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El arqueólogo que encontró la nao San Juan: "El corazón me latía a mil por hora por la emoción"

Robert Grenier, el arqueólogo canadiense que encontró el galeón en 1978, ofreció en mayo de 2015 una charla en el museo San Telmo

El arqueólogo que encontró la nao San Juan: "El corazón me latía a mil por hora por la emoción"Ruben Plaza

RobertGrenier, que fue el director de la investigación arqueológica del pecio de la nao San Juan, se mostró emocionado en su visita a la Factoría Marítima Albaola, donde explicó cómo fue, hace casi cuatro décadas, el hallazgo del ballenero vasco hundido en Canadá en el siglo XVI.

"Siento una gran emoción al ver hasta dónde ha llegado la nao San Juan, después de haber pasado ocho años trabajando debajo del agua y otros 30 de investigación", declaró el canadiense, que ya visitó el día de su inauguración. Grenier fue líder del servicio de arquelogía subacuática de Parks Canada y ex presidente del comité científico para preservar el patrimonio marítimo de la Unesco. Hoy en día, es el jefe del proyecto sobre el estudio del Ártico de Parks Canada.

Sentado en el interior de la réplica de la nao que Albaola construye en la factoría de Pasai San Pedro, recalcó la importancia del San Juan, un "tesoro histórico" que además, es el icono del patrimonio subacuático de Unesco: "Su hallazgo sirvió de punto de partida para que comenzaran a investigar el patrimonio subacuático internacionalmente. Nunca habría imaginado un futuro parecido para el barco, que es un icono por la calidad de la nao y por el trabajo que se realizó".

El hallazgo

Grenier recordó el día en el que encontró los restos de la nao en la costa canadiense en septiembre de 1978. Tenían "unos documentos vascos que hablaban de la desaparición del barco en Canadá", por lo que todos los días se sumergían en el agua para buscar la embarcación. El primer lunes de septiembre, Día del Trabajo en Canadá, a Grenier le tocaba el turno de tarde, y cuando habló con el compañero que trabajaba esa mañana, este le dijo que creía haber encontrado algo pero no pudo alcanzarlo por la marea.

"Bajé y al final pude encontrar unas barricas", continuó. Me quité el guante para tocar las maderas, que estaban cubiertas de una especie de grasa". Después se dio cuenta de que era aceite de ballena, la mercancía que funcionaba como codiciado petróleo de la época. "El corazón me latía a mil por hora por la emoción. Ese momento fue como cuando estás revelando una foto en una sala oscura y te das cuenta de que has conseguido la imagen que buscabas", apuntó el arqueólogo, que lleva 45 años de trabajo a sus espaldas.

Una gran responsabilidad

Debido al hallazgo, Grenier sintió una gran responsabilidad. Ese mismo año se había publicado un libro sobre un galeón español del que habían encontrado una pieza. "Nosotros teníamos mucho más que eso, ya que la madera era de una calidad muy buena y encontramos el espejo de popa y un trozo de la quilla", señaló. "Había muchísimo material para investigar". Antes que nada, viajó a Europa, pero nadie quiso ayudarle, por lo que tuvieron que invertir una gran cantidad de dinero.

En cuanto al trabajo de campo, cada día se sumergían una hora porque el agua estaba a cero grados. "Afortunadamente, después inventaron unos buzos de neopreno con unas mangueras de agua caliente, por lo que durante esos ocho años pudimos permanecer bajo el agua cerca de catorce horas diarias", afirmó. Gracias a la posterior investigación pudieron recrear los planos de la nao que Albaola usa para construir la réplica que iba a ser embajada flotante de Donostia 2016 pero que según las últimas estimaciones, no estará lista hasta 2019.