena de televisión TCM al cumplirse 50 años de su estreno en España. Un compañero, Javier Morales, nos habló del estreno en España de esta película y nos preguntamos si había un poco de leyenda en todo lo que se había contado; si en realidad, había sido tan trascendente.

¿Y en realidad hubo mucha leyenda en su estreno?

-No, en absoluto. Fue un momento muy fronterizo, la vieja dictadura estaba empezando a debilitarse y la película se cogió como un símbolo de que se podían hacer otras cosas. Para los jóvenes de aquella época fue una forma de que se podía luchar contra el régimen a través de la cultura.

Una de sus preguntas en el documental es si una película puede cambiar el mundo.

-La mayoría de las personas que he entrevistado me dicen que nunca lo habían pensado pero realmente fue así, nos motivó para ir un poco más allá. Fue una forma simbólica, como cuentan algunos de aquellos espectadores, de decir al régimen: tú puedes prohibir, pero nosotros estamos aquí para decirte que podemos ver este tipo de contenidos. De alguna forma, para ellos, la película cambió el mundo.

'La naranja mecánica' habla de represión, un tema que está muy vigente hoy en día...

-En aquella época, la conexión con España era muy directa. Para esos espectadores, ese órgano represor, ese estado que quiere coartar la libertad era una conexión que hoy lógicamente no se puede establecer como espectador actual. Pero la película tiene algo magnético, te puede gustar o no. Me hace mucha gracia porque mucha gente dice que no es su película favorita de Kubrick ni de la historia del cine, pero siempre te engancha. Yo no soy de esa generación que vio el estreno, pero para todos tiene una lectura diferente. Eso es interesante porque pocas películas son tan poderosas como para acercarte a ella desde diferentes puntos de vista.

Malcolm McDowell, el actor que interpretó a Alex DeLarge, pone voz al documental.

-Ha sido un placer trabajar con él, el trato ha sido fantástico. Le contamos el proyecto a su representante, se lo comunicó y desde el primer momento estuvo interesado. No la reivindica como un tótem en su vida, que lo fue, sino porque fue una película que llama a la reflexión.

¿Kubrick fue alguna vez consciente de lo significó su película?

-Le hice esa pregunta a Malcolm y me dijo que él pensaba que no. Probablemente, le hubiera encantado que su película hubiera ayudado a cambiar un poco la historia del mundo, la vida de un espectador...

Ha comentado que al director estadounidense no le gustó nada que se estrenara en Valladolid.

-Fue una carambola. La Seminci había cambiado de ser un festival religioso a uno de valores humanos poco antes. El régimen estaba debilitado y la Warner presionaba para que se estrenara en España porque se preveía que iba a ser muy taquillera. Dicen que a nivel mundial consiguió el mismo éxito de taquilla que La guerra de las galaxias. Para la Seminici era un bombazo estrenarla. Kubrick se opuso al estreno porque no le convencía, las condiciones no eran las adecuadas, pero lo pelearon mucho. Dijeron que se iba a proyectar en la universidad, cosa que no se hizo.