Juan Mayorga, Anton Chéjov, Yasmina Reza, Rudolf Fish, H.J. Ibsen, Kate Chopin, Tennessee Williams... Obras de numerosos autores "de primerísimo nivel" han pasado por las manos de Teatro Estudio desde que en 1965 empezaron a reunirse en los bajos de la parroquia de San Sebastián Martir en el Antiguo. En aquel entonces, no eran más que cuatro o cinco jóvenes con ganas de hacer teatro y colaborar con otras compañías. Hoy en día cuentan con un local en Intxaurrondo y el grupo ha crecido considerablemente, incluyendo tanto a jóvenes como a veteranos. Con todo, su filosofía no ha cambiado: "Desde el principio hemos querido hacer teatro novedoso que cuestione temas sociales", explicó Karmele Alza, una de las integrantes que más tiempo lleva en la compañía. De los inicios en el Antiguo quedan el director Manolo Gómez, Mari Carmen Oihaneder y Esther Remiro, entre otros, ya que muchos de los que participaron en Teatro Estudio en los primeros años no eran parte del grupo, sino que participaban en proyectos sueltos. "Aun así, no ha cambiado nuestra premisa de hacer que la sociedad mejore a través del teatro", señala Remiro, quien lamenta que la "precariedad de los grupos amateur" también sigue siendo la misma.

A pesar de que la financiación sea escasa, la compañía donostiarra se ha manejado para hacer un montaje al año. "Intentamos que cada uno de ellos sea algo especial, porque hacemos el teatro que nos gusta y no contemplamos la mediocridad", declara Remiro, quien recalca que eligen un montaje que les parece "importante" para tener mucha ilusión desde el principio. Por eso mismo, recuerdan todas las obras que han representado con mucho cariño. "Al no ganar dinero, nos hemos permitido hacer autores quizá no tan comerciales pero que nos han permitido reflexionar", admite Alza, quien recuerda especialmente la función en la que estrenaron una obra de Harold Pinter, puesto que el dramaturgo murió ese mismo día.

Por otro lado, entre los montajes de mayor aceptación se encuentran La cantante calva y Tartufo. "Ganamos varios premios y conseguimos hacer muchas funciones", agrega. Ambas coinciden en que siempre buscan calidad en lo que seleccionan, y procuran que sean obras cortas. "Son auténticas joyas, pero una compañía comercial no se puede plantear hacer eso", subraya Remiro. Por ello, leen mucho, hasta conseguir una propuesta interesante, antes de ponerse a estudiar, "la parte más aburrida, sin duda".

Inicios con un gran ambiente Evolución

Antes de llegar a vivir esos estrenos y buenos momentos, Teatro Estudio pasó unos años para consolidarse en la escena donostiarra. "Por aquel entonces había muchas compañías de teatro amateur, por lo que contábamos con colaboradores para las funciones", apunta Alza. Cuando esta escena perdió fuerza es cuando Teatro Estudio se asentó en la ciudad. "Las compañías hacíamos turnos para actuar los domingos, y los lunes nos reuníamos para hacer una crítica y ayudarnos a mejorar entre nosotros", recuerda Remiro, quien asegura que había "un ambiente tremendo". Poco a poco, el grupo siguió acogiendo a gente nueva, "casi todos con poca vergüenza", y hoy en día se suman a la compañía muchos jóvenes que provienen del Taller de Artes Escénicas de Donostia (TAE). "Ahora hay veteranos con el culo pelado y otros nuevos", recalca Alza. Aun así, se las han arreglado para que todos en la compañía tengan algo de formación en teatro. "Los jóvenes vienen bastante preparados y muchos de nosotros habíamos hecho teatro antes de ingresar en la compañía", continúa. Además, los primeros años de la compañía también se hicieron varios cursos en Bizkaia, Navarra y Madrid. "La preparación en el teatro no se acaba nunca", sostienen ambas.

A pesar de que siempre han tratado hacer teatro de calidad, después de medio siglo su asignatura pendiente sigue siendo la financiación. "Seguimos sin tener un duro", lamenta Remiro, quien agrega que tienen la suerte "de que lo hacemos tan bien que llenamos el teatro", por lo que mantienen un colchón suficiente para seguir haciendo teatro.

Los premios también podrían ser de ayuda, pero el transporte a los certámenes no les sale barato, por lo que no les compensa. "Nos sale mucho mejor hacer espectáculos en distintas localidades de Euskadi". Ahora, con la crisis, no resulta sencillo, ya que han pasado de 25 funciones al año, a ofrecer cerca de cinco. "Además, las subvenciones no son suficientes para producir un montaje. Nos salva que Donostia Kultura nos da la opción de hacer dos funciones aquí y otras dos en el Principal", apunta Alza. Por eso, a veces dependen de la taquilla, por lo que tienen que hacer publicidad sin cesar para poder seguir ofreciendo teatro de calidad.