Haizea y Aitor quieren ser profesores de danza y dirigen a sus compañeros en los ejercicios de calentamiento del espectáculo que preparan para celebrar el 25 aniversario de su compañía, Verdini Dantza Taldea de Donostia. Todos ellos tienen síndrome de Down.
Isabel Verdini está tras este grupo de bailarines para el que siempre ha reivindicado un lugar en la cultura, por el que peleó para que su espacio natural fuera el teatro y no las canchas de los polideportivos.
El donostiarra Teatro Victoria Eugenia los ha acogido más de una vez y volverá a hacerlo el 10 de febrero, cuando los 19 integrantes de la compañía repasarán algunas de sus producciones en el montaje Nire, zure, gure Verdini: 25 urte (Mi, tu, nuestro Verdini: 25 años).
“Han sido ellos los que han elegido las coreografías que más les gustan”, explica a Efe la impulsora de este proyecto que comenzó a tomar forma en 1993 para cumplir la “promesa” que le había hecho a su hermana tras nacer su sobrina con síndrome de Down. “En mi casa somos todos muy bailones y le dije: No te preocupes, que la niña va a bailar”.
Isabel, que había estudiado danza y teatro en Barcelona, dirigió entonces su formación “hacia las personas con diversidad funcional” y, después de un periodo en Madrid en la Fundación Psicoballet Maite León, regresó para abrir camino en Gipuzkoa con todas las dificultades que comporta una labor pionera.
“El comienzo fue muy duro, me costó muchos lloros”, afirma. Batalló durante años por lograr la ubicación administrativa donde realizar trámites y solicitar subvenciones.
“Iba a Cultura y me mandaban a Bienestar Social y en Bienestar Social me decían que tenía que ir a Cultura. Hay gente que me ha pedido disculpas por cómo nos lo han hecho pasar. Era un calvario”, señala.
Además, siempre ha defendido el encaje de su compañía en el ámbito de la cultura y las actuaciones en teatros y espacios culturales “por dignidad” . Dice que ha habido muchos momentos en que ha pensado en tirar la toalla, pero que cuando ha estado a punto de hacerlo “siempre ha salido el sol por algún lado”.
Medalla al Mérito Ciudadano 2008
El “punto de inflexión” para Verdini Dantza Taldea fue la concesión de la Medalla al Mérito Ciudadano de Donostia en 2008, explica Jesús Murua, marido de Isabel, presidente de Verdini y “chico para todo” de una compañía que se sostiene sobre todo de apoyos familiares.
“Fue un revulsivo muy potente para que nos conocieran”, indica Murua, que explica que reciben algo menos de 6.000 euros de subvenciones de la Diputación de Gipuzkoa, y entre 800 y 900 euros del Ayuntamiento de Donostia.
Por ello, los ingresos por taquilla son la principal fuente de financiación de Verdini, que en dos décadas ha recorrido numerosas localidades vascas y ha visitado ciudades como Biarritz y Oxford (Reino Unido), además de escenarios de Salamanca, Burgos y Logroño.
A pocos días de la presentación del espectáculo del 25 aniversario, el grupo se ha reunido para un nuevo ensayo, que inician con ese calentamiento dirigido por Aitor y también por Haizea, que es esa niña por la que su tía Isabel se lanzó a este universo de la danza con discapacitados, “un toma y daca” en el que todos aprenden de todos.
“Hay que entrar en su mundo, es tan magnífico, te da unas pautas tan buenas que al final tú aprendes y te guías. No se trata de decir haz esto porque tu eres síndrome de Down y yo soy más lista, aquí nadie es más listo que nadie. Cada uno tenemos una vida y una historia y nos enfrentamos a nuestros miedos. Y Verdini es una vía para quitarte esos miedos”, explica.
Actualmente trabaja con Haizea y Aitor “el habla, para que sepan dirigir”, agrega Isabel Verdini, que además ha dado a estos alumnos la posibilidad de preparar sus propias coreografías.
Musicalmente las apoyan en sus gustos personales, en Michael Jackson y Britney Spears en el caso de Aitor. El “ídolo” de Haizea es David Bisbal, así que su primera coreografía ha partido de un tema del cantante. Le ponen pasión y expresividad a la danza. “Yo por Verdini, mato. Dejaré de bailar cuando me muera”, afirma Aitor, que como el resto de sus compañeros acude con disciplina a los ensayos.
“En la compañía están los que entiendo que pueden estar, los que tienen algo, aportan algo y los que demuestran que van a venir a los ensayos, también los sábados. Hay gente que lo ha dejado porque venir todos los sábados de tu vida es duro”, destaca Isabel. Afirma que mientras la haga feliz, seguirá con este proyecto. “Seguimos luchando para que se nos reconozca como bailarines y como compañía de danza, para que nos contraten. Ahora todo esta cada vez más abierto, pero hay que recordarlo”, subraya.