- Elizabeth Duval está harta de que le pregunten de lo trans y solo esperen que hable de esa cuestión que ha abierto una grieta en el feminismo en España. La joven escritora, poeta, performer, posmarxista, trans y lesbiana, estudiante de Filosofía y Literatura en París, defensora de la futura ley para facilitar el cambio de género, es autora del ensayo Después de lo trans (La Caja Books).

¿Qué ha pasado con su cuenta de Twitter?

-Ha sido una cosa muy aleatoria, mezcla de varios factores. Uno de ellos, que mi cuenta debía recibir por troles, gente que me detesta en redes sociales, una cantidad de reportes absurdos bastante grande; y el segunda ha sido el detector automático del algoritmo de Twitter, que una vez que dije, siendo yo poeta, que no había ningún poeta bueno, que había que fusilarlos a todos, en broma, pues aparentemente pensó que los poetas son un colectivo discriminado y me suspendió la cuenta unas cuantas horas; y hace poco estaba hablando en Twitter con un amigo también poeta, que venía por París, y le dije de cachondeo que le iba a dar una paliza, y Twitter acabó pensando que eso eran amenazas de muerte a mi amigo y me suspendió la cuenta de forma indefinida. El algoritmo es un robot y no puede comprender cómo funcionan las interacciones humanas...

Así que está sin cuenta.

-Sí. Ada Colau y Cristinta Fallarás se han bajado del carro de Twitter pero yo he tenido que hacerlo obligada.

¿Y cómo lo lleva?

-Bueno, en cierto sentido con una extraña tranquilidad.

A la novela de autoficción 'Reina' que publicó el año pasado, sigue ahora el ensayo 'Después de lo trans', que nace de un hartazgo de ser etiquetada en un colectivo que asegura que no existe.

-Bueno, no sé si llegaría a decir radicalmente que no existe, sino que realmente recubre a un grupo de individuos mucho más diverso y con muchas más diferencias en su seno que como una imagen colectiva homogénea. Más que hartazgo de ser etiquetada como trans es un hartazgo de que cuando se nos otorga un sitio para hablar en el espacio público, solamente se nos escucha si hablamos de esa diferencia, como ocurre en general con las mujeres, que solo se nos escucha si hablamos de temas de feminidad, del ser mujer, y es eso lo que me tiene hasta el coño, más que la identidad de trans.

Todo se solucionaría si nos mirásemos unas a otras como personas.

-(Ríe) Sí... yo creo que eso es imposible. Lo solucionaría, pero estamos condenados a tener esas etiquetas.

¿Qué guerra que se está librando ahora mismo en el seno del feminismo sobre la cuestión de lo trans?

-De repente, y sobre todo por intereses individuales y partidistas, en algunos casos se están legitimando unos discursos que pueden llegar a ser tremendamente peligrosos. Hace dos o tres años no contemplaríamos como algo normal que en el seno de la izquierda o del feminismo tuviéramos discursos que hablan de las personas trans como personas enajenadas con algún tipo de psicopatología, o discursos que quieren prohibir las terapias de conversión para que la gente trans desista en su ser trans o que quieren erradicar la transexualidad porque la consideran un problema social o moral. Esos discursos, hace dos o tres años no habrían formado parte del debate, al menos en la izquierda, y que de repente se hayan hecho hueco y se haya instaurado una narrativa muy relacionada con el miedo y con el odio, y casi a veces con la conspiración contra las personas trans, es lo profundamente preocupante de esta suerte de guerra cultural en la que estamos.

¿Quién legitima estos discursos?

-Hay una parte más minoritaria de izquierda reaccionaria, pero sobre todo quien está avivándolos o dándoles espacio es, entre otros, el Partido Socialista, por una disputa de poder interna en el Gobierno de coalición con el Ministerio de Igualdad y por no tener instituciones que de toda la vida había tenido, como el Instituto de Igualdad o el Instituto de las Mujeres.

¿Superaremos algún día esos condicionantes sociales, convencionales, políticos y pornográficos que conllevan los términos 'hombre' y 'mujer', sobre todo 'mujer'?

-Yo creo que hay que aceptar un poco esa imperfección y esas imposibilidades de superarlo. Lo que sí podemos es intentar hacerlo mejor dentro de aquello que nos ha tocado.

En cualquier caso, vivimos en un mundo en el que seguimos condenando y castigando al que se sale de la norma, al que es diferente.

-Claro. En el libro hablo de violencia correctiva, y es el ambiente que se está instaurando ahora en el debate sobre lo trans. Como si fuera una cuestión teórica, legal. Probablemente, para mucha gente trans que esté ahora en la adolescencia lo que va a hacer es que esos años sean más duros de lo que habrían sido hace dos o tres años, y quizá impliquen más sufrimiento y más acoso, incluso el acoso físico.

Además, se pone ahora el foco en esa franja de edad cuando el tema va mucho más allá.

-Sí, sobre todo se tendrían que hacer más políticas para aquellas mujeres trans de 50 o 60 años que han tenido que transicionar de una manera más tardía y que, por ello, han sufrido la clandestinidad, han estado abocadas a la prostitución, a estar en la calle... Hay que hacer una importante labor de reparación con esas personas.

Como dice en su libro, no veremos un mundo libre de género...

-No, y eso no significa que estemos condenadas al machismo o a un mundo patriarcal. Gran parte de lo que es machista o de lo que es violento dentro del género puede ir desapareciendo con el tiempo, pero el género como comportamientos que estructuran nuestras relaciones sociales y nos hacen inteligibles para el otro creo que no va a desaparecer ni dentro de 100, ni de 200 ni de 400 años.

Tras su ensayo 'Después de lo trans', ¿sobre qué escribirá ahora?

-Preparo para la colección de Lengua de Trapo de los nuevos Episodios Nacionales una novela que trata sobre dos ocupaciones que se dan en el Madrid de 2016, tras la victoria de las elecciones municipales de Manuela Carmena: una de un grupúsculo marxista leninista en el centro de Madrid y otra de la organización fascista Hogar Social Madrid en el antiguo edificio del NO-DO. Y a partir de esa dicotomía planteo una obra de ficción ambientada en ese momento.

Espero que sea muy leída y cumpla su deseo de que no se le pregunte ya más por lo trans.

-Espero, espero. Si no, simplemente diré no sabe, no contesta.

"No veremos un mundo libre de género, pero eso no significa que estemos condenadas al machismo o a un mundo patriarcal”