No es necesario conocer el camino, haber estado en un lugar, para reconocerlo al instante. A veces se llega a través de lo que se siente, de la cartografía del sentimiento, de la piel y de las sensaciones.
En el mundo moderno, repleto de espacios anónimos y de transición, de no lugares que le alejan a uno de lo identitario, tantas veces las ciclistas de tránsito entre aeropuertos, hoteles sin alma, y carreteras que unen puntos, desde A hasta B.
En las cronos, la sensación de no pertenecer a nada, salvo a uno mismo, atadas las competidoras a la soledad, al capricho del tiempo, a la tortura del esfuerzo y el esfuerzo mental, se sublima. Lo mismo en Zúrich que en Kigali.
Era consciente de ello Paula Ostiz, que posó la mirada de concentración sobre el circuito de la capital de Ruanda para encarar los 18,3 kilómetros de la prueba.
Sobresalía el muro adoquinado de Côte de Kimihurura, de 1,3 al 6,3% de pendiente media como remate de la prueba. Ese kilómetro infernal seleccionó el podio.
Mundial contrarreloj júnior femenino
Oro. Megan Arens (Países Bajos) 25:47
Plata. Paula Ostiz (España) a 35''
Bronce. Oda Gissinger (Noruega) a 37''
Acoplada a la perfección, poderosa, el perfil recogido, la iruindarra, campeona de Europa y de España de la especialidad, se desplegó con energía desde el comienzo. Perseguía el oro con devoción. Fiebre amarilla la suya.
Formidable plata
Ostiz agarró finalmente la plata tras una portentosa actuación que, sin embargo, no le alcanzó para imponerse a Megan Arens, que completó una crono sideral, imparable en el muro de adoquines. Se pintó con el arcoíris la neerlandesa.
Su registro: 25:27. La navarra, que fue plata en la prueba de ruta en Zúrich, se quedó a 35 segundos del oro tras perder brilló en el tramo más exigente. El podio lo completó la noruega Gissinger, a 37 segundos de Arens.
Rodaba con furia Paula Ostiz, solo 3 segundos peor que Megan Arens en la única referencia de tiempos antes de la meta. Los metales estaban en una baile frenético, en el claqué final en la ascensión al Côte de Kimihurura.
Entre Arens y Ostiz estaban Gissinger y Boothman, Cuatro competidoras en cuatro segundos. Todas en un puño sobre el adoquín, el traqueteo que agitaba el cuerpo, al límite, en la lucha contra sí mismas.
El filtro del muro
Gissinger esperaba la llegada del resto porque había fijado el mejor registro con antelación. Le tocaba esperar y cruzar los dedos. Boothman se encasquilló de mala manera en la subida. Tuvo que posar el pie sobre las piedras. Eso le tachó de la lucha.
Una menos para el podio. Arens se agigantó en la ascensión y demolió la marca de Gissinger. La neerlandesa se ungió de oro, pero aún debía observar la llegada de la navarra.
En el adoquinado padeció Paula Ostiz, que no pudo mantener el altísimo ritmo de la Arens, que voló en los últimos kilómetros.
“Me he centrado en mis sensaciones y me he sentido bien”, dijo la neerlandesa, feliz con el logro. Arens Aleteó con fuerza para posarse sobre el arcoíris.
Paula Ostiz, dichosa tras su enorme actuación, celebró la plata entre abrazos, alegría y lágrimas. Nada como llorar de felicidad.
La iruindarra sabía cómo llegar a un no lugar que conocía por los latidos de su corazón. Subcampeona del Mundo júnior de contrarreloj. Paula Ostiz se baña en plata.