El cultivo de la música
mercedes albaina dirige unos talleres infantiles en el kursaal para mostrar cómo son los instrumentos
LA palabra cultura tiene mucha relación con el cultivo. Sin sembrar un huerto no se podrán recoger sus frutos, de la misma forma que sin sembrar una persona, no sabrá producir ningún bien. La mejor época para plantar cultura en los humanos es en la primavera de su vida. En la infancia las semillas hacen mella y dejan un poso que brotará en su madurez. Mercedes Albaina, directora de los talleres musicales infantiles del Kursaal, planta simientes de música clásica.
Jugando con la música es un ciclo de clases, dedicadas a niños de cinco a diez años, que tiene como objetivo que sus participantes "entren en contacto con los instrumentos de la orquesta sinfónica", explica Albaina. Cada sesión se centra en una familia distinta y el próximo sábado será el turno de los de viento-metal. Con este taller se terminará el ciclo, pero es probable que la próxima temporada empiece de nuevo.
Con unos 25 participantes, estos talleres priman la proximidad del niño a los instrumentos que se quieren dar a conocer. "Nos acercamos para escucharlos, pueden tocarlos con sus manos", describe la directora de las sesiones, y los niños "se quedan un poco fascinados".
Cada clase sigue un hilo conductor diferente. El primer taller que se impartió, que trató la familia de cuerda, se llamaba La granja musical, y ese era el leitmotiv de la sesión. El siguiente, sobre los instrumentos de viento-madera, se titulaba Nos vamos de viaje y era un recorrido a través de los sonidos del mundo. La sesión de este sábado será Un día en el parque de atracciones, donde cada instrumento representará una atracción distinta.
Esta historia sirve para "hilar una serie de actividades", dice Albaina. Las tareas que realizan los participantes tienen que ver con el canto, el movimiento o la rítmica. Hay actividades para sentir el ritmo en las palabras, otras relacionadas con la presión corporal, pruebas para tomar experiencia con el movimiento de la música, juegos cantados, pequeñas coreografías.
Los niños también tocan instrumentos de pequeña percusión como los triangulos, las claves, las sonajas, las panderetas y los panderos, entre otros, que sirven para mantener el ritmo o seguir el pulso.
Los instrumentistas
Alumnos de Musikene
Además de la cercanía que los niños consiguen con instrumentos de la orquesta sinfónica, estos talleres tienen varias particularidades con respecto a otras actividades didácticas.
Una de ellas es que los encargados de mostrar sus instrumentos son alumnos de Grado Superior de Musikene. Ellos llevan sus instrumentos y presentan la familia musical que se estudia en cada sesión y tocan las piezas necesarias para que los niños sepan cómo suenan y para seguir el hilo de la historia y agilizar la sesión. Los instrumentistas, además, al ser jóvenes, dan una imagen de proximidad a los niños. Albaina reconoce que la gente joven es muy fresca y muy cercana a los críos. Ellos, además, "se lo pasan bien y crean un buen ambiente".
Otra peculiaridad es que los familiares de los niños también asisten a los talleres. Ese aspecto es importante porque a los niños "les motiva mucho ver que sus familias dan importancia a esta actividad", asegura la directora de los talleres. "No es como si les aparcasen allí, sino que las familias también están" y sus hijos lo agradecen. Los familiares reciben un programa de mano con la música que se escucha y los objetivos didácticos que se persiguen.
Además, los acompañantes pueden ser útiles para animar a los críos o tranquilizarlos si alborotan demasiado. "Siempre es un riesgo trabajar con niños, y sobre todo con los que no son tus alumnos", dice Albaina. "Si alguno se queda retraído o se mueve muchísimo, también los padres o las familias" ayudan al progreso de la clase. Sin embargo, la conductora de los talleres asegura que los participantes "en general responden bien y se animan enseguida".
niños y adultos
Crear público musical
Albaina asegura que sus talleres son una forma de crear público. Los niños reciben una formación interesante que puede que les anime en un futuro a estudiar música. Y al menos, la directora de los talleres se consuela en que "si estos niños que vienen luego no son instrumentistas, al menos se les abre la puerta para que conozcan los instrumentos".
Pero no es solo una educación para los más pequeños de la casa, sino que también los adultos pueden aprender. "Igual son personas aficionadas, pero nunca han podido ver tan de cerca un fagot", explica Albaina. Además, el factor de impartir los talleres en familia puede animar luego a los padres a llevar a sus hijos a conciertos.
La conductora de Jugando con la música considera importante que Donostia, sobre todo ahora que será capital de la cultura europea, tenga público musical. Esta ciudad "ha hecho una apuesta fuerte para ser cultural, entonces, los talleres también son un grano de arena en este sentido", dice Albaina. Una semilla para que crezca en toda la familia.