Washington. El color negro ocupó un desconocido y misterioso lugar en la obra del pintor estadounidense Mark Rothko, que la National Gallery of Art ha rescatado en una exposición ambientada bajo la luz natural y el sosiego de música abstracta.

La muestra In the Tower: Mark Rothko

La serie más enigmática es la que acoge la sala acristalada de la torre del museo y que rescata parte de las obras a las que se dedicó el pintor en los años sesenta para las comisiones de Four Seasons Restaurant y Harvard University.

En 1964, los coleccionistas Dominique y Jon de Menil le encargaron unas pinturas para decorar una capilla católica en Houston (Texas). Pero la muerte por suicidio del artista en 1970 impidió que Rothko viera aquel lugar. Al año siguiente, el templo abrió en su honor como la Capilla Rothko, un lugar aconfesional que acogió desde entonces la presencia imponente y desconcertante de sus obras Capilla Rothkonegras

Esta serie de lienzos de gran formato revela cómo el artista moldea el negro a partir de la luz, las texturas y los bordes suaves que se desfiguran atrapando, sin embargo, todavía sus famosos rectángulos.

"Las pinturas negras son sorprendentes al público porque Rothko es conocido por sus hermosos colores", comenta a Efe

La exploración artística es "una mejor explicación que su biografía", según Cooper, que cree que los artistas están siempre más preocupados en mejorar y perfeccionar sus técnicas, y Rothko especialmente se obsesionaba por la instalación y la iluminación que se proyectaba sobre sus cuadros.

En las obras más tempranas de la sala contigua, nueve pinturas como Street Scene

Revelan también su paso por trabajos figurativos, su acercamiento al surrealismo y su salto a unas "multiformas orgánicas", que fue el precedente al expresionismo abstracto que encarna la obra más clásica de los 50.

Cooper considera que ese "abandono" del negro en la época "que hace más a lo que nosotros consideramos Rothko" se debe a la dificultad del uso del negro porque es "demasiado poderoso" para combinarlo.

Para acompañar este recorrido de pinturas austeras dominadas por el negro, de las que emergen los rectángulos, el comisario eligió la música abstracta y minimalista del compositor Morton Feldman, un amigo del artista.

Tanto la elección de la música como la disposición de la luz, que "revela más de lo que el mismo Rothko quisiera que viéramos", según Cooper, ha sido pensada para recordar la capilla de Houston e invitar a reflexionar sobre ese misterioso negro que impregna la mirada. "Estaría muy feliz de que la gente viniera aquí a meditar", señala.

Desde el aniversario vigésimo quinto de la Capilla Rothko en la Colección Menil en Houston en 1996, esta es la primera exposición dedicada a este tipo de series del artista judío, quien emigró de Letonia a Estados Unidos.