Crítica de cine de 'La memoria de un asesino': Ética sin justicia

Aunque es cierto que Martin Campbell jamás pretendió gran cosa como director de cine, al menos si derrochó energía y humor en su hacer con el Zorro y con James Bond. De hecho, con 007 filmó una de sus mejores entregas, Casino Royale (2006). Pero en Memoria de un asesino, con un guion descosido y remendado, y con un reparto de veteranos de ojeras, maquillaje y hastío: Liam Neeson, Monica Bellucci y el citado Guy Pearce; se impone la sensación crepuscular de quien sabe que su hora ya ha pasado.

La idea argumental, un retruécano de cuentos ya contados, gira en torno a un asesino profesional acorralado por el alzhéimer y legitimado por un código ético que le impide matar inocentes. O sea, el buen asesino perseguido por un no menos bueno agente de la ley, sufridor en su propia carne de la imposibilidad de que la justicia repare lo que la maldad nos ha arrebatado. Ese duelo entre ambos, Neeson y Pearce, soñado en el papel con clarines épicos como los que acompañaron a John Wayne y James Stewart, desafinan en la pantalla. Neeson, un actor de gesto pétreo y mirada dolorida, asume un rol demasiado convencional como para singularizarlo; demasiado torpe como para dinamizarlo. No obstante, tanto el Pearce que jamás olvidaremos de Memento y el Neeson que siempre nos parecerá honesto aunque su personaje sea el de un monstruo, descansa lo mejor de un proyecto en el que su director y su principal intérprete femenina, Monica Bellucci, parecen no creer en absoluto.