Ya estamos de vuelta ante una temporada ciclista que promete ser espectacular. El nuevo ciclismo hace que no lleguemos a estos primeros enfrentamientos con la incertidumbre absoluta, con el contador a cero, como ocurría antaño, cuando el invierno significaba colgar la bicicleta, hacer gimnasia, ir al monte, correr, empezar a montar en bici en enero, ir compitiendo paulatinamente y no dar la cara en las carreras hasta que llegaban los grandes objetivos. Ahora, desde el primer día, tenemos muestras de una competencia feroz. Empezó con el ciclo-cross, donde dos corredores que serán protagonistas de gran parte de esta temporada de ruta han librado batallas memorables: el belga Van Aert y el holandés Van der Poel. Cada carrera era un espectáculo entre el belga y el neerlandés, que se repartían los triunfos. Si alguno tenía una avería, la suerte caía para el otro, y cuando no, lo decidían en el esprint, con el resto a una distancia considerable. Su enfrentamiento no está exento de ternura pues son rivales desde que eran corredores infantiles. Se puede medir el paso del tiempo observando sus caras cambiantes en los sucesivos podios que han ocupado juntos desde niños.

Las primeras carreras en ruta, que antes sólo eran una toma de contacto para ir cogiendo ritmo de competición, ahora son objetivos militares. Pogacar ha estado intratable, imposible de seguir, en la Vuelta Andalucía y en la Clásica de los Olivos. Cuando apretaba los pedales era puro espectáculo, con un desarrollo que se notaba poderoso por lo que avanzaba en cada vuelta de biela, y que movía con facilidad.

Vingegaard le emulaba en Galicia, en O Gran Camiño, donde aplastaba a sus rivales de la misma manera, para no dejar lugar a dudas. Ganaba cada etapa en alto, e incluso la contrarreloj, con una suficiencia sorprendente, frente a especialistas como Rohan Denis.

Y en otras latitudes, en el Tour de los Emiratos Árabes Unidos, Evenepoel hacía lo propio, aunque con un recorrido menos exigente que el andaluz y el gallego, que no le permitía exhibirse, pero sí vencer ante adversarios de entidad como Adam Yates.

El único que no se ha prodigado hasta la fecha es Roglic, aún convaleciente de la lesión de espalda del final de la temporada pasada. Con todo esto podemos decir que si estas figuras optan por cruzarse en las grandes carreras, las luchas serán antológicas.

La Strade Bianche, la primera de las grandes pruebas con sabor a clásica, aunque sea un invento moderno, gracias a los caminos de tierra de la Toscana, que nos recuerdan ese tiempo inigualable de nuestras escapadas infantiles, fue para otra de las estrellas emergentes, el británico Pidcock. Supo meterse en un grupito de cabeza a falta de 50 kilómetros y atacar en un peligroso descenso de tierra y gravilla. Nadie pudo seguirle. Campeón olímpico de mountain bike, del mundo de ciclocross en 2022, es un hombre sin miedo y muy hábil. Hace poco ponía los pelos de punta con un vídeo, que colgó en Internet, de su descenso suicida del Tuna Canyon, en California.

Cuando comienza un nuevo ciclo, se cierra otro, y es un buen momento para recordar a los que ya no estarán en este 2023. Algunos por fallecimiento, como Davide Rebellin, el gran corredor que seguía activo a los 51 años, y que fue atropellado por un camión criminal, que luego se dio a la fuga, mientras se entrenaba cerca de su casa, en Italia. Rebellin es un ejemplo de amor a este deporte. Siempre decía que no se iba porque le gustaba mucho entrenar y competir. Y su cuerpo se lo permitía. Otro fallecido ha sido el también italiano Vittorio Adorni, a los 85 años. Adorni ganó numerosas carreras, entre ellas el Giro de 1965, y el campeonato del mundo de 1968. En honor a ésta, podía haber titulado este artículo: El tábano de Adorni. Sería un título poético y que, además, contaría una verdad. Ya hablé de ello una vez, pero ahora, como homenaje en su muerte, vuelvo a mencionarlo. Yo era un niño que correteaba entre helechos tan altos como yo, en Artikutza, adonde había ido a pasar el día con mis padres, cuando sentí un fuerte pinchazo en el oído, y, a continuación, un zumbido persistente en su interior. Acudimos de inmediato al Cuarto de Socorro de Donostia, donde me enchufaron una manguera con agua a presión en la oreja, que al salir extrajo el bicho. Se trataba de un gran tábano. Mientras tanto, los enfermeros miraban un televisor donde retransmitían el campeonato del mundo de ciclismo, que ganaba Vittorio Adorni. Años después me hice ciclista, quizá aquel tábano me empujara un poco.

Otros no están porque se han retirado, como Tom Dumoulin, que se ha ido por la puerta de atrás, a pesar de su enorme clase, sin haber conseguido remontar una depresión. Y quien se va pero no debería irse es Valverde. He visto algunos vídeos de los campos de entrenamiento de Movistar en este invierno, donde Valverde se entrenaba, de igual a igual, con los corredores en activo. Sorprendía ver lo fino que estaba, sin duda, apto para seguir compitiendo. Valverde parecía que estaría siempre, y eso nos mantenía a nosotros también jóvenes. Ahora que se va, perdemos con él un poquito de nuestra juventud. Una pena.