Star Wars es algo más que una docena de películas y series de televisión y, por supuesto, mucho más que una de las maquinarias más rentables de la galaxia; es el universo emocional de muchos espectadores que recuerdan dónde y en que momento comenzaron a seguir esta historia, incluso, hay quien tuvo oportunidad de verla por primera vez en el Zinemaldia de 1977. "Que la Fuerza te acompañe", "Yo soy tu padre", "Te quiero/Lo sé", "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes" y "¡Es una trampa!" son frases que han pasado a la historia del cine, como conceptos como la Fuerza, los Jedis, los Siths, los wookies y, aunque muchos renieguen de ellos, los midiclorianos. George Lucas pertenecía a un grupo de cineastas que, como Steven Spielberg o Brian de Palma, rompieron las costuras del género, y forjaron el nuevo público. No es extraño, por lo tanto, que además de los ya citados, Francis Ford Coppola y John Landis -Martin Scorsese también rondaba a este grupo, tal y como bien recuerda Zeroville, de James Franco, que pasó por el último Zinemaldia- asistiesen al pase de prueba de aquella space opera diseñada por el máximo responsable de American Graffiti (1973). Es bien conocido el exabrupto que De Palma profirió a Lucas tras aquel pase y también su posterior colaboración para hacer que aquella epopeya llena de mística y aventuras fuese más comprensible. Con notables influencias de La fortaleza escondida (19658), de Akira Kurosawa, y de otras cintas del drama medieval japonés -se conoce el género como jidaigeki, concepto del que Lucas sacó la idea para nombrar a los héroes de su largometraje, los Jedis-, el cineasta llevó a cabo un diseño de producción con estética samurái -como bien demuestra la vestimenta de Darth Vader-, que unió en una coctelera con ecos de Flash Gordon y otros géneros como el western-. A Toshiro Mifune, consagrado actor japonés y habitual en la filmografía de Kurosawa se le ofreció el papel del principal villano, pero ante su negativa fue interpretado por David Prowse -fue sustituido por Sebastian Shaw en la tercera parte, al ser despedido por Lucas, al acusarle de filtrar información de los guiones, tal y como se relata en el documental I am your father, de Toni Bestard y Marcos Cabotá, que pasó en 2015 por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia- y con la característica voz de James Earl Jones -en nuestra memoria emocional, la voz es la de Constantino Romero-.

En cuanto al elenco, Harrison Ford aún no era Indiana Jones; Carrie Fisher solo era la hija de Debbie Reynolds, protagonista de Cantando bajo la lluvia; y Mark Hamill era un actor dedicado a la pequeña pantalla. Por su parte, Alec Guinness, oscarizado por su papel en El puente sobre el río Kwai, fue nominado a Mejor actor secundario por su interpretación de Obi-Wan Kenobi, paradójicamente, un papel que aborrecía.

La guerra de las galaxias, esa historia sobre el joven Luke Skywalker que responde al grito de ayuda de la princesa Leia Organa en un universo controlado por un malvado emperador, fue un éxito que sacó al género fantástico y de la ciencia ficción de la serie B, y en el que también influyeron, por supuesto, la banda sonora de John Williams, y la aportación de Marcia Lucas, exmujer del director, que hizo notables aportaciones al montaje alejándose del guion y facilitando secuencias de gran intensidad como la de la persecución final antes de la destrucción de la Estrella de la Muerte. El presupuesto inicial de once millones de la primera parte se ha convertido a lo largo de los años en una recaudación de 775. Es decir, el 10% de los 7.000 millones que se estima que ha logrado toda la saga hasta la fecha. A esa cifra, habría que añadirle otros 14.000 millones que, según el documental Toys that made us -disponible en Netflix-, es la cifra de recaudación de todo el merchandising generado por la saga. El también autor de THX 1138 fue pionero en imaginar personajes con el único objetivo de confeccionar muñecos para su venta -ahí están los Ewoks o los Porgs-. El éxito de la primera parte llevó al rodaje de dos secuelas. Lucas, poco amigo de seguir dirigiendo, delegó la realización en los hombros de otros, al tiempo que añadió a una pieza fundamental al equipo de escritores que él lideraba; el guionista Lawrence Kasdan. Dejó en manos de Irvin Kershner el rodaje de la que es considerada como la mejor de toda la saga, El imperio contraataca (1980); y en las de Richard Marquand la responsabilidad de El retorno del Jedi (1983), que en un inicio iba a titularse La venganza del Jedi. No obstante, la presión de esos espectadores emocionales, que llegan a vivir más la historia que sus propios creadores, hizo que Lucas rectificase: en el mundo que había imaginado, el credo de los buenos impedía su venganza.

la trilogía digital Las tres películas originales tenían un público claro: el infantil y el juvenil; no obstante, todo el mundo se hace mayor, también George Lucas. Tras cerrar la primera trilogía en el año 1983, y después de expandir el universo con más secuelas en otros formatos como el cómic, la literatura o los videojuegos -y más merchandising-, el cineasta decidió volver a sentarse en la silla del director para abordar un nuevo compendio de películas que narrasen el auge y la caída de Darth Vader, es decir, el padre de Luke Skywalker, el héroe original, recuperando a versiones más jóvenes de algunos personajes como Obi-Wan Kenobi -esta vez interpretado por Ewan McGregor-. Ello conllevó a la reenumeración de las películas: así la primera parte de Star Wars pasó a conocerse como el Episodio IV: Una nueva esperanza, mientras que el El imperio contraataca y El retorno del Jedi se convirtieron en los Episodios V y VI, respectivamente. Lucas aprovechó el avance de las nuevas tecnologías cinematográficas y abandonó las técnicas tradicionales, como el uso de títeres para animar a las bestias y razas galácticas -notable es el trabajo de Frank Oz con Yoda en las cintas originales-, para crear un universo de CGI y verde croma -en ese afán de crear productos basados en sus personajes, Lucas imaginó a Jar Jar Binks, uno de los seres más odiados por el fandom-.

Las tres trilogías, por lo menos hasta la llegada de Los últimos Jedi (2017), de Ryan Johnson, se basan en el monomito. Lo que ocurre es que, si bien es indiscutible que todos los elementos del camino del héroe están presentes en el Episodio I: La amenaza fantasma (1999), el Episodio II: El ataque de los clones (2002) y el Episodio III: La venganza de los Sith (2005) -ahora, sí-, en la narración pesó demasiado, y así lo castigaron los aficionados y la crítica, la trama política que desarrollaba la desintegración democrática del sistema, a favor del Imperio dictatorial que conocimos en Una nueva esperanza. La nueva trilogía ya no era para niños.

la trilogía casi nostálgica Aunque durante muchos años se especuló con una tercera trilogía que continuaría la historia donde la dejó El retorno del Jedi, esta no llegó hasta que Disney compró Lucasfilms por 4.050 millones de dólares. Así, la máquina volvió a funcionar y la compañía del ratón Mickey puso al frente del Episodio VII: El despertar de la Fuerza a J.J. Abrams, el rey de la nostalgia, que además de la creación de Perdidos tiene en su haber ser el responsable del reboot de Star Trek, dirigir la tercera parte de Misión Imposible y ser el responsable de Super 8, una cinta que bebe directamente de las producciones ochenteras de Spielberg y Lucas. En El despertar de la Fuerza la protagonista es Rey (Daisy Ridley), una huérfana que debe enfrentarse a la Primera Orden -con estética nazi-, surgida de los escombros del Imperio, dirigida por el Lider Supremo Snoke (Andy Serkis) y capitaneada por Kylo Ren (Adam Driver), hijo de Han Solo y Leia, y que quiere ser más malo aún que su abuelo Darth Vader. Abrams ideó una historia que presentaba nuevos personajes pero recuperaba a Hamill, Fisher -desgraciadamente falleció en 2016 y su presencia en la nueva película se debe a descartes del Episodio VII- y Ford, y que prácticamente actualizaba -copiaba- la estructura y los hechos de Una nueva esperanza, algo que Ryan Johnson quiso deshacer en el siguiente episodio, Los últimos Jedi. "Deja morir al pasado. Mátalo si es necesario", afirma el personaje de Driver, casi como una declaración de intenciones del propio director y que provocó la ira de los aficionados al ver echada por tierra la idealizada imagen de Luke Skywalker; algo con lo que el propio Mark Hamill no se sintió cómodo. Tanto es así, que para dirigir El ascenso de Skywalker, que se estrena hoy, y para desenmarañar el nudo creado por Johnson, a la hora de abordar el último episodio, Disney volvió a contratar a Abrams, para arar un campo lleno de nostalgia al que, por mucho que lo nieguen, se volverá antes o después.