En esto del ciclismo y de las caídas, los periodistas debemos entonar el mea culpa y reconocer que, a la hora de tratar a los corredores, tenemos accidentados de primera y de segunda clase. Sí, resulta comprensible que demos una mayor cobertura informativa a las recuperaciones de los gallos del pelotón. Y también hay que subrayar que las lesiones sufridas por Jonas Vingegaard durante la pasada Itzulia resultaron, en sí mismas, dignas de todos los artículos y minutos de televisión que originaron. Sin embargo, la prensa es igualmente responsable de que otros nombres propios resulten menos conocidos para el gran público. El neerlandés Milan Vader, por ejemplo, estuvo a punto de morir tras pegarse un buen tortazo en 2022, con motivo de la propia Itzulia. Y ahí están los casos adicionales de Steff Cras y Jay Vine, posiblemente los ciclistas más seriamente afectados por la montonera del pasado abril en el descenso de Olaeta...
En carrera
Saltaron las alarmas con aquella caída de hace solo tres meses. Vingegaard, Evenepoel, Roglic... Los tres al suelo. Los tres lesionados. Y teórica vía libre para que Pogacar se llevara sin sobresaltos el presente Tour. Afortunadamente, danés, belga y esloveno se han recuperado y disputan la ronda gala. Afortunadamente también, los citados Cras y Vine pueden montar en bici tras el accidente, el primero de ellos corriendo igualmente la Grande Boucle. El caso de este ciclista belga del equipo TotalEnergies ha dado que hablar, pues recientemente, en una entrevista concedida a Het Nieuwsblad, se despachaba a gusto con la atención médica recibida en su día en el Hospital Donostia. A su juicio y el del médico de su escuadra, el diagnóstico y los cuidados realizados no fueron los mejores.
Una 'rajada' seria
“Caí junto a un bloque de hormigón. Llego a hacerlo 20 centímetros más adelante y no lo habría contado. Durante 30 segundos no podía ni respirar. Sentí que me moría”. Cras fue trasladado a Donostia, donde los primeros exámenes hablaban de un neumotórax, varias costillas rotas y fracturas en dos vértebras. “Cuando volví a Bélgica, me preguntaron por las radiografías, pero no tenía ninguna. En el hospital de San Sebastián no pueden enviar fotos por correo electrónico, solo pueden registrarlas en un CD. Sin embargo, el día de mi caída, el encargado no utilizó la grabadora... El caso es que, de regreso a casa, el médico del equipo determinó que las vértebras T2 y T10 no estaban rotas y que solo presentaban protuberancias”. Cras también ha censurado la atención inmediata que le proporcionaron en tierras vascas. “El cuidado inicial de las heridas no fue óptimo, por decirlo suavemente. Solo me colocaron un vendaje con algún producto. Y los puntos de sutura tampoco fueron los mejores. Nuestro médico tuvo que abrirlo todo de nuevo y limpiarlo. Todavía había muchas piedras dentro”. Desde entonces, el belga ha completado una puesta a punto más milagrosa si cabe que la del mismo Vingegaard, y tras doce etapas es 17º en la clasificación general del Tour.
Jay Vine solo escala
Si tenemos en cuenta el diagnóstico final de Steff Cras, el ciclista más perjudicado por la caída de la Itzulia fue el australiano Jay Vine (UAE), con fracturas en una vértebra cervical y dos torácicas. Se trata del único afectado que no ha reaparecido aún en competición, aunque poco a poco va completando curiosos progresos. Superada la etapa del rodillo, puede ya salir a la carretera a ejercitarse en bicicleta... pero los doctores solo le han dado luz verde para hacerlo cuesta arriba, pues cualquier caída podría resultar fatal para sus lesiones. Así, Vine, residente en Andorra, se ha dedicado a lo siguiente durante las últimas semanas: subir puertos, llegar a la cima, cargar la bici en el coche y bajar en él, ejerciendo su mujer embarazada de indispensable taxista. El accidente de Olaeta aún se hace notar en el pelotón profesional...

