viena -Una vez más, y ya van 80, la Filarmónica de Viena saludó ayer al Año Nuevo con su tradicional concierto, en el que esta vez los valses de los Strauss hicieron por primera vez hueco a Beethoven, y en el que el fin de fiesta de la Marcha Radetzky sonó limpia de reminiscencias nazis. El director letón Andris Nelsons, que se estrenaba en la tarea de conducir desde el atril este saludo al 1 de enero, cumplió su deseo expresado unos días antes de "compartir con la gente la alegría" y empezar el año con algo positivo.

Pese a estrenarse en este recital, Nelsons, de 41 años, conoce bien a los filarmónicos, con los que lleva una década colaborando. La complicidad entre foso y atril fue patente desde que sonó la obertura de Los Vagabundos, de Carl Michael Ziehrer, una primicia en el Concierto y con la que arrancó el recital.

A partir de ahí, los valses y polcas de los Strauss marcaron el programa, entre ellas Saludos amorosos, de Josef Strauss, un especial mensaje de los filarmónicos al Festival de Salzburgo, al que están muy vinculados, y que este año celebra su centenario.

Pero si hay un cumpleaños musical en 2020, es el 250º aniversario del nacimiento del compositor alemán Ludwig van Beethoven, que desarrolló en Viena la parte más importante de su obra. Durante la pausa del recital, la radiotelevisión austríaca ORF, que lo retransmite a 95 países, emitió un simpático corto en el que una joven busca hojas de partitura de Beethoven en distintas localizaciones relacionadas con el compositor, donde encontraba a grupos de filarmónicos que las interpretaban.

Tras la pausa, la Filarmónica se lanzó con la obertura de la briosa Caballería Ligera de Franz von Suppé, muy adecuada para acabar de despertar a las decenas de millones de personas que siguen el concierto por radio y televisión

En la segunda parte, como desde hace años, a la música se unió la danza, con la emisión de dos piezas de ballet. El coreógrafo José Carlos Martínez, hasta el pasado septiembre director de la Compañía Nacional de Danza, fue responsable de las dos escenas, grabadas en agosto.

La anécdota de la segunda parte vino con El galope del postillón, de Hans Christian Lumbye, y para el que Andris Nelsons desdobló sus funciones: dirigió a la orquesta y protagonizó los solos de trompeta. Tras el programa oficial, llegó el momento de las irrenunciables propinas. La primera fue una sorpresa: una polka rápida de Josef Strauss. Luego, como es tradición, Nelsons y los filarmónicos desearon al público un Prosit Neujahr, o sea, Feliz Año Nuevo, antes de tocar El Danubio azul, el vals más conocido del mundo, obra de Johann Strauss hijo, y que no puede faltar el 1 de enero en Austria. Y, para rematar el concierto, el himno oficial para arrancar con energía cada nuevo año desde Viena: la Marcha Radetzky. La que sonó ayer tuvo mucho significado, político e histórico. La marcha no es la original, sino una partitura con los arreglos que introdujo en 1914 el austríaco Leopold Weninger. Este compositor se afilió luego al partido nazi y realizó numerosas obras para ensalzar su ideario antisemita y xenófobo.

La Filarmónica, que hasta 2013 no hizo memoria histórica sobre sus vínculos con el nazismo, quiso ahora presentar una nueva versión, limpia de esos arreglos, argumentando que, con los años, la partitura de Weninger ya se había ido modificando.

El resultado fue una marcha menos marcial, más festiva, en la que el propio Nelsons se encargó de atemperar por momentos las tradicionales palmas con que el público la acompaña.

Según anunció la orquesta, será el director italiano Riccardo Muti quien ocupará el atril el próximo 1 de enero para dirigir el tradicional Concierto de Año Nuevo. - Efe