El txistulari zestoarra Garikoitz Mendizabal se encuentra estos días en la sede de la Euskadiko Orkestra en Miramon grabando Gutiziak, un disco con el que pretende profundizar en varias ideas: que el txistu es un instrumento perfectamente solvente para actuar como solista en una orquesta y que cuenta con un repertorio apropiado para ello. En su vocación internacional, el álbum será editado por el prestigioso sello Orpheus Classical.
¿Qué estatus tiene el txistu como instrumento en el mundo?
-El mundo es muy amplio y puede que el txistu sea desconocido. A veces, cuando me ha tocado salir fuera, me he encontrado con gente que se asombra del potencial instrumental que tiene el txistu. Aunque estemos en un mundo muy globalizado y con un click podamos llegar a saber de todo, este un instrumento popular, cotidiano, que tiene su día a día aquí con las danzas y con las tradiciones, pero hace mucho tiempo que dio el paso a hacer música de cámara, sinfónica y de otros estilos. De cualquier modo, quizá no se ha normalizado su conocimiento; a nivel mundial, por lo menos. Pienso que estos proyectos, como Gutiziak, que hemos presentado con la Euskadiko Orkestra, indudablemente ayudan a que el instrumento se normalice.
¿Cómo hacer pedagogía de este instrumento?
-El objetivo conciso y directo que tiene Gutiziak es el de normalizar el txistu como instrumento solista en una orquesta sinfónica. El instrumeto necesitaba y necesita, aunque cada vez menos, nuevos repertorios y obras para que los programadores y los directores de orquesta se atrevan a incluirlo como si fuese un instrumento más. Ya se ha hecho con otros como con el acordeón, la guitarra española, el clarinete... No es lo habitual, pero tienen su repertorio y su circuito para trabajar con las orquestas sinfónicas. Al txistu le vendrá muy bien Gutiziak, será una buena carta de presentación, una exquisita.
Para situarlo en un marco comparado, ¿existe algún instrumento con características similares al txistu?
-El txistu, al ser una flauta vertical de tres agujeros, tiene una historia antiquísima. Hay instrumentos comunes que se han utilizado en muchas civilizaciones de todos los continentes. A partir del siglo XII hay muchas referencias, incluso, con iconografía en pórticos de iglesias; eran instrumentos comunes. El empuje de la Ilustración, con los Caballeritos de Azkoitia; de la posterior Industrialización y de los cambios organológicos que se dieron en el siglo XX han hecho que no haya otro instrumento comparable que pueda desarrollarse, ni técnica ni organológicamente, de una forma tan elaborada como el txistu. Sí que hay instrumentos parecidos en la Provenza italiana, en Catalunya, pero podemos decir con orgullo que el txistu tiene esa proyección que permite compararlo con otros de igual a igual.
Para que un instrumento sobreviva habrá que seguir renovando el repertorio.
-Los txistularis eso lo llevamos en nuestro ADN. Es un instrumento muy cotidiano; en el día a día estamos inmersos en ayudar a las danzas, al protocolo institucional, a dar conciertos de cámara... pero somos txistularis del siglo XXI, tenemos nuestras inquietudes y nuestras preferencias para hacer las fusiones. Cada uno lo lleva al terreno que puede y abre las puertas que puede. Algunos llegan más lejos y otros, menos; pero significa que estamos vivos y que queremos crear y ahí me encuentro cómodo. Está bien salir de tu zona de confort y probar cosas nuevas.
Por lo tanto, el txistu es un instrumento del siglo XXI.
-Claro que sí. Tenemos la suerte y la fortaleza de tener una tradición que hará que nunca se pierda. Hay una frase que repito mucho: el txistu nunca ha estado de moda, pero nunca va a desaparecer. Es algo que tenemos muy dentro.
¿Cómo nace el proyecto 'Gutiziak'?
-Este proyecto sinfónico nace de uno anterior. Hace casi diez años llevamos a cabo Txistu Symphonic, que lo plasmamos con la Orquesta de Bratislava en el año 2012. Ese disco me permitió actuar como solista tanto a nivel estatal como a nivel internacional en San Petersburgo, Líbano, Corea del Sur... Pude comprobar en el estado de shock en el que quedan los instrumentistas de las orquestas cuando escuchan el txistu. Inmediatamente me puse manos a la obra para buscar nuevas composiciones y encargos. En aquel entonces se orquestaron melodías ya escritas por antiguos compositores vascos, pero me propuse hacer otro trabajo con nuevas piezas. Y en estos años ha sido lo que he ido haciendo.
'Gutiziak' estará lleno de estrenos.
-Cuesta mucho a día de hoy tocar como solista con las orquestas, no es fácil entrar en ese circuito. Ha surgido esta posibilidad, que es un sueño cumplido para mí: poder hacer este segundo disco con la Euskadiko Orkestra. A mí Gutiziak me sugiere conceptos como un buen sabor de boca, elegancia, delicatessen, gourmet... me suena a todo eso. Era una manera bonita de juntar esto que tanto queremos los vascos, que es la cocina, con la elegancia de la orquesta y el txistu. Hemos preparado un menú sabrosísimo.
El disco, además, lo editará Orpheus Classical, un sello con gran peso internacional.
-Le da lógica a este trabajo: le permitirá tener la proyección que yo quiero, la de convertirse en una carta de presentación para que los directores, los programadores y los responsables de las orquestas vean en el txistu un instrumento más. A alguno le parecerá exótico, a otro sorprendente; eso me da igual, pero es un instrumento más que ahora sí tiene la posibilidad de interpretar muchas obras diferentes. Creo que va a ser un disco relevante, el txistu saldrá muy fortalecido; y será un disco más que necesario para que los txistularis que vengan después comprueben cómo pueden trabajar con una orquesta.
Al hilo de esto y usando sus palabras, el de 'Gutiziak' es un menú muy variado.
-La mayoría son estrenos, quitando el Concierto para txistu y orquesta, de Naji Hakim, que estrené el año pasado con la Orquesta de Líbano. Karibu Peponi, por ejemplo, es una nueva pieza de Javier Martínez Campos, que es un compositor-chelista madrileño. Es una obra que tiene un sabor africano y caribeño que está increíblemente bien escrita, muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Luego también hay una Leyenda, de Eduardo Moreno, que es un íntimo colaborador y amigo mío. Es una música más descriptiva, más cinematográfica. Luego también introducimos el Symphony-Concerto, de David Johnstone, un violonchelista inglés que toca en la Orquesta de Navarra. Plantea una música elegante, sobria, de cámara. También incluimos una brevísima melodía de Fernando Velázquez que a mí me hace especial ilusión, porque siempre me he considerado un enamorado de su estilo de escritura. Además de tenerlo como compositor, va a ayudar en la grabación y va a supervisar las partituras. Hora stacatto, por su parte, es una melodía rumana muy conocida a nivel mundial que se ha llegado a tocar con trompeta o violín, pero con txistu nunca se ha hecho.
También han incluido piezas con sabor local.
Hay cositas de nuestra tierra como Iruten ari nuzu y Atzo ttun ttun, dos canciones de autor desconocido pero que están en nuestra memoria, y que ha orquestado mi querido Kepa de Migel. Para mí, ha sido como cerrar el círculo. Kepa de Migel fue mi profesor de txistu en el conservatorio. 25 años después grabar con este conjunto orquestaciones que ha preparado él, emocionalmente es muy potente para mí. En este caso cantará la soprano Naroa Intxausti, que trabaja habitualmente en Alemania. Y también participará el coro de niños del conservatorio Francisco Escudero de Donostia con Eva Ugalde en la dirección.