El sobresaliente triunfo de Tadej Pogacar en la Lieja-Bastogne-Lieja, la más antigua de las clásicas históricas, señala un ciclismo al que podríamos llamar el de las certezas. Si participan en una carrera los cinco magníficos, Pogacar, Van Aert, Van der Poel, Roglic o Evenepoel, es seguro que esa competición la ganará uno de ellos; y si falta alguno de los cinco en la salida, el triunfo se lo disputarán entre los demás; y si, por circunstancias adversas no comparece más que uno de ellos, ése se llevará el triunfo. Es un ciclismo en el que las emociones que se le proponen al aficionado no le llegan por la vía de la incertidumbre o de la sorpresa; sino por la de la manera de vencer, de las exhibiciones sobre la máquina. Son emociones distintas, pero diría que deportivamente son más elevadas, porque provienen de la excelencia ciclista. En este sentido vivimos una gran época en el ciclismo. Es lo que ha pasado hoy. En Lieja tomaron la salida Van der Poel y Pogacar; el recorrido, más duro y escalador, con las cortas pero duras colinas valonas, favorecía al esloveno, que tuvo, además, un circunstancia de carrera que le benefició, Van der Poel se vio envuelto en una caída a 80 kilómetros de meta. Y, aunque consiguió enlazar a falta de 50 kilómetros, seguramente el esfuerzo por recortar el minuto y medio perdido, le pasó factura en el momento del ataque definitivo de Pogacar, en la subida a La Redoute, a 30 kilómetros de meta, y no pudo seguirle. La Redoute es una cota del casi dos kilómetros de longitud, con una pendiente media del 8 %. Aún así, Van der Poel quedó tercero, y, es posible que haya comprobado que también puede con esa prueba y que contemos con otro serio candidato más en el 2025. 

El ataque de Pogacar fue un calco del ataque de Evenepoel el año pasado. Ahora el esloveno y el belga atesoran dos victorias cada uno, y dada su juventud más su competitividad, es probable que quieran alcanzar el récord de Eddy Merckx, con cinco triunfos en esta prueba. Entre los nuestros, Valverde ganó cuatro veces en Lieja. Y hay que decir que el murciano venció ayer en una prueba de las denominadas de gravel, sobre tierra, de máximo nivel, categoría UCI, La indomable, en Almería, a sus 43 años. El gusanillo de la competición no le permite abandonar el ciclismo y ha buscado en esa nueva modalidad, el gravel, el campo donde seguir contándonos sus hazañas.

La escalera de Bueren

Lieja tiene una de las escaleras más vertiginosas y empinadas del mundo. Que deja sin respiración. Tiene 374 escalones, y un 30% de pendiente. Con casas a ambos lados, construyendo una calle. Es la escalera de Bueren, que comunica el centro con la Ciudadela. A veces se ve a algunos deportistas entrenándose subiendo sus peldaños, para la carrera a pie BueRun, que se realiza en ella, o simplemente por el esfuerzo extremo que permite. Recuerda a la escalera de Odessa, retratada magistralmente por Serguei Eisenstein en la película El acorazado Potemkim. Lo recuerdo ahora porque he visto estos días cómo, esta escalera urbana de Lieja ha sido también usada para la propaganda política; en este caso por activistas pacifistas que en una noche pintaron una enorme bandera de Palestina sobre toda la escalera, de arriba abajo. Un auténtico happening que tuvo gran efecto visual, llenándose las redes de imágenes, aunque días después fuera borrada por los servicios antigraffitis municipales. Más allá de esta acción, la escalera también aporta su espacio para acciones menos clandestinas, como es la decoración con 25.000 flores que se realiza cada mes de junio, y la espectacular iluminación nocturna que se coloca durante el mes de octubre.

Lieja es para mí tierra de asilo. Bélgica acogió a 5.000 niños republicanos, y lo hizo de una manera que habla más de su solidaridad, en las casas de familias obreras, que los tuvieron como hijos propios, hasta su repatriación, o para siempre, en los casos de los 1.300 que allí siguieron tras la guerra, porque habían muerto sus padres, o estaban desaparecidos. Y la mayoría de esos 5.000 fueron a parar a Lieja o ciudades cercanas, porque ésa era la zona de más peso de la izquierda belga, que fue la promotora del movimiento. Allí quedan muchas señales de los republicanos, acentuadas por la siguiente llegada, en los años 50-60, que si bien no era propiamente política sino económica, pues eran familias que iba a trabajar en la industria de la zona de Lieja, rápidamente y, en contacto con los republicanos se contagiaron, y toda esa emigración adquirió un tinte antifranquista muy preciso y militante. Hace diez años un colectivo que lleva el nombre de Lorca, consiguió que se construyera, en una importante plaza de la ciudad, un espacio para la memoria de aquellos republicanos, capitaneada por una estrofa de un verso del poeta, construida en grandes letras de acero. Recuerdo al gran Leonard Cohen, que decía que no entendía cómo, el país entero, no había excavado con sus propias manos todo el campo de Granada para recuperar el cuerpo de su poeta, de Federico. Que no entendía a una nación que no había dado un castigo histórico a sus asesinos. Y yo pienso lo mismo.