rantza Orbegozo lo tenía todo preparado para viajar a Senegal con el proyecto Murales para la convivencia:arte compartido y colaborativo en las paredes.

No pudo ser. Como tantos otros proyectos cargados de ilusión quedó en suspenso por el COVID-19. Frenado, que no paralizado, porque esta pintora que ha trabajado con esmero el mural y el retrato, ha pasado el confinamiento en activo pero con una profunda preocupación. Tanto “regalar arte” y tanto tiempo en Internet acaba resultando insostenible.

Por el momento, esta artista no podrá cargar su maleta de colores y pinceles para llegar a Senegal y, en el ámbito de una escuela con la que había contactado previamente, convivir, sembrar y recoger para trasladar la cosecha al muro transformado en lienzo. “El boceto lo hacemos entre todos después de mucho charlar, y luego todos a la pared a pintar esos sueños, esas ilusiones”.

Orbegozo está convencida de que “todo el mundo tiene capacidad” para expresar lo que tiene dentro a través de un mural y por ello anima a quien le rodea a participar sin miedo en la iniciativa.

Ese es su método, su guion, pero esta vez se ha quedado en el camino, aunque el amigo con quien iba a viajar se adelantó y se encuentra en Senegal, a la espera de nadie sabe qué. La próxima etapa prevista les iba a llevar a Uganda, país en el que había establecido contactos con un orfelinato.

“Esta historia es muy bonita. En un momento de mi vida complicado en el que me sentía triste, intenté buscar un antídoto para esta tristeza. A mí me pone contenta bailar y bailaba con unos chavales que tienen un canal de Youtube”, explica Orbegozo. Tan eficaz fue el tratamiento contra la tristeza que se puso en contacto con el orfanato para agradecerles por la dosis de felicidad recibida y para anunciar su intención de acudir a conocerles. No sabe cuándo será posible, pero de momento ya les ha enviado algunas pinturas para que empiecen a practicar.

El proyecto Murales para la convivencia se integra en otro que se denomina ArteBus, con el que Arantza Orbegozo cruza fronteras en una furgoneta llena de color “para compartir el arte”.

Es artista de lo público y de lo privado, porque también trabaja por encargo para realizar murales y retratos, una actividad que también ha quedado en suspenso.

No es Orbegozo mujer que se acoja a la opción de quedarse con los brazos cruzados, ni antes ni durante el confinamiento, pero lamenta que no haya habido respuesta cuando en un momento dado planteó que los contenidos que compartía en las redes fueran abonados, aunque casi de forma simbólica. “Nadie quiere pagar por lo que ha recibido gratis”, añade.

Esta artista quiere llamar la atención sobre un hecho, el arte y el deporte, “las asignaturas maría en el colegio”, que han sido clave para sobrellevar el confinamiento.

Pero pese a la importancia que han tenido como válvula de escape para “hacernos salir de vacaciones con la mente cuando con el cuerpo no podíamos movernos”, no se ha dado una relación de ida y vuelta. “Invito a la gente a que piense qué hubiera sido este confinamiento sin esa película o ese libro o sin música”, destaca.

“Muchas personas que nos dedicamos al mundo del arte lo hemos regalado todo. Yo he dado clases de pintura online gratis y de ejercicio para mayores y también otras más cañeras”, explica Orbegozo. Y es que esa es la manera con la que se gana la vida, aunque en un escenario sin confinamiento también las imparte de forma presencial.

“Estos dos últimos meses quienes estamos en el mundo online hemos regalado contenido. Estos dos meses he ingresado cero, como muchos otros. No hemos vendido nada, lo hemos dado”, añade esta artista que afirma que no sabe cómo se volverá a retomar cierta normalidad que les posibilite vivir de lo que hacen.

“En el mundo de la cultura hemos tenido que parar de regalar algunos días, porque la gente se tiene que dar cuenta de que sin la cultura vamos cojos, pero que vivimos de esto”, apostilla. “Estamos muy asustados, porque nuestro trabajo no es esencial, entre comillas, incluso se puede considerar que gastar en arte es un capricho, un extra. Vender ahora está muy difícil, y muchos de nosotros nos estamos pasando a la docencia. Muchos se tendrán que bajar del carro”, lamenta.

“No puedo quedarme acumulando obra. Vamos a tener que reinventarnos. La gente no quiere ni hacer exposiciones, porque si tienes suerte te vas a casa con dos palmadas en la espalda después de un montón de meses de preparación”, añade.

De momento, Arantza Orbegozo está volviendo a recuperar el ritmo de sus clases mirando al futuro con cierto temor, pero siempre con las ganas de encarar proyectos llenos de color.

“Sin cultura vamos cojos, pero los que vivimos de esto tenemos que vender”

“Nadie quiere pasar a pagar por el contenido que previamente ha recibido gratis”

“La cultura ha hecho posible viajar con la mente cuando el cuerpo estaba confinado”

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