na selección de obras de pequeño y gran formato de los años 80-90 del pintor y escultor Antoni Tàpies (Barcelona 1923-2012) se presentan en el Museo Chillida Leku, en diálogo y colaboración de ambas fundaciones, y de la amistad que en vida tuvieron los dos artistas. 17 obras, nueve esculturas, dos murales, tres pinturas y tres libros dialogan desde el lenguaje informal y matérico en el que se expresaron, y que manifiesta la voz de dos de los más grandes representantes del arte español del siglo XX.

Ambos se vieron por última vez en el Macba en 1998, coincidieron en la Bienal de Venecia en 1958, en la galería Maeght de París 1960, y tuvieron relación con el ceramista alemán Hans Spinner, regalándole el mural Huella de cesta sobre ropa (1980) a Eduardo Chillida. A ambos les unió el tratamiento respetuoso de la materia, la voluntad de trascenderla, y el interés por la filosofía y la poesía.

Tàpies, hijo de un librero, siempre se consideró un pintor autodidacta que, tras acabar sus estudios de Derecho en 1948, admirador de la obra de Joan Miró y de Joan Brossa, tomó parte en sus inicios en el grupo Dau al Set, con una obra cercana al surrealismo y al dadaísmo, para adentrarse pronto en una pintura matérica de reciclaje con polvo de mármol, añadiendo posteriormente todo tipo de aditamentos y objetos cercanos al art povera, al pop y al arte del reciclaje. Mantuvo una fuerte confrontación con los artistas conceptuales en la década de los 70, aunque su obra, cargada de filosofía y religiones orientales, también los poseyera. Tàpies diluye la frontera entre materia y espíritu, entre el hombre y la naturaleza, entre el objeto y la obra de arte. Su propio apellido, Tàpies, evoca muros, tapias y materia. El pintor y escultor recuperó de su primera etapa todo tipo de signos, cruces, lunas, asteriscos, letras, números y figuras geométricas, como signos relativos a la vida/muerte, al dolor/sufrimiento, llevándole a una austeridad cromática de colores fríos y terrosos, colores interiores que muestran el destino trágico del hombre. En la década de los 70 su obra cobra una fuerte carga catalanista y antifranquista, y en los 90 creó la Fundación Tàpies para potenciar el arte contemporáneo.

La obra seleccionada y presentada en el primer piso del caserío Zabalaga resulta excelente y encaja a la perfección con la propia arquitectura y la obra de Eduardo Chillida.

De las pinturas destacaremos Emprenta de cistella sobre roba (1980), regalada a Chillida por Tàpies, Emprentes de fulla (1982), técnica mixta, y sobre todo el magnífico mural de esmalte sobre lava Tres peus (1985), que sintetiza lo mejor de su expresionismo abstracto.

Entre sus esculturas, Sabatilla (1986), con influencia del pop, la excelente obra surrealista Cantir i bota (1987), Cap embenal (1989), precursora de muchas otras cabezas de autores conocidos, y Libre I (1987), deudora de su afición a los libros como hijo de librero. Obras más brutalistas como Taula de despatx (1970), Quadrant solar (1987), Composició (1991) y Lingam (1988) completan la muestra.

Su amistad con el poeta catalán Joan Brossa le llevó a componer con él Poemes from the catalán (1973), del que se ofrecen once litografías, así como otra colaboración con Rafael Alberti, con caja “povera” de arpillera. Un magnífico collage de bolsa de papel con el que se cierra la muestra. Sin duda, la obra de este autor, a quien conocimos de la mano de Eduardo Chillida en la galería Maeght de la calle Montcada de Barcelona en la década de los 70, sigue estando igual de contundente e interrogante como cuando fue creada.