La inesperada Vallieres se corona en el Mundial
La canadiense, sorprendente, se hace con el arcoíris por delante de Fisher-Black y Mavi García, bronce a los 41 años en una carrera que las favoritas gestionan sin sentido
En ocasiones el ciclismo se adentra en los misterios indescifrables que esquivan a la lógica y el sentido común. Se convierte entonces en un caos y en una fantasía repleta de sorpresas. Todo resulta alucinante. Se enreda y se encripta. Se altera y se desmelena.
Solo desde la imaginación, el ensueño y el cuento puede entenderse lo acontecido en el Mundial élite femenino, una carrera loca, sin razón aparente.
En ese pandemónium se coronó Magdeleine Vallieres, una desconocida. La canadiense se hizo de oro desde el anonimato en una carrera son bridas. Érase una vez...
La canadiense de 24 años logró lo imposible porque nadie pudo pensar que sucediese nada semejante en una prueba que Ane Santesteban y Usoa Ostolaza abandonaron antes de tiempo.
Vallieres se destapó en un trazado de 164,4 kilómetros dividido en 11 vueltas a un circuito de 15 km con tres cotas estimables, la de Kigali Golf, 800 metros al 8,1 por ciento; la de Kimihurura, 1.300 metros sobre un adoquinado hunde el esfuerzo; y una última cuesta a continuación, el muro de Kigali, de más de 300 metros a casi el 15% hasta entrar en meta.
Allí se coronó Vallieres por delante de Niamh Fisher-Black (plata), a 23 segundos, y de una extraordinaria Mavi García (bronce), a 27 segundos.
La realidad siempre supera a la ficción. El único apunte contable con la victoria de la canadiense anidó en 2024 cuando venció el Trofeo Palma.
En ese mismo escenario, otro suceso extraordinario certificó la escasa cultura táctica de las grandes favoritas, absolutamente perdidas en sus reflejos. Mavi García, con 41 años, logró el bronce.
Un éxito apabullante y extraordinario para una competidora que contradice el envejecimiento. En el pasado Tour fue capaz de lograr un triunfo de etapa. La plata de se la quedó la neozelandesa.
Desgobierno
El terceto, que se dio a la fuga mientras las aristócratas pedaleaban a negar a las otras favoritas, anulándose entre ellas, se la jugó en el ascenso de la Côte de Kimihurura, de 1,3 kilómetros al 6,3% de pendiente media, que sirvió para repartir las medallas.
La canadiense arrancó con entusiasmo en el empedrado y definió el final con fortaleza. Desgajó primero a Mavi García, increíble su capacidad de resistencia, y se deshizo en la misma sacudida de Fisher-Black.
En ese kilómetro y pico se repartió el medallero ante el conformismo lacerante de las mejores, absolutamente desnortadas, sin rigor.
Solo Marlen Reusser buscó el rastro de la fuga en la última vuelta, pero la campana que sonó a modo de celebración del trío, era un réquiem para ciclistas formidables que olvidaron el macuto del orgullo y la pasión en una travesía incomprensible.
El trío, seleccionado por Mavi García en la ascensión a Kigali Golf se entendió de maravilla. No tenían dudas.
El diván era para el grupo de las favoritas, ajenas a los que ocurría Vollering, Ferrand-Prévot, Longo Borghini, Pienaar... y otras.
Su gestión fue pésima y deficitaria. Las medallas viajaban en el terceto, del que sobresalió la inesperada canadiense. Vallieres encuentra el arcoíris en Kigali.