Finestre significa ventanas. Todo suena mejor en italiano. En Colle delle Finestre, desde su ventanal altivo, un mirador al sufrimiento, se asomaba el Giro a los recovecos del corazón y los entresijos del alma.
En Finestre se acababa el mundo a su manera. La Cima Coppi, sus 18 kilómetros, los 8 kilómetros de sterrato, es una mesa de autopsias a cielo abierto. Un camposanto de voluntades. Un liquidador de esperanzas.
Todo queda al descubierto en ese paredón. Imposible camuflarse. Ninguna máscara soporta ese castigo en las entrañas de la tierra, las que conectan con el averno.
Desde su tripas hay que arrancar el tesoro del Giro. Es una excavación para mineros valerosos. Una bajada a los infiernos. Del corazón de las tinieblas desenterró Simon Yates el Giro.
De regreso a la vida desde un agujero negro de su biografía. Resucitó el inglés donde fue sepultado para alcanzar el cielo años después. Infierno y gloria en Finestre.
Las lágrimas de pena fueron lloros de felicidad. La gran victoria de los vencidos. Cerró el círculo Simon Yates, que fijó el récord de la subida. Redención.
En el mismo lugar donde Froome echó paladas de arena sobre su rosa siete años atrás, revivió Yates en una remontada alucinante. Un acto de fe.
El inglés encontró la luz al final de túnel, justo donde se apagó la de Del Toro, cegado por su lucha íntima con Carapaz. El ecuatoriano trató de deshacerse del mexicano, pero no lo logró. Masticó tierra.
En Finestre comprendió que no le alcanzaría para conquistar el Giro por segunda vez. Del Toro, que lo tenía, lo perdió. Una derrota dolorosa y profunda.
Demasiado contemplativo, sin dar un solo relevo a Carapaz cuando Simon Yates propuso la revuelta, dictó su propia sentencia. Se equivocó de punta a punta.
El error de Del Toro
Olvidó a Simon Yates, que retrató no solo al mexicano sino a todo el UAE, incapaz de fijar a un hombre por delante para proteger a Del Toro, que hizo una lectura pésima de la carrera.
El error estratégico se lo hizo pagar el Visma, que había pensado en la bala de plata de Simon Yates.
Lanzaron al frente en la fuga al impagable Van Aert y la ventaja de Yates, efervescente, tras Finestre se disparó a la Luna. El belga, un ciclista brutal, dejó que Yates se posara sobre su hombro para lanzarlo a la gloria eterna en Sestrière, la montaña definitiva antes de las colinas de Roma.
A Finestre llegaron los ciclistas colgados en el tendal del padecimiento. El Giro pesa demasiado y Finestre es el mito de Sísifo encarnado. La dificultad máxima. La piedra que uno arrastra y cae una y otra vez.
Probablemente uno de los puertos más duros del mundo. La mole, descarnada, escala al cielo con descaro, con la mirada pendenciera y el gesto hosco.
Repta hasta los 2.178 metros, el techo del Giro. Un tratado de agonía. Una muerte en vida. Al martirio se entregaron los costaleros de Carapaz.
Finestre lo exigía todo. Un sacrificio. Puerta grande o enfermería. Simon Yates la abrió y cerró de un portazo la alegría de Del Toro, un alma en pena. Carapaz le acompañó en la caída. "Él perdió el Giro. No corrió bien. Ganó el más inteligente", dijo Carapaz.
Carapaz, con todo
El ecuatoriano se descubrió de inmediato, en la base del coloso. Desabrochado el maillot, dispuesto a inmolarse. Campeón del Giro de 2019, el arrojo como hoja de presentación, Carapaz encendió la ambición.
Del Toro, de rosa, dudó un instante antes de encolarse sobre el ecuatoriano, dispuesto a morir matando. Un duelo en la intimidad. Sin mesa de negociación ni diplomacia. Nada de emisarios.
Entonces apareció el tercer hombre: Simon Yates. Mesa para tres. El podio del Giro en el mismo plano. Yates se encrespó en cuanto tomó asiento en el debate.
Los árboles sombreaban una subida a través de una carretera estrecha, que abría las fauces. Un dragón que humeaba y lanzaba fuego. Crepitante la tierra. De chispazo en chispazo. Una agitación constate.
Yates, inquieto, el recordatorio del Giro de 2018 aún presente, cuando le hundió Froome, alzó la voz con descaro. Carapaz y Del Toro se miraron. Le dejaron marchar.
Finestre es una subida formidable, bellísima, pero terriblemente cruel. Gee enlazó con el líder y Carapaz. Yates volaba libre, pero a golpe de vista.
Del Toro, sereno, mostraba su grandeza. No se descomponía el mexicano, consciente de que Finestre era un puerto infinito. Respondió a cada propuesta de Carapaz con calma, sentado y, cuando requería, con el vaivén de los hombros.
Del Toro enfriaba a Carapaz. El ecuatoriano decidió templar su fuego y tratar de presionar al líder a través de Simon Yates, que llenaba la alforja de renta por delante. Juegos mentales. En ese punto se torció el Giro del mexicano.
Simon Yates, a por el Giro
El inglés no tenía diatribas. Entró en el sterrato levantando polvo. Tenía una cuenta pendiente con su memoria, con su biografía. Aquel año emprendió la subida de rosa y acabó el día a gatas, aplastado por un montaña inclemente que le desnudó. Nada como la sed de venganza para encauzar la rabia. Allí donde pereció años atrás, quería resucitar el inglés.
Derek Gee servía de sherpa a Del Toro porque le evitaba tirar cuando Carapaz rezongaba, tratando de alterar el pulso del mexicano. Los tres jugaban al límite.
Grandioso el espectáculo en una cremallera de tierra, una lengua burlona de sterrato que redactaba la ascensión crepuscular a Finestre. Jinetes en la tormenta de arena.
Simon Yates disfrutaba en libertad. A Del Toro, prensado a rueda de Carapaz y Gee, se le desajustaba el rosa. Se le deshilachaba la carrera por la hebra del inglés, excepcional su apuesta.
Carapaz, que no podía agrietarle a impulsos, elevó el ritmo para tratar de provocar la asfixia del mexicano, que defendía cada pulgada del liderato con ferocidad. En Finestre la curvas eran serpientes venenosas en rampas sin resuello.
La niebla concedía un aspecto fantasmagórico a la cumbre, por la que pasó el vencedor Chris Harper escapado en un desfiladero de rocas y nieve sostenido por un muro humano, de ánimo.
Giro de Italia
Vigésima etapa
1. Chris Harper (Jayco) 5h27:29
2. Alessandro Verre (Arkéa) a 1:49
3. Simon Yates (Visma) a 1:57
9. Isaac del Toro (UAE) a 9:10
26. Pello Bilbao (Bahrain) a 10:50
64. Igor Arrieta (UAE) a 27:13
68. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 30:38
77. Jon Barrenetxea (Movistar) a 32:13
117. Jonathan Lastra (Cofidis) a 39:06
123. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 40:05
General
1. Simon Yates (Visma) 79h18:42
2. Isaac del Toro (UAE) a 3:56
3. Richard Carapaz (Education First) a 4:43
4. Derek Gee (Israel) a 6:23
5. Damiano Caruso (Bahrain) a 7:32
30. Pello Bilbao (Bahrain) a 1h51:13
37. Igor Arrieta (UAE) a 2h00:15
60. Jonathan Castroviejo (Ineos) a 2h44:39
66. Jonathan Lastra (Cofidis) a 3h04:36
92. Jon Barrenetxea (Movistar) a 4h02:34
125. Xabier Mikel Azparren (Q 36.5) a 5h08:41
Las voces de los aficionados guiaban a los corredores, la vista ciega, el paladar pintado de ácido láctico, los pulmones ardientes, el corazón a punto de estallar y las piernas agujereadas por las termitas del cansancio.
Excepcional Van Aert
Yates, envalentonado, dejó en el retrovisor los fantasmas del pasado que bailaban sobre su memoria desde tiempo atrás. Del Toro y Carapaz, continuaban tasándose. El Giro se le escurría a Del Toro, 12 días de rosa. En la cima de Finestre, Yates era el rosa.
En el descenso le esperaba la mano amiga de Van Aert, que había rodado toda la carrera por delante. Yates se acomodó en el rebufo del belga, que le agarró de la mano y le ayudó a sanar las heridas del pasado.
Esperaba una persecución brutal para el líder, desbocado en la bajada. Carapaz se cobijó en él. Le dejó hacer. Era el mexicano el que perdería el Giro. No le iba a rescatar.
Del Toro intentó involucrar al ecuatoriano, pero este el negó con la cabeza. Cegados el uno con el otro, ambos se destruyeron y llegaron juntos a la derrota final. La victoria total del inglés. Simon Yates encuentra el Giro en Finestre.