Ana Pimenta es abogada, bailarina, actriz y productora. Salvo en la primera de las profesiones, que no ha ejercido nunca, continúa activa en las otras, y lo hace con pasión y devoción. Lleva mucho tiempo viviendo en Donostia, aunque nació en Salamanca. Está al frente de Vaivén Producciones junto a Iñaki Salvador. Yo, la peor del mundo, se estrenó tras la pandemia en el Festival de Olite, en Navarra, ha pasado por el Palacio Euskalduna de Bilbao y ahora mismo se encuentra de gira.
'Yo, la peor del mundo'. ¿Un musical con mucho recorrido?
-Ha tenido mucho tiempo de gestación y está basado en Sor Juana Inés de la Cruz, un personaje que me fascinó cuando tuve conocimiento de su existencia. Me sonaba que en la escuela nos habían hablado de esta mujer como una representante del siglo de oro mexicano.
¿Cómo la convirtió en personaje de un musical? Porque fue, en muchos aspectos, un escándalo en su época...
-Cuando hablé con Antonio Muñoz de Mesa, el autor del texto y de la letra de alguna de las canciones, y con Olga Margallo, la directora, les dije que quería hacer algo sobre feminismo, pero no de una manera moralizante ni tópica. Surgió esta figura y, aunque ya había gente que se había aproximado al personaje en los últimos años, decidimos que queríamos dar nuestra propia visión. La historia nos interesó mucho, quisimos contarla desde otros lugares, y el musical nos pareció que era un vehículo oportuno y apto para narrar la vida de esta mujer.
Una mujer que no era de su tiempo, y hablamos del siglo XVII.
-Para nada. Se enfrentó a su familia, a la sociedad del momento y hasta a sus propias convicciones. Lo hacía todo desde el impulso de ser libre. Le movían la curiosidad intelectual y las ganas de aprender todo lo que estuviera en su mano.
¿Hay mucha diferencia entre el teatro al uso y una representación musical?
-No es que hagamos muchos musicales, no es un género que domine, aunque ya hemos afrontado otros dos: Inalámbricas y Cyrano de Nueva Orleans. Es más difícil en la medida que no te vale un actor que solo sepa recitar; lo que te vale es un actor con unos recursos vocales muy potentes. Lo que me gusta de estos musicales que hemos hecho es que no son nada frívolos. Contamos historias potentes utilizando el vehículo del musical, pero no hay ninguna obra fácil y todas requieren un montón de esfuerzo.
Usted también ha hecho televisión, pero muy poca. ¿No le gusta el medio?
-Estuve en ETB en Señorío de Larrea, he hecho alguna cosa más y diré al respecto que todos los medios me parecen estupendos, pero hace mucho tiempo que decidí que mi vocación era Vaivén, la productora. Cuando tienes una compañía pequeña y debes asumir varios roles no tienes mucho tiempo para otras cosas.
Dicen que en televisión se gana más dinero...
-Posiblemente. También hice publicidad en televisión y pagaban muy bien, pero cuando tienes una vocación clara por el teatro no hay mucho tiempo para otras cosas. Cuando se me han cruzado oportunidades por el camino de otros medios, incluso de radio, lo que ha ocurrido es que yo ponía unas condiciones que podían parecer de pija.
¿De pija? ¿Por qué?
-Porque yo tenía una representante hace quince años y cada vez que me llamaba para algo le preguntaba: ¿Hay alguna posibilidad en el casting? En total, hice tres y no fue mal; uno fue para Hospital Central. Pero cuando me decían: Hay treinta, cuarenta personas... Qué quieres que te diga, lo sopesaba y decía que no. Todo ese tiempo que le iba a quitar a Vaivén para hacer los casting no me merecía la pena.
La televisión es el medio que más da a conocer a los actores.
-Los egos me los voy quitando. Ya he hecho 60 años y no tengo especial interés en verme en una pantalla. Me gusta mucho verme interpretar y verme en distintos roles, creo que tengo capacidad empática para ponerme en los papeles de los personajes, pero lo de estar de casting en casting no me merece la pena, no me arrienda la ganancia.
Pues hay actores que dicen que se aprende mucho en las pruebas para un trabajo.
-Y me parece muy bien que la gente las quiera hacer. No todo el mundo tiene vocación para tener una compañía. En mi caso, son 24 años viviendo de ello. Tiene sus más y sus menos, y cuando no hay ingresos, cobra todo el mundo menos Iñaki (Salvador) y yo, como es normal. Hay que estar a las maduras y también a las más duras. El teatro es así, pero yo tengo claro que me merece la pena hacer lo que hago.
Después de acabar la carrera de Derecho se convirtió en bailaora.
-Ja, ja, ja... Empecé en el mundo del espectáculo con el baile flamenco. Cogí una especie de fiebre con el mundo flamenco, me gustaba mucho Camarón, y como siempre he sido muy decidida, después de terminar Derecho en Salamanca me fui a Sevilla a aprender lo que más me gustaba, bailar. Estuve unos años y llegué a trabajar en dos tablaos, en La Trocha y en el Olé Triana. Pero hace treinta y tantos años el mundo del flamenco era muy cerrado. Los flamencos gitanos llevaban muy mal que las payas nos intentáramos introducir.
Y cambió de aires, ¿no?
-Sí. Vi que aquella etapa se estaba cerrando. Entonces mi hermana Helena era profesora en un instituto, primero estuvo en Vitoria y después se fue a Rentería. Había formado el grupo de teatro Atelier con sus alumnos y de esta forma les hacía más digerible la asignatura de francés. Y me uní a ella, así que hice el viaje del Sur al Norte. Después hicimos la compañía Ur, una escuela y una sala de teatro. Estuve en este grupo durante diez años.
Ur es una compañía muy reconocida...
-¡Y tanto! Es que tiene detrás un trabajo impresionante.
¿Por qué la dejó?
-Por la necesidad de volar, por haber trabajado muchos años en familia y por decidir que quería mi propio espacio. Dejé a mi hermana y me fui con mi chico (Iñaki Salvador). Fue como nació Vaivén.
¿Y qué pasó con el flamenco?
-Cuando vine aquí seguí manteniendo el vínculo con la danza e iba a Madrid de vez en cuando a tomar clases, pero luego me fui metiendo en otras danzas. Empecé a hacer contemporáneo, clásico...
Entre sus pasiones están también la meditación y el yoga...
-Soy profesora de yoga y doy cursos gratis de meditación. Empecé con ellos en la pandemia. Creo que tengo que ofrecer a los demás todo lo que voy aprendiendo. A mí, la vida me ha dado muchas cosas y me gusta agradecer y devolver.
Lleva mucho tiempo viviendo en Euskadi...
-Llevo sobre 35 años aquí y me siento muy a gusto en Euskadi. ¿De dónde soy? Ahora mismo, de donde vivo. Llevo 24 años con Iñaki y estoy muy cómoda viviendo aquí.
¿Habla euskera? Porque las obras se interpretan en los dos idiomas...
-Es uno de mis temas pendientes. Estoy estudiando euskera y he trabajado en euskera, pero pegándome la pasada de aprenderme los textos de memoria, aunque veía que lo que yo podía dar era un nivel muy bajo. Mi devolución a esta tierra ha sido hacer todos los espectáculos en bilingüe, pero mi papel en este idioma lo hace otra actriz. Yo amo esta cultura profundamente. Mi chico es euskaldunberri, pero está contento, se atreve a hacer las entrevistas y a hablar en los conciertos en euskera. Yo lo intento, pero siempre que voy al euskaltegi me piden un montón de horas.