Un año atrás, Sonny Colbrelli encogió el corazón de la Volta al desplomarse tras disputar el esprint en Sant Feliu de Guíxols. Sufrió un paro cardíaco. Los médicos de la carrera le devolvieron a la vida. Le realizaron un masaje cardíaco tras yacer en el suelo, inconsciente. Sin embargo, el corazón de Colbrelli, dañado, obligó al italiano a dejar el ciclismo meses después. El escalofrío de aquel día aún reverbera en la piel de la memoria. En el mismo lugar, el redoble del corazón lo activó Primoz Roglic, pura emoción.

El esloveno, un competidor excelso, festejó el triunfo por delante de Remco Evenepoel, al que le faltó una rueda para remontar a Roglic, estupendo su final, electrizante. El belga golpeó el manillar de la bicicleta con rabia. Sinónimo de derrota. El esloveno, el primer líder de la Volta, le tocó el hombro mientras Evenepoel masticaba bilis. Se saludaron una vez rebasada la primera meta de la carrera. Se citaron para lo que resta de la prueba. Se espera un duelo en las distancias cortas. Esgrima entre ambos antes de que se midan en el Giro de Italia, el oro rosa que desean.

Sublime Roglic

Se maneja de fábula Roglic en los finales donde no basta con el reprís y hace falta la consistencia de lo mejores materiales. Nada de bisutería. Joyería. El esloveno capturó su 70ª victoria, la quinta en lo que va de curso. Cinco en ocho días de competición. Una barbaridad. Es una bendición el esloveno, tan brillante que fue capaz de nublar el arcoíris de Evenepoel. La victoria en el explosivo final le concedió el liderato y el botín de la bonificación.

Diez segundos de prima para Roglic, seis para Evenepoel y cuatro para Ide Schelling, que no mira a la azotea de la Volta. Los otros favoritos, como Landa, Bardet, O'Connor o Almeida deberán remontar ante dos ciclistas extraordinarios. No les picaron tiempo. Soportan la desventaja de la bonificación.

Les fue peor a Bernal y Carapaz, que se dejaron una decena de segundos. Tienen a Roglic a 20. Adam Yates queda lejos de esa ecuación. Una caída le dejó fuera de plano. A más de 10 minutos de Roglic, que comenzará su defensa este martes, con la montaña como protagonista. Aguarda la ascensión a Vallter 2000.

Pedralta es la piedra oscilante más grande de Europa. La mole está situada entre Santa Cristina de Aro y Sant Feliu de Guixols. Un asunto fronterizo. Esta clase de rocas servía a modo de oráculo para adivinar el futuro en los pueblos célticos.

También como condena o salvación, según cómo vacilaba la piedra y señalaba a un lado u otro. Los pétalos de una margarita. El ser humano y sus creencias. Los posos de café comparten la misma categoría de profetizar. Pocas cosas más fascinantes. Pedralta eligió a Roglic. Una roca. Un asunto de familia.

La fuga de siempre

Dicen que la fe mueve montañas. A ese aforismo se agarraron Herregodts, De Marchi, Onley, Pau Miquel y Bol. El pelotón es, de natural, descreído, sobre todo, cuando se espera un esprint. Entonces tiende a imponerse el cálculo y la prosa, aunque el paisaje llame a la contemplación y al escapismo, más si cabe con la primavera despojándose del invierno. La crisálida de la poesía suele estar vetada en días donde se huele a velocidad. La fuga la gestionaba el pelotón a modo de yo-yo.

Al Euskaltel-Euskadi no le convencía ese mecanismo. Quiso cortar el sedal porque no fue capaz de atarse a los expedicionarios. Faltaba el hilo naranja, que se quedó corto sobre un terreno abrupto, pero conocido. Las piernas tienen memoria y reconocen cada palmo.

El camino hacia Sant Feliu de Guíxols mirando al Mediterráneo sereno no era una sorpresa, más bien un estupendo punto de fuga. La efervescencia y el oleaje esperaba en el duelo de velocistas, que fueron los favoritos.

Los favoritos se sitúan

En el Alt de Romanyà, el último puerto, languideció Pau Miquel. A la fuga apenas le quedaban unos palmos de vida. Los jerarcas, protegidos por sus equipos, revolotearon por delante. Concentrados. Los porteadores de Roglic establecieron la marcha. Landa no perdió detalle.

Aplanada la montaña, con la mar meciendo al grupo, el pelotón tenía la fuga a golpe de vista. Sentenciados. Evenepoel también ordenó a los suyos darle velocidad al final. Los nobles nunca quieren ceder, tampoco en días señalados para el esprint. Hasta la migajas son un festín cuando se trata de mitigar el hambre. Cada segundo cuenta.

Yates padece una caída

La tensión y la desconfianza como idioma común. Agitación. Ni un día sin riesgo. También para los secundarios. En el centro del pelotón se fueron al suelo Cataldo, Storer, Rojas, Delaplace, Sbaragli o Adam Yates… Cataldo, que se golpeó contra un bordillo, tuvo que abandonar entre los aullidos de la ambulancia.

Ajenos a ese sonido de pena, sonaron los redobles de tambor en una final emocionante, apoteósico para el esloveno. Roglic fue el primero en abrir gas. Remco, camuflado, descolocado, tuvo que nadar corriente arriba. A todos los dejó atrás, salvo al forzudo Roglic, que dio el primer golpe.