a acidez del terreno guipuzcoano ha destruido buena parte de los secretos arqueológicos del territorio. No obstante, con el apoyo de la Diputación, diferentes proyectos han tratado de descifrar los orígenes de Gipuzkoa, entre los que destacan, por su escasez, los desarrollados en los poblados fortificados en altura. Uno de ellos es Basagain, situado en Anoeta, y sobre el que toda la información descubierta ha sido recogida en el libro Basagain. Un poblado en el límite entre dos Eras, firmado por Xabier Peñalver y Eloisa Uribarri.

“Se trata de un poblado que tiene gran relevancia por los diferentes datos que se han conseguido tras mover la tierra durante 25 años de forma ininterrumpida”, explicó ayer en la presentación del libro Peñalver, acompañado por la directora foral de Cultura, Mari Jose Tellería. La Diputación, junto a Gordailua, el departamento de Cultura del Gobierno Vasco y el Ayuntamiento de Anoeta han sido los encargados de su edición.

En Gipuzkoa únicamente se conoce hasta ahora una decena de poblados fortificados en altura. Más propios en Araba y el sur de Navarra, los que se hallan en el territorio guipuzcoano no han podido con el paso del tiempo y “una acidez que destruye los restos”. El de Basagain, descubierto a comienzos de la década de los 90, se corresponde a los últimos siglos de la fase denominada Segunda Edad del Hierro.

Una época marcada por la actividad metalúrgica, tal y como destacó Peñalver: “Principalmente el hierro es uno de los elementos más destacados de la población. La proximidad de hierro existentes en laderas del mismo monte y la presencia de abundantes piezas elaboradas de este material y las escorias procedentes del proceso de fabricación hace pensar que su abundancia en la zona fuese uno de los motivos principales del asentamiento”.

Pero el hierro no debió ser la única gran producción en Basagain, ya que la cerámica, a mano y a torno, es otra de las actividades más destacadas de las excavaciones. Incluso del vidrio, aunque en menor medida.

Una de las mayores curiosidades está en el hallazgo de un fragmento de brazalete de vidrio -actualmente expuesto en el Museo San Telmo de Donostia- originario de zonas centroeuropeas, lo que demuestra la existencia de comercio en la época.

En lo referente a la agricultura y a la ganadería, los trabajos arqueológicos destacan la producción de mijo y, en menor medida, de otros cereales como el trigo vestido o la espelta. “Los restos de animales es con lo que más ha costado dar porque prácticamente han desaparecido”, contó el investigador, al tiempo que detalló que la base de alimentación de los pobladores estaba representada por las tres especies más comunes en este período: la oveja, la vaca y el cerdo.

Sobre la tipología del enclave, el libro destaca la amplia visibilidad desde todos sus espacios, dominando un gran tramo del cauce del río Oria, uno de los ejes vertebradores del territorio de los Várdulos en su momento.

Los trabajos iniciados en 1994 en Basagain han permitido completar los datos que ya se disponían de otras intervenciones como Intxur y Buruntza y han reforzado otros como Santiagomendi y Munoaundi.

“El libro es una oportunidad para descubrir de manera divulgativa, educativa y pedagógica los trabajos de 25 años que sirven para conocer nuestro pasado”, apuntó Tellería.

La publicación cuenta con un gran repertorio fotográfico y recrea con ilustraciones el día a día de estos primigenios guipuzcoanos. “El libro es, por el momento, el último eslabón de Basagain”, añadió Peñalver.

El poblado destaca por su alta actividad metalúrgica, sobre todo del hierro, abundante en la zona y posiblemente motivo del asentamiento