Veinte años sin Camarón de la Isla
El flamenco recuerda al cantaor, señor de un tiempo eterno sin más ayuda que su genio
MAdrid. Veinte años no son nada, o por lo menos eso le parece a la industria discográfica porque Camarón vence al tiempo flotando "solito" en su estela desde que murió, tal día como hoy hace dos décadas, sin más ayuda que su propia leyenda, alimentada morosamente con las "reediciones caseras" de discos que son ya "evangelio" del flamenco.
Si para el decimoquinto aniversario de su muerte se editó el especial Reencuentro, nueve temas inéditos y un DVD con imágenes cedidas por su familia y actuaciones en TVE, las dos décadas de su muerte pasarán, discográficamente, sin gloria que lo conmemore.
El último "lanzamiento" de Universal, fue la grabación del concierto del San Juan Evangelista, el 25 de enero de 1992, una cita que estuvo a punto de suspenderse porque José Monge Cruz, de vuelta de Nîmes, estaba ya afectado del cáncer de pulmón que le había tocado en la "rifa" de cinco paquetes de tabaco, "o más", al día y estaba muy fatigado.
Le esperaron casi dos increíbles e inusitadas horas, pero apareció, y cantó, y el respetable voló en sus melismas de tarantos, bulerías, tangos y fandangos en la que fue la última enajenación colectiva que protagonizó.
Luego se dedicó, entre pruebas médicas y visitas a la clínica Mayo de Minnesota (EE.UU), a concluir el disco en el que llevaba inmerso un año y medio, Potro de rabia y miel, el de la portada de Miquel Barceló y en el que colaboraron, entre otros, el guitarrista que le acompañó en sus diez primeros discos, Paco de Lucía.
'La leyenda del tiempo' Pero si hay un disco que significó "un antes y un después" no ya en su carrera sino en el flamenco fue La leyenda del tiempo, de 1979, en el que este adelantado "se salió" en todos los sentidos, de la senda rancia y de los grilletes del "esto es así" y expandió su voz hasta donde nadie había osado. "Los que lo han escuchado y no les gusta, tienen que escucharlo más", dijo cuando supo que, casi unánimemente, se le había echado encima la crítica: "el flamenco puro lo tengo dentro y lo saco cuando quiero". El disco lo grabó junto al que fue desde dos años antes y ya por siempre su inseparable guitarrista, José Fernández Torres Tomatito (Almería, 1958).
"Él sabía la raíz. Los jóvenes no pueden empezar con el Volando voy. Tienen que conocer los cantes de La Perla o de la Niña de los peines. Él los hacía todos y lo hacía tan bonito que cuando comparabas el original con lo suyo, era otra cosa", asegura Tomatito en declaraciones a Efe, convencido de que nadie le ha hecho sombra. El guitarrista se siente un "privilegiado" por haberle tocado "a un genio como él" y haber vivido momentos tan especiales como aquella grabación. "Lo echamos de menos como flamenco y como persona. Cuando hablo de él, es como si volviera a arañarme el corazón", precisa Tomatito.
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