dos fareros y una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890. Esas son las piezas sobre las que Robert Eggers, el visionario cineasta tras la obra maestra moderna del cine de terror La bruja, ha construido su último largometraje, El faro. Y a caballo entre el terror y la fantasía, la película examina los tenebrosos impulsos de dos hombres lidiando con una dura vida. "Quería que fuese una película sucia, apestosa, táctil, rodada en blanco y negro", avanza el propio Eggers.

Los reconocidos Willem Dafoe y Robert Pattinson son los encargados de dar vida a los dos protagonistas de la película, que obtuvo el premio FIPRESCI en la Quincena de Realizadores de la pasada edición del Festival de Cannes. Ambos encarnan al veterano farero Thomas Wake -Dafoe- y su joven ayudante Ephraim Winslow -Pattinson-, que deberán convivir durante cuatro semanas. Su objetivo es mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo, pero las cosas se complican cuando comienzan a surgir conflictos por jerarquías de poder entre ambos.

La historia de El faro está inspirada en una tragedia real ocurrida en 1801: dos fareros galeses se quedaron atrapados en su faro durante una tormenta y cuando uno de ellos falleció en un accidente, el otro enloqueció creyendo que le echarían la culpa por la muerte de su compañero.

Igual que en La bruja, Eggers apuesta por una experiencia visual oscura y una atmósfera rodada en blanco y negro y con muchas escenas grabadas al resplandor natural de las velas. Así lo define el propio cineasta: "He elegido deliberadamente mantener el misterio en cuanto a la naturaleza de la luz en esta película; quiero que resulte enigmática, cautivadora y aterradora". Además, para reforzar la sensación de presión y aislamiento, en cuanto a formato eligió trabajar con una proporción de 1.19:1, un encuadre casi cuadrado que cineastas como Fritz Lang o G.W. Pabst usaban en los primeros años del cine sonoro. "En esta película, los espacios están pensados para que resulten cerrados", asegura Eggers, que además realizó una investigación sobre la cultura de marineros y leñadores de finales del siglo XIX que incluía libros, fotografías y documentales. Ésta fue la principal fuente de información para que Dafoe y Pattinson diesen vida a sus personajes, cuya relación sumergirá al espectador en un viaje hacia la locura, movidos por la soledad y el aislamiento.

Rodaje en Canadá La comunidad pesquera canadiense de Cabo Forchu fue el escenario principal del rodaje, donde el propio equipo de producción se enfrentó a las duras condiciones de vida que retrata el largometraje. "No es agradable estar a cero grados centígrados vestidos con chubasqueros y con la lluvia y el viento soplando", recuerda Eggers. Una dureza climatológica que refuerza el aislamiento experimentado por ambos protagonistas.